Pronto comprendí que nadie iba a darme el sello en España. Y desplazarme hasta Croacia para conseguirlo costaba una pasta. ¿Qué hacer? Me ofrecían una posibilidad. No tenía sello, pero podría tener al menos una prueba de que viajé desde allí hasta aquí. Pues no. Vine en coche. Además para que la paradoja fuese más grande la única frontera donde nos pararon -y que según el poli de Port Bou ya no es una frontera- fue la entrada en España. El único coche que pararon unos tíos vestidos de guardia civil con pistolas fue el que llevábamos mis amigos y yo. Nos hicieron salir de coche, nos cogieron los pasaportes y se los llevaron al interior de una caseta. Mientras tanto sacaron todas las cosas del maletero y registraron los asientos. Sin ninguna explicación. Unos veinte minutos más tarde nos devolvieron nuestros pasaportes y nos desearon buen viaje. Sin ninguna aclaración. Sin ningún sello. ¿Quizá fue porque la matricula era de Bilbao? ¿Quien lo sabe? Así que me pararon en una frontera que n...
Diario de un emigrante balcánico en la Península Ibérica