Los que gritaban “¡La madre que me parió, qué frío!” eran ibéricos y aquellos a quienes miraban con cara de “están locos” por llevar manga corta, esos eran los guiris. Incuso se podía leer en su cara algo semejante a la frase preferida de Astérix y Obélix: ¡Qué locos están estos romanos!” Más que nada por hacer la pelota, yo también me acostumbré rápidamente al frío español y a taparme como la población nativa.
Al final, tengo que admitir que llegué a pasar frío. Tal vez sea el efecto placebo o las ganas de pasar frío por pasar frío, del mismo modo en que aquí se practicar el “hablar por hablar”.
En cuanto el termómetro baja un solo centígrado más de la media, se oyen por todas partes voces diciendo “este frío no es normal”. Y no es nada normal porque este país tiene un record de horas de sol al año. Basta ver la previsión meteorológica para sentirse bien. Siempre me ha alegrado ver las naranjas que simbolizan el sol en los mapas informativos y la península ibérica es una frutería.
Eso sí, cuando aquí la gente siente que pasa frío pasa frío. Y entonces la frase que más se repite es “hay que aguantar”. Por suerte, la televisión anima emitiendo noticias del tipo: “Treinta grados bajo cero en Moscú”.
Yo, como residente leal y legal, decía: "¡Joder, imagínate qué frío pasan los rusos". Casí llegué a olvidar que en Belgrado el invierno dura entre cinco y seis meses, y que el invierno en mi país significa nieve, hielo y muchos grados bajo cero. De cualquier modo, es conmovedor ver cómo los españoles se emocionan al adivinar que les espera "otro invierno crudo".
Y luego viene el calor cuando el mar Mediterráneo se calienta y se llena de guiris. Entonces, los indígenas también se van, los que viven en la costa a la montaña y lo que viven en los montes se bajan a la playa. Y claro, ¿quién sirve a los guiris sus cervecitas frescas? Los emigrantes, claro.
Como no tenemos pasta para hacernos pasar por guiris y tampoco tenemos vacaciones, los de Inmigración nos dejan trabajar en paz hasta que le pedimos la cuenta al último guiri de la temporada y ya no hacemos falta. A partir de septiembre, búscate la vida.
Hablando de esto, mi amigo lituano Audrius está sirviendo tapas a guiris y dice que está harto de ser amable todo el día, aunque sea una de las personas más amables del mundo. Un día en que estábamos hueveando en la Barceloneta, integrados en aquella sopa de guiris, tomando el sol como todo el mundo, comprendí que lo mejor era que nos “fuésemos a la sombra”.
-¿Por qué?, me preguntó.
- Hombre, si nos quedamos un rato más seremos morenos.
- ¿Y qué?
- Pues nada, pero entonces, con el acento que tenemos sólo nos falta ser morenitos para que nos fichen en seguida. Mejor nos quedamos de color blanco.
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