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Mostrando entradas de enero, 2007

A 21 gramos del C(h)aos

"Fiat justitia et pereat mundus" ("Hágase la justicia aunque el mundo perezca") - Fernando I, el emperador de Alemania. Menudas fechas ha elegido el libro “Las intermitencias de la muerte”, de José Saramago, para encontrarme. Me pilló por sorpresa, y mientras toda España está pendiente de una muerte anunciada Saramago me cuenta: “Sin muerte, óigame bien, señor primer ministro, sin muerte no hay resurrección, y sin resurrección no hay iglesia”, le decía el cardenal al primer ministro. Me parece que, en estos días, la Justicia está asumiendo el papel de la Iglesia en el manejo de su principal mercancía; la muerte. Leo la prensa y me viene el recuerdo de la penúltima película de Alejandro Gonzáles Iñarritu en la cual remitió la teoría que afirma que el cuerpo humano al morir pierde 21 gramos, que equivaldrían al peso del alma. En el caso de Juana Chaos la Justicia no se ha mojado. Decidió quitarse encima la responsabilidad que la correspondía, y pasó la pelota a la Me

Los prehistóricos

Un tiburón prehistórico, encontrado en las costas niponas, estaba a punto de convertirse en la noticia de la semana cuando de repente aparecieron otras dos criaturas prehistóricas: Los Increíbles George W. Bush y su fiel compañero, el incansable agitador; José M. Aznar. Parece ser que el presidente norteamericano, viendo la tele o escuchando la radio (no le puedo imaginar leyendo), se enteró del fenómeno llamado “cambio climático” y decidió orientar su discurso del estado de la unión hacía este tema. Ahora es una gran ocasión para que George demostrara que es un hombre persistente. ¡Que tiemblen la polución y los contaminadores! porque las veces que Mr. Bush nombró algo o alguien como amenaza para los EEUU, esto o estos acabaron bombardeadísimos. El modo más fácil sería firmar el protocolo de Kyoto, pero George no es un hombre fácil (otra cosa es ser simple). Y, mientras George nos muestra su recién descubierta vena ecologista, su compi de las Azores no para de contaminar. Como en Espa

Esperando a M.G.

Era un día gris y pasivo, igual que el resto del pueblo donde nació Mila. Era la época de una gran abundancia de Nada. Antes de la crisis. Eran tiempos difíciles para la familia Gros. Señor Gros, manipulador de la montaña rusa, y señora Gros, administradora de estadísticas, no tenían otros hijos. Señora Gros solía decir “La cuerda sin nudos, es como la vida sin problemas”. Y, que “los números lo saben todo”. Señor Gros solía decir “¿El fútbol es así?”, y que “Por todo lo que escucho es mejor no tener vista”. Eran los únicos ciegos en el pueblo y creían que a sus vecinos les importaba Algo. Sus vecinos se saludaban con: “Es difícil”, o con un simple: “¡Que difícil!” entre amigos. Todos querían ser Alguien, y andaban con sus catavientos, siguiendo la luz de los sueños catódicos. Mila soñaba sueños propios. Crecía. Y no quería ser Alguien. Sabía que a Alguien solamente le importaba que Nada nunca se termine. “Las cosas que no están nunca desaparecen”, pensó Mila en voz alta y, antes de ma

Necrocracia

La tregua, en la que se ve que nadie creía, explotó en Barajas y se llevó la vida de dos personas, que nada tenían que ver con el País Vasco. La honda expansiva levantó el polvo de las viejas disputas y diferencias políticas que llenó las bocas de todos los que aún tenían la esperanza en el diálogo. Uno por uno, los líderes políticos salieron para hacerse una foto en las ruinas de la tregua y echar la culpa al adversario. Nada nuevo. Muchas caras torcidas de múltiples intentos de convencer que sienten un “profundo dolor” por las víctimas de la bomba. Las caras de los que esperaban que explotara para poder justificar su pesimismo. Todo sigue igual. Incluso a Bush, después de centenares de miles de muertos por su política en Irak, se le cayó una lágrima por un soldado muerto. ¡Centenares de miles de muertes por una lágrima! ¡Por una gota ácida de muerte destilada! “No temo la muerte, porque cuando ella llegue yo ya no estaré”, dijo un filósofo griego (de cuyo nombre ahora mismo no me acu

El futuro ya es historia

Leo en http://neofronteras.com/?p=781#more-781 “Tanto si se recuerda el pasado, como si se imagina el futuro el cerebro usa las mismas regiones cerebrales. El cerebro humano parece que es capaz de planificar el curso de los acontecimientos futuros imaginando que tienen lugar en el pasado.En nuestra vida diaria probablemente pasamos más tiempo planificando lo que vamos a hacer después o al día siguiente que recordando hechos pasados, pero conocemos muy poco de cómo logramos imaginar y visualizar estos planes. Ahora parece que ya hemos empezado a entender un poco estos procesos mentales.Los neurocientíficos Karl Szpunar, Jason Watson y Kathleen McDermott de Washington University en St. Louis han identificado por primera vez las regiones del cerebro involucradas en la visualización de los acontecimientos futuros en lo que se llama viaje temporal mental (o la habilidad de imaginarse o verse a uno mismo participando en un acontecimiento futuro). Gracias a las imágenes proporcionadas por un

Casa ciega

Disfruto mucho de las calles y, siempre que puedo, voy andando. Después de casi cinco años viviendo aquí, empiezo a reconocer los períodos y las tendencias de la arquitectura que me rodea. Con cada paso descubro nuevos detalles, miradas, sorpresas, estímulos, ideas,… que rebotan en mi mente agradecida por la continua sensación del presente infinito. Barcelona es preciosa. Es como una amante caprichosa cuyas caricias felinas nunca se arrutinan. Me absorbe con sus detalles, y con su tímida coquetez me lanza sus sueños y deseos desde sus balcones. Los balcones son los ojos de la ciudad. Los balcones comunican, exteriorizan, manifiestan, protestan, expresan, coquetean, invitan, guiñan, chispean. ¿¡Cómo se le ocurra a alguien construir una casa sin balcón!? Me refiero a todos esos edificios horribles, construidos durante el franquismo, que carecen de balcones. ¿Será que, al pobre que mandaba a construirlos le asustaba el poder de sus miradas? Y que por eso mutilaba las casas dejándolas