La tregua, en la que se ve que nadie creía, explotó en Barajas y se llevó la vida de dos personas, que nada tenían que ver con el País Vasco. La honda expansiva levantó el polvo de las viejas disputas y diferencias políticas que llenó las bocas de todos los que aún tenían la esperanza en el diálogo.
Uno por uno, los líderes políticos salieron para hacerse una foto en las ruinas de la tregua y echar la culpa al adversario. Nada nuevo. Muchas caras torcidas de múltiples intentos de convencer que sienten un “profundo dolor” por las víctimas de la bomba. Las caras de los que esperaban que explotara para poder justificar su pesimismo.
Todo sigue igual. Incluso a Bush, después de centenares de miles de muertos por su política en Irak, se le cayó una lágrima por un soldado muerto. ¡Centenares de miles de muertes por una lágrima! ¡Por una gota ácida de muerte destilada!
“No temo la muerte, porque cuando ella llegue yo ya no estaré”, dijo un filósofo griego (de cuyo nombre ahora mismo no me acuerdo), pero siempre estarán los buitres que de ella se aprovechan.
Uno por uno, los líderes políticos salieron para hacerse una foto en las ruinas de la tregua y echar la culpa al adversario. Nada nuevo. Muchas caras torcidas de múltiples intentos de convencer que sienten un “profundo dolor” por las víctimas de la bomba. Las caras de los que esperaban que explotara para poder justificar su pesimismo.
Todo sigue igual. Incluso a Bush, después de centenares de miles de muertos por su política en Irak, se le cayó una lágrima por un soldado muerto. ¡Centenares de miles de muertes por una lágrima! ¡Por una gota ácida de muerte destilada!
“No temo la muerte, porque cuando ella llegue yo ya no estaré”, dijo un filósofo griego (de cuyo nombre ahora mismo no me acuerdo), pero siempre estarán los buitres que de ella se aprovechan.
Comentarios
del resto, estoy asqueada, por el atentado, y por los políticos.
siloam
JL Borges