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Mostrando entradas de noviembre, 2005

El instinto

Michael es de Ghana, tiene los documentos en regla y lleva unos cinco años en España pero no habla bien el castellano, prefiere comunicarse en inglés. Así que me llamaron desde la agencia de traductores para hacerle de traductor en el tribunal. Según la denuncia, el año pasado en la terminal del aeropuerto de Barcelona, Michael actuó “de forma violenta y agredió a los policías que intentaron legitimarle”. Según Michael, aquel día estaba en el aeropuerto con su esposa despidiéndose de su mejor amigo, que volvía a Ghana. Un chaval que estaba a su lado también se despedía de otro muchacho y lo hacía de forma “algo ruidosa”. En ese momento se les acercaron dos guardias civiles y les pidieron que se alejaran de aquella zona. Así lo hicieron, pero mientras bajaban las escaleras los guardias volvieron a llamarles y salieron corriendo detrás de él. El chico empezó a correr y Michael hizo lo mismo. Cuando salió fuera del edificio tres policías se abalanzaron sobre él, lo tumbaron al suelo y lo

El invierno

Quiero recomendaros un reportaje publicado ayer en el Magazine de La Vanguardia. Se titula “La segunda generación” y presenta las impresiones de una docena de chicos inmigrantes que siendo muy jóvenes acompañaron a sus padres en la aventura de empezar una nueva vida en España. Los chicos hablan de las dificultades para adaptarse al nuevo entorno que les acoge presionados por la tradición y las costumbres que sus padres esperan que mantengan. Después del “otoño francés” todos estamos pendientes del invierno. Por esto agradezco a las autoras de este bonísimo reportaje, a Mònica Artigas y Magda Bandera, por dejarnos a escuchar las voces de estos chicos. Escucharles es como andar por un puente entre dos mundos que a veces parece no apoyarse en ningúnlado. Como si estuviera en el aire expuesto a los vientos. Solo dando apoyo y creando una base sostenible para la vida de estos chicos los vientos dejaran de soplar y el invierno será solo el invierno.

Nuevos esclavos

Anoche al volver del trabajo iba disfrutando de unas preciosas notas de bossa nova en Radio 3 pensando en “lo poco que hace falta para ser feliz” cuando de repente alguien me tocó el hombro. Era mi amigo Fernando, quien trabaja en un restaurante que hace unos días consiguió una estrella Michelin. - ¡Hombre! ¿Qué tal? –dije alegrándome de verlo. - ¡Hasta los huevos! –me contestó. Apagué la radio y volví a la vida. - ¿Qué pasó? -Nada, tío. El curro, que es una mierda. Ahora que han ganado la estrella estamos llenos todo el día. Pero no te lo puedes ni imaginar, la gente no para de entrar. En el restaurante en el que trabaja Fernando el menú vale setenta euros y el personal trabaja como mínimo once horas diarias. En el contrato pone ocho. Las horas extra no se las pagan. - Pero vete de allí, son unos miserables. Con tu curriculum encontrarás otro curro en dos días. - No se trata de eso. Quiero cambiar las cosas allí. Solo pido que respeten el contrato que ya tengo, las horas que me corres

El bosque

Colgó el teléfono y me dijo: - ¡¿Te puedes creer qué gente?! - ¿Qué? ¿Qué pasó? - Todo el mundo estaba esperando el partido (de la Liga de Campeones entre el Barça y el Werder Bremen) para ver cómo celebraba el Camp Nou la victoria del sábado en el Bernabeu y para que salieran los jugadores al campo. Pero justo antes de que salieran los de TVE pusieron publicidad. El realizador debía de ser un merengue cabreado. - Pero si siempre ponen los anuncios antes de que empiece el partido. Al fin y al cabo los anuncios traen muchísima pasta y no creo que un realizador pueda tomarse la libertad de decidir si ponerlos o no –le dije. - Bueno… sí que los ponen siempre –contestó. Ninguno de los dos habíamos visto el partido y cuando él llamó a su casa le comentaron lo que acabo de escribir. Es normal que los rivales se echen la culpa unos a otros, forma parte del juego. Pero en un momento en que dos equipos rivales simbolizan unos valores políticos e ideológicos opuestos y caldean los ánimos de la g

Sin comentario

La Vanguardia , Domingo, 20 de noviembre, Economía “El maná agridulce de la inmigración”, Andy Robinson, Nueva York “Esta es la conclusión a la que llega el Banco Mundial en su nuevo informe Global Economic Prospects , Publicado esta semana: “La migración comporta enormes ventajas económicas , aumenta el bienestar de los emigrantes y de sus familias así como el bienestar general tanto en los países de origen como en los de destino”. Las remesas – el dinero que envían los inmigrantes desde los países ricos a sus familias en África, América Latina o Europa del Este – Ascienden ya a unos 232.000 millones de dólares (192.000 millones de euros). Estos flujos duplican la ayuda oficial al desarrollo y son “una fuente muy importante de ingresos para los países en desarrollo”, asegura el informe”.

Le falta lo esencial

Tranquilo con mi bocata de tortilla y café, voy leyendo La Vanguardia y de repente me encuentro con un titular: “Nostalgia de la mili”. El artículo habla de Francia y de quienes se plantean si habría que volver a tener un servicio militar obligatorio porque según algunos “el ejército es una formidable herramienta para la integración social”. Para ellos la solución para calmar a los chavales que están quemando los coches sería ponerles un uniforme y mandarlos a algún país lejano, de esos que salen en las noticias, y que los quemen allí. Incluso el diario Le Monde se suma a estas opiniones diciendo que el servicio militar “favorece la mezcla social y la integración”. Mis recuerdos del servicio militar no son precisamente “nostálgicos”. Asocio la mili con la mediocridad y la represión de cualquier tipo de distinción o iniciativa personal. El humor era lo que nos mantenía lejos de sentirnos soldados. Recuerdo una anécdota. Un día nos mandaron excavar una trinchera. A mí me tocó una parcel

Resultaron ser personas

En los últimos días no he estado pendiente del “Otoño Francés”, pero esta mañana he comprobado que la violencia no para. Lo que más me preocupa es que el Gobierno francés intenta hacer que el fenómeno se entienda solamente como un problema policial. No lo es. Todavía no sabemos qué es lo que quieren los jóvenes que se manifiestan pero tampoco he visto iniciativas por parte de las autoridades para escucharles. Son franceses y como dijo Sebastián Roche del Centro Nacional de Investigación Francés: “A diferencia del ’68, no quieren otra sociedad. Quieren la que ya tienen, pero incluyéndoles a ellos.” El problema ya no es solamente francés y Europa ya lo ha entendido, aunque no toda. La Europa liberal no quiere comprenderlo. Quizá porque, como dijo Danilo Matucelli, jefe de investigación en el CNRS Francés, “el liberalismo considera que el enfermo, el parado o el pobre no tienen la desgracia, sino la culpa de serlo, y quien no tiene empleo, salud y un buen sueldo es porque no se ha esforza

La dignidad

A través de la web de Escolar llego a El Confidencial y allí encuentro una cita de Bertrand Rusell. Creo que todos los periodistas deberían tenerla como referencia, sobre todo en estos tiempos, en los que la esfera pública está más revuelta y las palabras van cargadas con la pólvora que hacen explotar los espíritus que dificultan el diálogo: “Bertrand Rusell en La conquista de la felicidad llega a aconsejar a los periodistas un camino hacia la paz interior, tras constatar que la inmensa mayoría no creen en la política de los medios para los que trabajan y han adoptado el cinismo como válvula de escape a la prostitución de su talento: “No puedo condenar a los que se dedican a este tipo de trabajos, porque morirse de hambre es una alternativa demasiado dura, pero creo que si uno tiene posibilidades de hacer un trabajo que satisfaga sus impulsos constructivos sin pasar demasiada hambre, hará bien, desde el punto de vista de la felicidad, en elegir este trabajo antes que otro mucho mejor p

Los locos

Un graffiti escrito en una pared dentro de un asilo psiquiátrico de Zagreb ponía: “Estamos dentro porque somos la minoría”. Estar loco, aparte de ser un diagnóstico médico, también es una condena social. De muchos artistas, reyes, generales y científicos, entre otros, se decía que estaban locos (en algunos casos existen pruebas evidentes), pero su estatus social marcaba la diferencia. Estaban locos, pero no diagnosticados, y por lo tanto no fueron apartados de la sociedad. Anteayer en el Festival de Cinema Independent de Barcelona vi una maravillosa película que trata el tema de la psiquiatría y locura. Se titula “La moindre des choses” (“Lo de menos”) y muestra el proceso de creación de una obra de teatro dentro de una institución mental de Francia. Los pacientes, dirigidos por una directora “normal”, ensayan el texto de una opereta. El modo en que Nicolas Philibert, director de esta película, muestra ese proceso creativo crea serias dudas sobre quién está “loco” y quién “normal”. Qui

La vuelta

El quinto día de los disturbios en Francia llamé a mi amiga Sabine, quien vive en París. Nos conocimos en 1999 cuando yo trabajaba como guía y traductor (“fixer”) para diferentes medios de comunicación extranjeros en Kosovo. Ella es editora de France 2, la cadena estatal francesa, y en los últimos treinta años ha cubierto todos los conflictos bélicos mencionados por los medios de comunicación del mundo occidental. Durante los tres años que pasamos trabajando juntos, el tema siempre fue mi país o, mejor dicho, mi ex país, Yugoslavia. En aquella época también informábamos sobre disturbios y estábamos inmersos en ellos: coches y casas quemados, gases lacrimógenos, disparos, explosiones, toques de queda, venganzas étnicas que reivindicaban justicia… Era nuestro trabajo. Era mi país. - ¡Hola!, ¡¡¿qué tal?!! ¿Dónde estás? ¿¡Cómo estás!? –en cuanto contestó mi llamada empecé a bombardearla con mis preguntas seguidas. - Acabo de volver de Irak y me encuentro con que mi país parece esta

El caparazón

Cuando se creía que la Tierra era plana y que cuatro tortugas la cargaban sobre sus caparazones, y la gente ardía en piras por hablar del sistema solar, quizá tenía sentido defender que la religión forma parte de la educación. Pero hoy en día existen pruebas físicas de que no caminamos sobre tortugas y se puede adquirir un inmenso caudal de conocimientos con un solo click de ratón. Un solo click separa una mente inquieta y con ganas de saber, de la humanidad y de su divina diversidad. No tengo nada en contra de que se enseñe religión en los colegios públicos. ¿Pero por qué sólo una?

El mazo

Aún me acuerdo de la cara enfurecida de mi abuelo al pillarnos, a mí y a mi primo Sasa, tirando petardos debajo de la sotana del cura que vino a dar el sermón a la casa de mis abuelos el día de nuestro santo familiar. Mi abuelo era ortodoxo y la iglesia ortodoxa de Serbia celebra cada año “el día del santo familiar” ( o “slava”) para celebrar la fecha en que esa familia abrazó la fe cristiana. La iglesia ortodoxa no reparte hostias, pero el abuelo sí. Horas más tarde aún me zumbaban los oídos de la que me cayó. Mi padre sigue con la tradición del santo y cada nueve de enero, San Esteban según el calendario juliano, reúne a toda la familia en nuestro pequeño piso en Belgrado. Realmente es un día bonito y especial. Mi madre se pasa semanas preparando montañas de comida, siempre luchando con el poco espacio que hay para guardarlo. Muchas veces las bandejas de pasteles acababan guardadas en mi habitación, así que mis amigos podían adivinar que se acercaba el día de mi santo por llevar pega

En el principio fue la palabra

Tenía trece años cuando por primera vez oí la palabra boicot. En aquel momento la asocié a rebelión, a que alguien decida hacer justicia. No sé por qué, pero me sonaba a algo relacionado con el proletariado y las barricadas, a gente valiente, orgullosa y unida por un ideal supremo. “Boicot” fue la primera palabra en la lista de mi nuevo vocabulario. Siguieron otras como, por ejemplo, masacre, genocidio, sanciones, los diferentes calibres de armas y los nombres de las distintas instituciones internacionales que venían a mediar en nuestro conflicto. Por primera vez, oí hablar de un boicot en 1989, cuando los líderes políticos de Eslovenia prohibieron la manifestación de los nacionalistas serbios en Ljubljana, la capital de esta república. Estos se querían manifestar contra el apoyo que daban los líderes eslovenos a los albaneses en Kosovo. Todo ocurría en una situación ya bastante tensa a causa de las negociaciones dentro del Partido Comunista sobre las nuevas vías de organización de la

El nuevo escenario para el futuro de la historia o ¿Paris Je t’aime?

“Cientos de millones de personas se mueven, a veces conflictivamente a partir de identidades colectivas construidas a través de la historia”, escribió Manel Castells en el artículo titulado “La importancia de la identidad” de La Vanguardia de ayer. Con la Revolución Francesa, París se convirtió en el faro de la sociedad moderna, en la ciudad modelo tal como antes lo fueron Atenas y Roma. En este sentido, París es el punto de encuentro de la identidad colectiva del mundo occidental. Esta gran ciudad ha sido el escenario de las revoluciones que han creado las pautas para los futuros siglos de la humanidad. Las frases que nacieron en sus calles marcaron el curso de la lucha social. Tanto “Libertad, igualdad y fraternidad” como “Seamos realistas, pidamos lo imposible” se convirtieron en lemas que movilizaron grandes masas por toda Europa. Hoy las calles de París son de nuevo el escenario de violentos enfrentamientos, pero esta vez no se escuchan frases trascendentales. ¿Puede ser que haya

Quizás

- Escucha, todo va bien –me decía mi abogada el otro día–. Si no nos contestan quiere decir que te lo han concedido. Ahora solo hay que esperar el resguardo con el que irás a la policía para dejar tus huellas y ya está. Llevo cuatro meses esperando la renovación de mi permiso de trabajo. El NIE que me dieron caducó hace dos meses. Para poder salir del país (¡y después regresar) necesitaría un permiso especial del Ministerio de Exteriores y, pese a todo, mi abogada asegura que voy bien. Parece ser que si el gobierno no contesta en el plazo de tres meses se supone que me lo han concedido y que lo único que falta ahora es presentar unos cuantos papeles más para que me llegue la prueba física de que me lo han concedido. Estoy en la fase “Quizás”. Tal vez lo que sucede es que no tengo paciencia, o que realmente soy un analfabeto en materia jurídica, pero me parece que la opción “quizás” no puede tener ninguna consideración relevante dentro del ámbito legal. Imagino que las leyes están pensa

Trabajando se entiende la gente

¿Sabes qué es lo peor que tiene este curro? –me preguntó ayer José, mi compañero de trabajo, quien lleva ya muchos años en la hostelería–. Lo peor de todo es que las cosas pasan ahí fuera. Justo ahora se está debatiendo el Estatut, el Barça acaba de meter cinco goles y nosotros aquí, con éstos. Incluso lo del 23-F, ya sabes, los disparos en el Parlamento, lo escuché por la radio en la cocina del restaurante en el que trabajaba entonces. ¡¿Te das cuenta?! Ahí fuera pasan cosas y nosotros aquí, encerrados con éstos –dijo señalando un par de mesas ocupadas por clientes extranjeros. José tiene toda la razón, la peor cosa que tiene la hostelería son los horarios, que te obligan a participar en la vida social en diferido. A las horas en que nosotros terminamos de trabajar ya solo quedan los borrachos, el resumen de la vida y una hora menos en las Islas Canarias. Anoche llegué a mi casa cerca de la una. Puse la tele y me sorprendió ver que los políticos españoles hacían horas extras. ¡Sesión