Anoche al volver del trabajo iba disfrutando de unas preciosas notas de bossa nova en Radio 3 pensando en “lo poco que hace falta para ser feliz” cuando de repente alguien me tocó el hombro.
Era mi amigo Fernando, quien trabaja en un restaurante que hace unos días consiguió una estrella Michelin.
- ¡Hombre! ¿Qué tal? –dije alegrándome de verlo.
- ¡Hasta los huevos! –me contestó.
Apagué la radio y volví a la vida.
- ¿Qué pasó?
-Nada, tío. El curro, que es una mierda. Ahora que han ganado la estrella estamos llenos todo el día. Pero no te lo puedes ni imaginar, la gente no para de entrar.
En el restaurante en el que trabaja Fernando el menú vale setenta euros y el personal trabaja como mínimo once horas diarias. En el contrato pone ocho. Las horas extra no se las pagan.
- Pero vete de allí, son unos miserables. Con tu curriculum encontrarás otro curro en dos días.
- No se trata de eso. Quiero cambiar las cosas allí. Solo pido que respeten el contrato que ya tengo, las horas que me corresponden y que contraten a más gente. El chef ya me ha dicho que si no estoy contento me puedo ir y que él tiene un montón de curriculums para buscar un sustituto.
- Es un asco todo esto, tío. Hay una serie de gentuza que se está forrando gracias a que hay mucha gente dispuesta a trabajar aceptando unas condiciones inhumanas.
- Exacto. Si yo me voy va a entrar alguien en seguida y va a currar hasta que se harte y entonces entrará el siguiente y luego otro más y así esos hijos de puta siempre tendrán quien les haga el trabajo mientras ellos se van haciendo absurdamente ricos.
- Ummmm, ya, -le contesté, como ya he hecho tantas otras veces cuando hablamos de este mismo tema. ¡Y me afecta! Me enfurece porque no es justo y no debería ser así. La sociedad de consumo nos consume en forma de curriculums Vitae.
Los esclavos soñaban con romper sus cadenas y el hombre moderno con llegar a fin de mes. Pero hay un dicho esperanzador que reza: “Temblad ante el esclavo cuando rompe sus cadenas, no tembléis ante el hombre libre”. Jean-Paul Sartre
Era mi amigo Fernando, quien trabaja en un restaurante que hace unos días consiguió una estrella Michelin.
- ¡Hombre! ¿Qué tal? –dije alegrándome de verlo.
- ¡Hasta los huevos! –me contestó.
Apagué la radio y volví a la vida.
- ¿Qué pasó?
-Nada, tío. El curro, que es una mierda. Ahora que han ganado la estrella estamos llenos todo el día. Pero no te lo puedes ni imaginar, la gente no para de entrar.
En el restaurante en el que trabaja Fernando el menú vale setenta euros y el personal trabaja como mínimo once horas diarias. En el contrato pone ocho. Las horas extra no se las pagan.
- Pero vete de allí, son unos miserables. Con tu curriculum encontrarás otro curro en dos días.
- No se trata de eso. Quiero cambiar las cosas allí. Solo pido que respeten el contrato que ya tengo, las horas que me corresponden y que contraten a más gente. El chef ya me ha dicho que si no estoy contento me puedo ir y que él tiene un montón de curriculums para buscar un sustituto.
- Es un asco todo esto, tío. Hay una serie de gentuza que se está forrando gracias a que hay mucha gente dispuesta a trabajar aceptando unas condiciones inhumanas.
- Exacto. Si yo me voy va a entrar alguien en seguida y va a currar hasta que se harte y entonces entrará el siguiente y luego otro más y así esos hijos de puta siempre tendrán quien les haga el trabajo mientras ellos se van haciendo absurdamente ricos.
- Ummmm, ya, -le contesté, como ya he hecho tantas otras veces cuando hablamos de este mismo tema. ¡Y me afecta! Me enfurece porque no es justo y no debería ser así. La sociedad de consumo nos consume en forma de curriculums Vitae.
Los esclavos soñaban con romper sus cadenas y el hombre moderno con llegar a fin de mes. Pero hay un dicho esperanzador que reza: “Temblad ante el esclavo cuando rompe sus cadenas, no tembléis ante el hombre libre”. Jean-Paul Sartre
Comentarios
1-si el trabajo que haces te gusta, o incluso te emociona
2-si te sientes a gusto en ese ambiente laboral...
Tiene más sentido luchar por cambiar lo que te disgusta -sueldos, horarios, falta de incentivos- que cambiar de puesto de trabajo cada medio año porque te queman tanto en cada uno que terminas huyendo.
Y mientras el compañerismo se ciña a que hoy me toca correr un poco más para ayudar a mi compañeros de entrantes, porque aún van peor que los de preelaboraciones; y no a hacer piña para que contraten a un cocinero más o al menos consigamos 14 pagas al año y no 12 con las extras prorrateadas -sin lo cual el sueldo mensual aún sería más escuálido- o a pedir trabajar once horas y no más (me río de los sindicatos y la izquierda francesa que demanda 35 horas semanales), a pesar de que en mi contrato esté escrito ocho horas, o...Mientras los mismos trabajadores no hagan suyas estas necesidades, dificilmente podremos pedir peras a la empresa.
Ante un chiflado que les pide idioteces -"Esto es un negocio", me espetaron por pedir que redujeran el número de reservas del mediodía mientras no contrataran a más personal- no se amilanan: te invitan a irte si no estás dispuesto a aguantar el peso de la estrella -echarte no porque, a sabiendas de que sin excepción todos abandonamos en un plazo máximo de dos años, los contratos son indefinidos- o te hacen la puñeta para que digas au revoire de motu propio.
Y yo, de momento, me quedo. Porque mi sistema de valores así me lo dicta -me comprometí en su momento a trabajar allí hasta una fecha determinada- y porque hasta que ese periodo venza, conservo la esperanza de contribuir en la mejora de algo. Mañana, de momento, creo que se incorpora un cocinero nuevo a la plantilla. Y me encontraré con él mañana mismo porque, aunque debería tener los dos días de libranza que me corresponden seguidos -eso significa sábado o lunes, para juntar con el domingo, en que el restaurante permancece cerrado- he tenido que hacer un esfuerzo por la empresa y por mis compañeros que están de vacaciones.
Enhorabuena por tus reflexiones. Un saludo, eslabón.
Es siempre igual, conozco a un hombre de 50 años, en plena forma y facultades, al que el banco quiere prejuvilar ofreciendo todo tipo de seudo-caramelos. El fué sindicalista toda su vida y por ahora no se deja comprar, sabe q con el dinero q le pagan, le hacen contratto-basura a dos jóvenes.
Como no pueden echarlo, lo marean cambiándolo de sucursal.
Lo malo es que en una de estas cede, de hecho lo noto más delgado y triste.
es una actitud como la tuya, no es por quitar trabajo a otros,no porque no pudiese vivir con la indemnización y paga posterior, es por recordar los contratos y los derechos laborales que, según él, tanto costó conseguir.
saludos.