- Escucha, todo va bien –me decía mi abogada el otro día–. Si no nos contestan quiere decir que te lo han concedido. Ahora solo hay que esperar el resguardo con el que irás a la policía para dejar tus huellas y ya está.
Llevo cuatro meses esperando la renovación de mi permiso de trabajo. El NIE que me dieron caducó hace dos meses. Para poder salir del país (¡y después regresar) necesitaría un permiso especial del Ministerio de Exteriores y, pese a todo, mi abogada asegura que voy bien. Parece ser que si el gobierno no contesta en el plazo de tres meses se supone que me lo han concedido y que lo único que falta ahora es presentar unos cuantos papeles más para que me llegue la prueba física de que me lo han concedido.
Estoy en la fase “Quizás”.
Tal vez lo que sucede es que no tengo paciencia, o que realmente soy un analfabeto en materia jurídica, pero me parece que la opción “quizás” no puede tener ninguna consideración relevante dentro del ámbito legal. Imagino que las leyes están pensadas para que los ciudadanos sepan fácilmente “qué es lo que puede ser” y “qué es lo que no puede ser”. Sí o no.
Todo este lío de papeles, resguardos, resoluciones y sellos para que te digan “Quizás” es uno de los motivos principales para contratar un abogado. Así te quitas el peso de encima y de vez en cuando le llamas para ver hacía donde va tu “quizás”.
Gran cantidad de gente hace lo mismo que yo. La mejor prueba de ello es lo que leí hace unos días en La Vanguardia: ”En Barcelona hay más de 20 000 abogados”. ¡Más que en toda Inglaterra! Si todos estos letrados existen quiere decir que hay mucha demanda y que la gente no se aclara con sus derechos. Por ello se necesita alguien que los interprete. En este punto se sitúa una línea muy fina que hace que decidas si necesitas un abogado o un psicólogo.
La opción “Quizás” pertenece al ámbito de lo abstracto, cuyas competencias asumían antes las religiones tradicionales. Pero éstas, presionadas por el todopoderoso individualismo, dejan paso cada vez más a la religión moderna, a la psicología.
“Quizás, quizás, quizás”… es el sermón moderno.
Llevo cuatro meses esperando la renovación de mi permiso de trabajo. El NIE que me dieron caducó hace dos meses. Para poder salir del país (¡y después regresar) necesitaría un permiso especial del Ministerio de Exteriores y, pese a todo, mi abogada asegura que voy bien. Parece ser que si el gobierno no contesta en el plazo de tres meses se supone que me lo han concedido y que lo único que falta ahora es presentar unos cuantos papeles más para que me llegue la prueba física de que me lo han concedido.
Estoy en la fase “Quizás”.
Tal vez lo que sucede es que no tengo paciencia, o que realmente soy un analfabeto en materia jurídica, pero me parece que la opción “quizás” no puede tener ninguna consideración relevante dentro del ámbito legal. Imagino que las leyes están pensadas para que los ciudadanos sepan fácilmente “qué es lo que puede ser” y “qué es lo que no puede ser”. Sí o no.
Todo este lío de papeles, resguardos, resoluciones y sellos para que te digan “Quizás” es uno de los motivos principales para contratar un abogado. Así te quitas el peso de encima y de vez en cuando le llamas para ver hacía donde va tu “quizás”.
Gran cantidad de gente hace lo mismo que yo. La mejor prueba de ello es lo que leí hace unos días en La Vanguardia: ”En Barcelona hay más de 20 000 abogados”. ¡Más que en toda Inglaterra! Si todos estos letrados existen quiere decir que hay mucha demanda y que la gente no se aclara con sus derechos. Por ello se necesita alguien que los interprete. En este punto se sitúa una línea muy fina que hace que decidas si necesitas un abogado o un psicólogo.
La opción “Quizás” pertenece al ámbito de lo abstracto, cuyas competencias asumían antes las religiones tradicionales. Pero éstas, presionadas por el todopoderoso individualismo, dejan paso cada vez más a la religión moderna, a la psicología.
“Quizás, quizás, quizás”… es el sermón moderno.
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