Así fue como me di cuenta de que del mismo modo en que hasta entonces había estado pagando una cantidad fija por la electricidad que no se correspondía al verdadero consumo, sino al que calculaban que habían “estimado”, durante el último período también yo he estado viviendo en algo que podríamos llamar “tiempo estimado”.
Por pura inercia, durante los tres años que hace que vivo aquí no he prestado atención a cuánto “gastaba” de mí mismo. Había cosas, muchas cosas por hacer, por acabar y no tenía más remedio que hacerlas. Algunas buenas, algunas malas y todas en la misma dirección: salir adelante, cumplir objetivos y seguir con el “proyecto”.
Hasta ahora la “estimación” de mi consumo consistía en aguantar hasta que la cosa mejorase. Proyectaba mis deseos en la sombra administrativa esperando que un día dejaran de ser fruto de mi propia imaginación y pudiera empezar a vivir de verdad mis deseos. Iba de curro en curro, de bolo en bolo, de trámite en tramite, de un absurdo administrativo a otro y la factura se acumulaba en el cuerpo y sobre todo en la mente.
Ahora que he llegado a mi destino y que he conseguido mis objetivos, la vida me pasa la factura, lo que verdaderamente he consumido de mí durante los últimos años, y esta vez con “lectura real”. Y al parecer es más elevada de lo que creía. La situación ha mejorado muchísimo y ahora hay que afrontar la realidad. Cansancio, estrés, dolores musculares, depresión y todos los demás síntomas que se agrupan bajo el síndrome de Ulises, los tengo todos. Esa es la lectura real de mi periodo de integración.
Ahora con el nuevo tiempo estimado me tendré que acostumbrar a los condiciones normales mientras espero una nueva “lectura real”.
Hasta entonces ¡a vivir el tiempo estimado!
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