Estaba harto de todo y simplemente supe que tenía que irme de Belgrado. Cuando llegué a esa conclusión, pensé en ir a Italia, como mi amigo Sava. Él fue el primero de nuestra pandilla en irse "fuera" y su historia puede ayudar a entender cómo es el país del que vengo y cómo son las cosas allí.
Muchos opinan que Sava tuvo suerte porque durante la guerra estuvo seis meses “a salvo” en la cárcel. La Cruz Roja lo incluyó en su registro de prisioneros de guerra y por tanto nadie pudo hacerlo “desaparecer”. Algo después, su madre se casó con un italiano y, en cuanto lo intercambiaron por otros prisioneros, Sava cogió el primer avión con rumbo a Italia. Así fue como Sava se salvó y alcanzó las tierras del Primer Mundo.
La geopolítica existe y una de sus manifestaciones más físicas se concretó en la antigua Yugoslavia. Hasta hace quince años el que entonces era mi país era vecino de Italia. Pasar de un lado a otro era tan simple como enseñar un pasaporte, nada de esperar dos meses en una cola para obtener un visado. Pero algo sucedió, fue como si unos extraños movimientos sísmicos separasen las tierras italianas de las balcánicas. Cada vez estaban más y más lejos, y en la actualidad llegar hasta ellas se ha convertido en una especie de expedición intergaláctica.
Sava fue nuestro primer astronauta. Durante su pionera expedición volvió a recibir muestras de su “buena suerte” y en mitad del vuelo la azafata salió de la cabina para decir algo parecido a:
- Tenemos problemas de combustible.
Sava sonrió pensando: “Ya estamos otra vez”, pero su madre, que recibió la misma noticia mientras le esperaba en el aeropuerto de Roma, se desmayó.
No obstante, Sava consiguió llegar a su maravilloso destino y durante los dos años siguientes aprendió a hablar italiano, tuvo cinco accidentes de tráfico y en una ocasión encontró su coche bajo una casa que acababa de derrumbarse. Nuestro amigo pasó por todo tipo de bajas emocionales y finalmente consiguió los papeles.
Un par de años después Sava volvió a nuestro mundo y lo primero que hizo fue enseñarnos un trozo de plástico, escrito íntegramente en italiano y con una fotografía.
- “Legal”.
Su cara entera lo decía: “Soy legal”. Nuestro Sava era de otro mundo.
Por eso, cuando me harté de todo, decidí llamarle y él me dijo: “Ven”. Quince minutos después, casualidades de la vida, me telefoneó Marta desde Barcelona y me dijo lo mismo.
Y me quedé pensando de un modo similar a como debió hacerlo Aznar cuando le preguntaron por qué se llevaba tan bien con Libia y por qué no ocurría otro tanto con Cuba. “¿Por qué Libia sí y Cuba no? Pues porque Libia sí y Cuba no”, respondió el gran líder.
¿Por qué España sí e Italia no?
En menos de quince minutos, sin moverme de casa, ya había cambiado dos veces de país. Me decidí por la tierra de don Quijote por varios motivos, pero, sobre todo, porque nunca antes había estado en España y, además, aquella loca me inspiraba. Fue una extraña mezcla de curiosidades.
Y ahora, pensándolo bien, creo que en el fondo era mi destino venir a este país. No en vano, nuestro coche familiar era un Ford Fiesta y mi juguete preferido el Naranjito. Aún recuerdo perfectamente aquella fruta con brazos y piernas que tenía una cuerda, que al estirarla chutaba la pelota.
Ahora me parece ridículo que alguien se pueda divertir con una cosa tan sencilla, pero si pienso en el prime time de la televisión española llego a comprenderlo.
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