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La boda real

- Ostras, mi Emilio se ha hecho daño en una pierna y ahora tenemos que cancelar la prueba de video”, se lamentaba una tarde Cristina, una compañera de trabajo en una cafetería en la que pasé unos meses.

Desde que Cristina estaba a punto de casarse siempre andaba muy estresada. Claro que lo de “a punto” es un decir, porque aún faltaban seis meses para el enlace.

- ¿Qué prueba?, pregunté yo.
- La de video. El chico del estudio que nos grabará el día de la boda tenía que hacernos una prueba.
- ¿Cómo? –yo seguía sin comprender nada-. ¿Qué chico, qué prueba?
- ¿Cómo que qué prueba? ¡La del video! Tenemos que hacer una prueba para asegurarnos de que lo grabaremos bien el día de la boda.
- A ver si lo entiendo... Quedan seis meses para tu boda y tú vas haciendo pruebas de video mientras tanto... Contratar un estudio profesional para que grabe una boda ya me parece exagerado, pero hacer una prueba es tremendo... No tengo palabras. Supongo que es para el DVD, para añadir escenas y el making-off...
- Pues no es mala idea, bromeó Cristina.

Después de ver que mi amiga Cristina, que es camarera, pasó meses y meses preparándose para el día de su boda, debería haber estado preparado para la de don Felipe y doña Letizia. Pero tengo que confesar que, aun así, me sorprendió. Eso sí, me lo pasé fenomenal paseando por Barcelona. Por primera vez, la ciudad estaba completamente abandonada. No había nadie por las calles y en todas las ventanas se adivinaba la misma escena: personas pegadas a la pantalla de la tele.

Aquella mañana entré en un bar a pedir un café y el camarero ni siquiera me miró. Tanto interés hizo que decidiera esperar un rato y seguir la boda real. Pensé que tal vez cuando fuese a buscar mi permiso de trabajo me harían algún tipo de test para ver si lo merecía. Entonces podrían incluir algunas preguntas del tipo:

- ¿Qué vestido llevaba la mujer de Zapatero el día del enlace?
- ¿Quién estaba sentado en la tercera fila situada a la izquierda de la iglesia, entre un hombre y un dos mujeres?

Nunca se sabe y hay que estar preparado. Además, si no me enteraba un poco de qué iba la cosa, no podría participar en ninguna de las conversaciones de la semana siguiente y mi vida social se resentiría.

Lo intenté, de veras, pero no aguanté. Me aburría mucho y me di cuenta de que, por mucho que me esfuerce, hay cosas que solo pueden sentir los que han nacido en la piel de toro. La emoción de ver a los príncipe saludando a las masas es algo que me escapa, pero a mi alrededor todo el mundo la vivió desde un punto de vista político o no. Y, a su manera, creo que todos disfrutaron. Algunos por ser monárquicos y otros, simplemente, porque para después cachondearse había que verlo. Además, era imposible no hacerlo. Todas las cadenas lo retransmitían en directo, así que el zapping no arreglaba nada.

Hablando de zapping... Mi chiste preferido sobre los príncipes lo escuché en el programa de Andreu Buenafuente. Cuando le preguntaron a uno de los humoristas cómo se conocieron los príncipes, respondió:

- Felipe andaba haciendo zapping...

A mí la imagen que se me ha quedado grabada de ese día es la de la novia estresadísima. De golpe, pensé en Cristina y entendí que la pobre doña Leti aún había tenido menos tiempo que mi amiga. ¡Qué vida es la dura de los famosos! ¡Aguanta, reina!

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Por eso Felipe escogió a Letizia, porque ya tenía todas las pruebas de video hechas.
Felicidades por el site

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