Conocí a Sonia justo en las fechas en que ocurrió la catástrofe del Prestige. Era la primera gallega que conocía y hablamos bastante sobre aquel desastre y la polémica que levantó la negligencia del gobierno de Aznar. Recuerdo que le pregunté qué iba a pasar con Galicia y sin pensarlo mucho me contestó: - No va a pasar nada. - ¿Y la gente? ¿Qué van a hacer? -insistía yo refiriéndome a que la mayoría de la gente vivía del mar, que en estas fechas (utilizando el vocabulario electoral “Fraga”) estaba hecho “mierda”. - ¿¡La gente!?... –me contestó Sonia- Como siempre... Vamos a emigrar. Cuando las cosas se ponen feas lo que hacen los gallegos es emigrar. Lo que pasa es que no sé a dónde vamos a irnos esta vez. Pero ya se verá. Por algo me explicaron que la palabra típica entre los gallegos es “depende”. Escuchando a Sonia noté cierta filosofía oriental en su actitud como diciendo que todo tiene sus fines y consecuencias y que no hay nada más “incambiable” que el cambio mismo. ¿Y cómo llegó...
Diario de un emigrante balcánico en la Península Ibérica