Recuerdo cuando el verano pasado todo el mundo se quedó flipado. Un sondeo reveló que en España se trabaja más que en el resto de países europeos. No me lo podía creer. Y ahora debo disculpas a todos los trabajadores españoles por no haber visto lo que se escondía debajo de la superficie de calma y tranquilidad que caracteriza su filosofía laboral.
Observando desde fuera uno se puede dar cuenta de que las tareas laborales se dividen entre el grupos de españoles que pasa largos ratos observando a un compañero que está trabajando y el de éstos, que se dedica a comentar y analizar el avance de ese proceso.
También es singular que, con la intención de incrementar la productividad, utilizan en sus horas de trabajo un método poco habitual en el resto de Europa. Este se denomina popularmente “hablar por hablar”. Alguien malintencionado podría interpretar negativamente ese factor social, pero siempre vendrá otro factor en defensa de los españoles. Es la “hora tonta” y pocos países europeos “sufren” sus “devastadores” efectos como en estas latitudes.
¿Por qué nadie cree que aquí se está trabajando muchísimo? ¿Por qué millones de españoles se colapsan cuando llega la “hora tonta”? Es que nadie ve, o quizá no quiere ver, que los españoles están agotados a causa de una jornada intensa, del estrés de trabajo y del esfuerzo invertido para sacar la empresa delante.
Es triste que un sondeo tenga que confirmar algo que todos ya sabían, en España se trabaja. Sí, señor. Imagina que los que hicieron el sondeo hubiesen calculado además todas las horas de trabajo en negro, gris, azul, etc, que se trabajan en este país. Los datos serían alarmantes. Quizás incluso se debería proclamar el estado de alerta y disolver todo el país durante un año de vacaciones generales.
Diario de un emigrante balcánico en la Península Ibérica
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