Recuerdo ahora el último puente de la Constitución, el más largo del año. Cuatro días sin hacer nada. Todo un lujo. Iba por la calle, con mis papeles finalmente en regla y ningún encargo hostelero a la vista, cuando me di cuenta de que no había hecho la compra y que estaba a punto de quedarme con la nevera vacía durante los próximos cuatro días. Entonces descubrí una de las mayores ventajas de las sociedades avanzadas multiculturales: la inmigración. Mis vecinos son de Pakistán y nunca cierran su tienda.
Al principio pensé que era propiedad de dos mellizos y le pregunté a uno de ellos cómo se llamaba. “X”, me dijo. Un par de días después vi a su hermano y le pregunté lo mismo, a lo que me respondió que cómo había olvidado su nombre sólo un par de días más tarde. No había mellizos, sólo había un único trabajador, X, que hacía jornada completa, o mejor dicho, semana completa.
Como pasa tanto tiempo allí X se lo ha montado para estar bastante cómodo. Un día apareció con una silla muy confortable, luego vino la radio, después la tele y finalmente el DVD. Gracias a X conocí el “star system” de Bollywood. Poquito a poco la tienda ha ido cogiendo su personalidad y yo disfruto sabiendo que siempre puedo hacer mis compras allí y echarle un vistazo al esplendor de Bollywood. Estoy convencido de que X espera que algún día su tienda se convierta de modo espontáneo en un lugar de esos que salen en sus películas favoritas en los que la gente se pone a bailar y cantar vestidos con todos los colores del mundo sin una razón concreta, sino porque sencillamente lo sienten así.
Pero de momento ese momento aún no ha llegado y X sigue viendo sus DVD’s, la gente sigue comprando y los días pasan. Como el agua bajo el puente.
- ¿Y tú no haces puente? -le pregunté.
- ¿Puente? ¿Qué es hacer puente? No sé yo trabajar aquí en tienda. Puente no” –me contestó.
No me apuré por explicarle qué es el puente. Al fin y al cabo hay mucha gente que no sabe qué significa hacer puente y viven felices.
- “No sé como explicarle qué es el puente y que no tiene que despertarse” –me dijo el otro día Valérie, la camarera que trabaja en el bar donde suelo tomar mi café ritual. Se refería a su hijo de 3 años, que el día de la Constitución se despertó a las siete de la mañana.
- “Búscale un trabajo”- le aconsejé.
No creo que lo haga, pero me asombró descubrir la simetría que existe entre un niño español de tres años y un hombre paquistaní de cuarenta.
A la vez me acordé de la pregunta de un político alemán:
- “Hay que preguntarse ¿qué hemos hecho mal para que los inmigrantes no se integren?
Era la primera vez que veía que algún político se planteaba la posibilidad de que igual no toda la culpa la tienen los inmigrantes.
Ser inmigrante es volver a ser un niño. Es volver a estar desprotegido ante el mundo desconocido que te rodea. Es tener sensaciones extrañas, oídos raros, costumbres que no compartes.
Tu madre no está y si estuviera tampoco te iba a poder ayudar mucho, porque incluso para ella todo sería nuevo, extraño, raro y desconocido.
Los inmigrantes estamos pendientes de los que nos enseñan y vigilan mientras vamos dando nuestros primeros pasos. Con esto yo he tenido mucha suerte. Mis amigos españoles me guiaron con muchas ganas y energía positiva por mi nueva sociedad. Mis primeros pasos fueron plácidos y mi curiosidad ha sido bien recompensada.
Mi mejor regalo fue la sensación de interactividad. De poder provocar una sonrisa. Igual que un bebé, yo también estaba pendiente de las sonrisas, eran como premios a mis intentos de expresarme, comunicarme, acercarme,...
Cada sonrisa era el ladrillo que me integraba en mi nuevo país.
Más sonrisas, por favor. No cuestan nada y todos las entienden.
Al principio pensé que era propiedad de dos mellizos y le pregunté a uno de ellos cómo se llamaba. “X”, me dijo. Un par de días después vi a su hermano y le pregunté lo mismo, a lo que me respondió que cómo había olvidado su nombre sólo un par de días más tarde. No había mellizos, sólo había un único trabajador, X, que hacía jornada completa, o mejor dicho, semana completa.
Como pasa tanto tiempo allí X se lo ha montado para estar bastante cómodo. Un día apareció con una silla muy confortable, luego vino la radio, después la tele y finalmente el DVD. Gracias a X conocí el “star system” de Bollywood. Poquito a poco la tienda ha ido cogiendo su personalidad y yo disfruto sabiendo que siempre puedo hacer mis compras allí y echarle un vistazo al esplendor de Bollywood. Estoy convencido de que X espera que algún día su tienda se convierta de modo espontáneo en un lugar de esos que salen en sus películas favoritas en los que la gente se pone a bailar y cantar vestidos con todos los colores del mundo sin una razón concreta, sino porque sencillamente lo sienten así.
Pero de momento ese momento aún no ha llegado y X sigue viendo sus DVD’s, la gente sigue comprando y los días pasan. Como el agua bajo el puente.
- ¿Y tú no haces puente? -le pregunté.
- ¿Puente? ¿Qué es hacer puente? No sé yo trabajar aquí en tienda. Puente no” –me contestó.
No me apuré por explicarle qué es el puente. Al fin y al cabo hay mucha gente que no sabe qué significa hacer puente y viven felices.
- “No sé como explicarle qué es el puente y que no tiene que despertarse” –me dijo el otro día Valérie, la camarera que trabaja en el bar donde suelo tomar mi café ritual. Se refería a su hijo de 3 años, que el día de la Constitución se despertó a las siete de la mañana.
- “Búscale un trabajo”- le aconsejé.
No creo que lo haga, pero me asombró descubrir la simetría que existe entre un niño español de tres años y un hombre paquistaní de cuarenta.
A la vez me acordé de la pregunta de un político alemán:
- “Hay que preguntarse ¿qué hemos hecho mal para que los inmigrantes no se integren?
Era la primera vez que veía que algún político se planteaba la posibilidad de que igual no toda la culpa la tienen los inmigrantes.
Ser inmigrante es volver a ser un niño. Es volver a estar desprotegido ante el mundo desconocido que te rodea. Es tener sensaciones extrañas, oídos raros, costumbres que no compartes.
Tu madre no está y si estuviera tampoco te iba a poder ayudar mucho, porque incluso para ella todo sería nuevo, extraño, raro y desconocido.
Los inmigrantes estamos pendientes de los que nos enseñan y vigilan mientras vamos dando nuestros primeros pasos. Con esto yo he tenido mucha suerte. Mis amigos españoles me guiaron con muchas ganas y energía positiva por mi nueva sociedad. Mis primeros pasos fueron plácidos y mi curiosidad ha sido bien recompensada.
Mi mejor regalo fue la sensación de interactividad. De poder provocar una sonrisa. Igual que un bebé, yo también estaba pendiente de las sonrisas, eran como premios a mis intentos de expresarme, comunicarme, acercarme,...
Cada sonrisa era el ladrillo que me integraba en mi nuevo país.
Más sonrisas, por favor. No cuestan nada y todos las entienden.
Comentarios
Quería agradecerte que me dieras la dirección de tu blog, empecé a verla la semana pasada y me gusta mucho. La leo en mis huecos durante el trabajo, y debo felicitarte porque me parece que escribís muy bien, y el contenido me parece duro y sensible, real y onírico, pero sobretodo muy inteligente y humano.
Y cada vez que entro, espero ansioso alguna historia nueva.
Un abrazo gauchesco, sabor dulce de leche, Nacho.
PD: y la respuesta de tu abuelo al burócrata fue genial...
tu blog vale mucho la pena, ¡qué suerte que tenemos de absorber gente como tu!
Te recomiendo una película que ya ha salido en Francia, Les poupées russes, segunda parte de L'auberge espagnole (Una casa de locos).
Teo