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Las sombras rojas

Las sombras se ponen rojas siempre cuando el odio toma las calles. Cuando todas las calles tienen un sentido único, el de ningún “sentido común”. Lo sé porque lo he visto, porque lo he vivido.

No sin razón Brecht puso en boca de un cura las siguientes palabras:

“Primero se llevaron a los judíos, pero como yo no era judío, no me importó. Después se llevaron a los comunistas, pero como yo no era comunista, tampoco me importó. Luego se llevaron a los obreros, pero como yo no era obrero tampoco me importó. Más tarde se llevaron a los intelectuales, pero como yo no era intelectual, tampoco me importó. Después siguieron con los curas, pero como yo no era cura, tampoco me importó. Ahora vienen por mí, pero ya es demasiado tarde.”

La guerra en mi país empezó cuando de nuevo se llenaron las iglesias y las mezquitas. Cuando los curras de cada una de las tres religiones (católica, ortodoxa y musulmán) alzaron la voz para dirigir a “los fieles” hacía el futuro, retrocediéndonos todos hacía el pasado recordando los tiempos donde su voz aún pintaba algo. Dolidos por haber estado apartados del poder y de todos los beneficios sociales que les traía, sintieron su momento y la liaron de nuevo.

Salvando las distancias, miro las fotos de la manifestación del Foro Español de la Familia y veo los representantes de la iglesia y los “interpretes” del Espíritu Santo dirigiendo las sombras rojas y me acuerdo de unos versos de un poeta rumano que decía “Mi tristeza escucha cómo unos perros aún no nacidos ladran a unos hombres aún no nacidos.”

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