Tranquilo con mi bocata de tortilla y café, voy leyendo La Vanguardia y de repente me encuentro con un titular: “Nostalgia de la mili”.
El artículo habla de Francia y de quienes se plantean si habría que volver a tener un servicio militar obligatorio porque según algunos “el ejército es una formidable herramienta para la integración social”. Para ellos la solución para calmar a los chavales que están quemando los coches sería ponerles un uniforme y mandarlos a algún país lejano, de esos que salen en las noticias, y que los quemen allí. Incluso el diario Le Monde se suma a estas opiniones diciendo que el servicio militar “favorece la mezcla social y la integración”.
Mis recuerdos del servicio militar no son precisamente “nostálgicos”. Asocio la mili con la mediocridad y la represión de cualquier tipo de distinción o iniciativa personal. El humor era lo que nos mantenía lejos de sentirnos soldados. Recuerdo una anécdota. Un día nos mandaron excavar una trinchera. A mí me tocó una parcela de tierra llena de agua y cuando se lo comenté a mi sargento me contestó gritando: “¡Excava y calla!”. Y así lo hice.
Al terminar de excavar estaba todo cubierto de barro. El sargento que me ordenó hacerlo nos ordenó ponernos en fila, cada uno al lado de su trinchera para la inspección que iba hacer el teniente. Cuando éste llegó hasta mi trinchera, estaba cubierta de agua hasta la mitad. Con la cara enfurecida me preguntó:
- ¡¿Soldado, qué tipo de trinchera es esto?!”
- “¡Es una trinchera marinera, señor!” –le contesté.
La respuesta me costó una semana de limpieza de los lavabos de nuestro cuartel.
Hice buenos amigos en la mili y debo admitir que me divertían algunas cosas que nos enseñaban, pero ello no compensaba la inmensa falta de libertad que sentía. Con el paso de tiempo, el espíritu de la rutina mecánica en la que todos ocupábamos un puesto determinado se iba apoderando de nosotros y el cansancio físico no dejaba mucho espacio para los sueños y los deseos. El color verde oliva del uniforme se convirtió en nuestro estado de ánimo.
El servicio militar quizá tenga todos los requisitos para crear un estado, o una ilusión muy creíble, de la “Igualdad” y la “Fraternidad”, pero le falta lo esencial. No tiene la “Libertad”.
“La base de nuestra civilización está en la libertad de cada uno, en sus pensamientos, en sus creencias, sus opiniones, su trabajo y sus ocios” -Charles de Gaulle.
El artículo habla de Francia y de quienes se plantean si habría que volver a tener un servicio militar obligatorio porque según algunos “el ejército es una formidable herramienta para la integración social”. Para ellos la solución para calmar a los chavales que están quemando los coches sería ponerles un uniforme y mandarlos a algún país lejano, de esos que salen en las noticias, y que los quemen allí. Incluso el diario Le Monde se suma a estas opiniones diciendo que el servicio militar “favorece la mezcla social y la integración”.
Mis recuerdos del servicio militar no son precisamente “nostálgicos”. Asocio la mili con la mediocridad y la represión de cualquier tipo de distinción o iniciativa personal. El humor era lo que nos mantenía lejos de sentirnos soldados. Recuerdo una anécdota. Un día nos mandaron excavar una trinchera. A mí me tocó una parcela de tierra llena de agua y cuando se lo comenté a mi sargento me contestó gritando: “¡Excava y calla!”. Y así lo hice.
Al terminar de excavar estaba todo cubierto de barro. El sargento que me ordenó hacerlo nos ordenó ponernos en fila, cada uno al lado de su trinchera para la inspección que iba hacer el teniente. Cuando éste llegó hasta mi trinchera, estaba cubierta de agua hasta la mitad. Con la cara enfurecida me preguntó:
- ¡¿Soldado, qué tipo de trinchera es esto?!”
- “¡Es una trinchera marinera, señor!” –le contesté.
La respuesta me costó una semana de limpieza de los lavabos de nuestro cuartel.
Hice buenos amigos en la mili y debo admitir que me divertían algunas cosas que nos enseñaban, pero ello no compensaba la inmensa falta de libertad que sentía. Con el paso de tiempo, el espíritu de la rutina mecánica en la que todos ocupábamos un puesto determinado se iba apoderando de nosotros y el cansancio físico no dejaba mucho espacio para los sueños y los deseos. El color verde oliva del uniforme se convirtió en nuestro estado de ánimo.
El servicio militar quizá tenga todos los requisitos para crear un estado, o una ilusión muy creíble, de la “Igualdad” y la “Fraternidad”, pero le falta lo esencial. No tiene la “Libertad”.
“La base de nuestra civilización está en la libertad de cada uno, en sus pensamientos, en sus creencias, sus opiniones, su trabajo y sus ocios” -Charles de Gaulle.
Comentarios
Sinceramente y desde mi experiencia estoy de acuerdo contigo en lo que a un ejercito de reemplazo se refiere. Lo primero que hice al ingresar al ejercito fue recomendar a mis amigos que alargaran sus prorrogas para asi librarse de hacer la mili.
Nada en esta vida es de provecho si es obligado y solo crea rencor y resentimiento. Logicamente no todo es negativo pero creo que, como bien tu dices, nada compensa la falta de libertad que siente quien esta obligado a permanecer en un lugar que no quiere haciendo cosas que no quiere.
La mili era un robo, un robo de parte de tu vida. Y nadie, ni el estado, gobierno, pais, tiene derecho a quitarte parte de tu vida si tu no quieres darsela.
Un saludo.
Felicidades y a seguir