¡Qué difícil me resultaba enfadarme en español hasta hace poco! Siempre hacía el ridículo en esos momentos espontáneos en los que se supone que reaccionas desde el corazón para expresar tus sentimientos. Aristóteles ya dijo hace siglos que enfadarse es muy fácil pero enfadarse con la persona apropiada, en el momento apropiado y por la razón adecuada es muy difícil.
Si un filosofo, un tío muy listo, ya supo hace siglos que enfadarse del modo adecuado es muy difícil la cosa es seria. Para empezar, sus tiempos eran mucho más relajados que los nuestros, sin tanto estrés y supongo que sin tanta burocracia. Además, él pensaba esto teniendo nacionalidad griega en una época en la que Grecia aún no había entrado en la Unión Europea ni pretendía hacerlo. Aristóteles tenía una vida arreglada, hablaba el idioma del lugar en el que vivía, tenía el permiso de residencia y el de trabajo. Y a pesar de todas estas ventajas ya sabía lo difícil que es enfadarse. Realmente era un hombre muy listo.
Ahora imaginemos un serbocroata que lo máximo que podía decir cuando llegó a estas tierras era “hola,¿qué tal?”, “¿cuánto es?” y cantar el estribillo de “Bésame mucho”. En esta situación te puedes enfadar, pero nadie te va a entender y entonces para qué te sirve enfadarte. Poco a poco empiezas a comprender toda la riqueza del castellano y aprendes palabrotas como “hijo de puta”, “cabrón”, “me cago en...”. Puedes utilizar esas palabras para expresar tu presente estado de ánimo, pero la mayoría de veces vas a perder la lucha dialéctica, la parte esencial de una pelea, porque tu rival, que suponemos es castellanohablante, dominará la situación con un vocabulario mucho más rico. Además, tiene más capacidad fonética a la hora de construir frases propias o graduar las expresiones como por ejemplo ir ascendiendo del hijo de puta al hijo de la gran puta y de ahí al hijo de la gran puta cuya madre ha sido la más puta de todas las putas, etc...
Un emigrante nunca llegará a ese nivel. Simplemente nos falta lo que el fotógrafo Cartier-Bresson llamó el “instante decisivo” o mejor dicho utilizar las palabras apropiadas en el instante adecuado y así machacar a tu adversario. ¡Toma ya! Para mí fue difícil, porque durante mucho tiempo cuando me expresaba seguía pensando subconscientemente en mi idioma.
Ahora ya me puedo cabrear como cualquiera.
Si un filosofo, un tío muy listo, ya supo hace siglos que enfadarse del modo adecuado es muy difícil la cosa es seria. Para empezar, sus tiempos eran mucho más relajados que los nuestros, sin tanto estrés y supongo que sin tanta burocracia. Además, él pensaba esto teniendo nacionalidad griega en una época en la que Grecia aún no había entrado en la Unión Europea ni pretendía hacerlo. Aristóteles tenía una vida arreglada, hablaba el idioma del lugar en el que vivía, tenía el permiso de residencia y el de trabajo. Y a pesar de todas estas ventajas ya sabía lo difícil que es enfadarse. Realmente era un hombre muy listo.
Ahora imaginemos un serbocroata que lo máximo que podía decir cuando llegó a estas tierras era “hola,¿qué tal?”, “¿cuánto es?” y cantar el estribillo de “Bésame mucho”. En esta situación te puedes enfadar, pero nadie te va a entender y entonces para qué te sirve enfadarte. Poco a poco empiezas a comprender toda la riqueza del castellano y aprendes palabrotas como “hijo de puta”, “cabrón”, “me cago en...”. Puedes utilizar esas palabras para expresar tu presente estado de ánimo, pero la mayoría de veces vas a perder la lucha dialéctica, la parte esencial de una pelea, porque tu rival, que suponemos es castellanohablante, dominará la situación con un vocabulario mucho más rico. Además, tiene más capacidad fonética a la hora de construir frases propias o graduar las expresiones como por ejemplo ir ascendiendo del hijo de puta al hijo de la gran puta y de ahí al hijo de la gran puta cuya madre ha sido la más puta de todas las putas, etc...
Un emigrante nunca llegará a ese nivel. Simplemente nos falta lo que el fotógrafo Cartier-Bresson llamó el “instante decisivo” o mejor dicho utilizar las palabras apropiadas en el instante adecuado y así machacar a tu adversario. ¡Toma ya! Para mí fue difícil, porque durante mucho tiempo cuando me expresaba seguía pensando subconscientemente en mi idioma.
Ahora ya me puedo cabrear como cualquiera.
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Un abrazo