Desde que el ser humano desarrolló la, increíblemente inútil, costumbre de producir adrenalina incluso ante las amenazas no inminentes, e imaginarias , el miedo se convirtió en una de las principales técnicas de control social, encontrando en la religión, política y el arte, sus expresiones más fuertes y fértiles.
Desde entonces, una buena parte del desarrollo humano ha ido acompañada por la evolución de las técnicas de tortura. Gracias a ello, hoy en día poseemos una rica herencia, sobre la que fueron levantados los cimientos de nuestra sociedad “moderna”. Y entre sus emblemas principales está la Atención al Cliente; la Madre de Todas las Torturas.
Existen muchas técnicas de tortura, y muchas de ellas fueron desarrolladas para agilizar el interrogatorio, y para que la confesión fuera concorde con la intención de la acusación. Con el tiempo, las técnicas iban progresando, haciéndose cada vez más sutiles, hasta llegar a una técnica que todos conocemos. La que comienza con un simple: “Hola, ¿En qué le podemos ayudarle?”, y termina reventando el sistema nervioso de la persona, a la que se aplica este sofisticado modelo de terror.
Es una técnica moderna desarrollada en EEUU y Europa pero, por causa de la globalización, no fue inmune a la deslocalización. En búsqueda de la mano de obra preparada, formada, y barata, el centro de operaciones se desplazó a América Látina, sobre todo en Argentina.
El concepto parte de una premisa muy sencilla: Si la mayoría de las enfermedades humanas son de origen psicosomático, entonces por qué no se podría considerar que la mayoría de las incidencias técnicas también lo son. O, en otras palabras, que las incidencias técnicas tienen origen en algun tipo de desorden psicologico del cliente. Así que, en ambos casos, como el tratamiento se puede aplicar los métodos de psicoterapia, o sea, tener una persona que escucha, toma nota y finalmente transferir la responsabilidad al paciente/cliente o a terceros. Y quien mejor para ello que una persona con un acento que a muchos de los españoles asocia a un psicólogo: un/a argentino/a.
La técnica de esta tortura es muy sencilla. Comienza con un robot que nos ofrece el amplio abanico de posibilidades, las que independientemente de la elección que hagamos llevan al mismo destino donde, tras un “Hola. ¿En qué podemos ayudarle?”, nos transfiere a un hilo musical “relajante”, consecuencia de una equivocación, por supuesto nuestra, al haber seleccionado un departamento que no puede atender nuestra petición. Tras ello, el torturado es transferido a otro departamento donde tendrá que volver a repetir el motivo de su llamada. Tras escuchar la melodía del hilo musical, la consecuencia de otra equivocación del torturado, será transferido al otro departamento donde tendrá que volver a repetir el motivo de su llamada. Tras escuchar la melodía del hilo musical, la consecuencia de otra equivocación del torturado, será transferido al otro departamento donde tendrá que volver a repetir el motivo de su llamada. Tras escuchar la melodía del hilo musical, la consecuencia de otra equivocación del torturado, será transferido al otro departamento donde tendrá que volver a repetir el motivo de su llamada….↨∞
Y podría ir haciendo ctrl /ctrl p toda la eternidad, porque es el mismo método que usa la “Atención al Cliente” para que el torturado quedara exhausto y ante un solo compas de la melodía del hilo musical, empiece a mostrar signos de locura y de forma violenta cuelgue la llamada. (Lo humano sería que mientras dura el tiempo de espera, en lugar de poner el hilo musical se transferiera la llamada a un psicoterapeuta. Pero, en fin de humano la Atención al Cliente no tiene nada.)
La cosa no termina allí. Colgando no se termina. Los torturadores ya tienen desarrollado el último modelo capaz de operar con autonomía. Se trata de robots torturadores programados, que llaman imitando el acento argentino, y cuando uno menos lo espera. Tras un “Hola” mecánico, en el cerebro de la persona adiestrada previamente tras varias sesiones de “Atención al Cliente”, se disparan los círculos neuróticos y el estímulo condicionado dispara los síntomas de la locura.
Me temo que en el futuro la cosa irá a peor. Por ello hemos de proteger a Sarah Connor.
- Hola. ¿En qué podemos ayudarle?
- Hasta la vista, baby!
PD. Un fuerte abrazo a todos los argentinos no robots.
Desde entonces, una buena parte del desarrollo humano ha ido acompañada por la evolución de las técnicas de tortura. Gracias a ello, hoy en día poseemos una rica herencia, sobre la que fueron levantados los cimientos de nuestra sociedad “moderna”. Y entre sus emblemas principales está la Atención al Cliente; la Madre de Todas las Torturas.
Existen muchas técnicas de tortura, y muchas de ellas fueron desarrolladas para agilizar el interrogatorio, y para que la confesión fuera concorde con la intención de la acusación. Con el tiempo, las técnicas iban progresando, haciéndose cada vez más sutiles, hasta llegar a una técnica que todos conocemos. La que comienza con un simple: “Hola, ¿En qué le podemos ayudarle?”, y termina reventando el sistema nervioso de la persona, a la que se aplica este sofisticado modelo de terror.
Es una técnica moderna desarrollada en EEUU y Europa pero, por causa de la globalización, no fue inmune a la deslocalización. En búsqueda de la mano de obra preparada, formada, y barata, el centro de operaciones se desplazó a América Látina, sobre todo en Argentina.
El concepto parte de una premisa muy sencilla: Si la mayoría de las enfermedades humanas son de origen psicosomático, entonces por qué no se podría considerar que la mayoría de las incidencias técnicas también lo son. O, en otras palabras, que las incidencias técnicas tienen origen en algun tipo de desorden psicologico del cliente. Así que, en ambos casos, como el tratamiento se puede aplicar los métodos de psicoterapia, o sea, tener una persona que escucha, toma nota y finalmente transferir la responsabilidad al paciente/cliente o a terceros. Y quien mejor para ello que una persona con un acento que a muchos de los españoles asocia a un psicólogo: un/a argentino/a.
La técnica de esta tortura es muy sencilla. Comienza con un robot que nos ofrece el amplio abanico de posibilidades, las que independientemente de la elección que hagamos llevan al mismo destino donde, tras un “Hola. ¿En qué podemos ayudarle?”, nos transfiere a un hilo musical “relajante”, consecuencia de una equivocación, por supuesto nuestra, al haber seleccionado un departamento que no puede atender nuestra petición. Tras ello, el torturado es transferido a otro departamento donde tendrá que volver a repetir el motivo de su llamada. Tras escuchar la melodía del hilo musical, la consecuencia de otra equivocación del torturado, será transferido al otro departamento donde tendrá que volver a repetir el motivo de su llamada. Tras escuchar la melodía del hilo musical, la consecuencia de otra equivocación del torturado, será transferido al otro departamento donde tendrá que volver a repetir el motivo de su llamada. Tras escuchar la melodía del hilo musical, la consecuencia de otra equivocación del torturado, será transferido al otro departamento donde tendrá que volver a repetir el motivo de su llamada….↨∞
Y podría ir haciendo ctrl /ctrl p toda la eternidad, porque es el mismo método que usa la “Atención al Cliente” para que el torturado quedara exhausto y ante un solo compas de la melodía del hilo musical, empiece a mostrar signos de locura y de forma violenta cuelgue la llamada. (Lo humano sería que mientras dura el tiempo de espera, en lugar de poner el hilo musical se transferiera la llamada a un psicoterapeuta. Pero, en fin de humano la Atención al Cliente no tiene nada.)
La cosa no termina allí. Colgando no se termina. Los torturadores ya tienen desarrollado el último modelo capaz de operar con autonomía. Se trata de robots torturadores programados, que llaman imitando el acento argentino, y cuando uno menos lo espera. Tras un “Hola” mecánico, en el cerebro de la persona adiestrada previamente tras varias sesiones de “Atención al Cliente”, se disparan los círculos neuróticos y el estímulo condicionado dispara los síntomas de la locura.
Me temo que en el futuro la cosa irá a peor. Por ello hemos de proteger a Sarah Connor.
- Hola. ¿En qué podemos ayudarle?
- Hasta la vista, baby!
PD. Un fuerte abrazo a todos los argentinos no robots.
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Zivili!