Eran las tres de la madrugada cuando S. entró por la puerta del único bar, del pequeño pueblo en el norte de Dalmacia en el que recientemente la vida acaba de regresar… (después de que su población entera se había exiliado, tras la ofensiva militar del ejército croata en el agosto del año 1995.) El bar era el centro de la vida social, y el único lugar donde los pocos jóvenes serbios que regresaron después de la guerra podrían suavizar la fuerza de la gravedad. El bar lo llevaba J.
La vida de J. eran los bares. A parte de llevar su propio bar, desde muy joven, también frecuentaba la mayoría de los bares de la comarca, impregnando con su nombre, y una buena parte de sus ingresos, las leyendas etílicas que caracterizaban este tipo de lugares.
Después de cinco años de vida de exilio en Serbia, J. decidió regresar, con su mujer e hijo, al pueblo. Abrió el bar, y con él la vida social del pueblo. O, por lo menos, la hizo parecer más visible. El bar funcionó bien, y con que el pueblo se iba reanimando, (especialmente en los días de verano, cuando llegaban a pasar las vacaciones los familiares de los vecinos que habían regresado), la vida se parecía a los tiempos de antes de la guerra.
Era una racha buena…
Eran las tres de la madrugada cuando S. entró por la puerta del único bar, del pequeño pueblo en el norte de Dalmacia en el que recientemente la vida acaba de regresar. Llevaba una barra de hierro en la mano, y mucho alcohol en las venas para echar el coraje a la única idea que tenía en la mente.
J. estaba sentado en la barra de espaldas a la puerta cuando recibió el primer impactó. Pronto cayeron más. Muchos más.
J. murió por una hemorragia cerebral tres días después en el hospital. El bar ha cerrado. El pueblo es más triste, y parece ser más grande por las distancias que hay entre la gente que no tiene un lugar donde cortarlas.
Un asesinato siempre produce daños colaterales.
Este verano hablé con mi padre sobre M., el hijo de J. de 8 años. “Es una lastima. Es el mejor alumno de su clase. Ha sido elegido el mejor jugador de un torneo interescolar de fudból, y hasta ha ganado un concurso de canto... Eso del canto me extraña mucho, teniendo en cuenta que los Matijas no tenemos ningún talento musical”, me dice mi padre bromeando para despejar la dureza del triste suceso. “Pero, para que veas ¿¡qué es la vida!? El hijo del asesino de su padre va a la misma clase que él. Y son muy amigos. V. (su abuelo) no lo sabe… Nadie se atreve a decírselo…”
“Un suceso es la unidad espontánea de muchas diferencias/contrariedades mutuamente opuestas”, creo recordar las palabras de J.P. Sartre que leí una vez. El destino es su circunstancia.
La vida de J. eran los bares. A parte de llevar su propio bar, desde muy joven, también frecuentaba la mayoría de los bares de la comarca, impregnando con su nombre, y una buena parte de sus ingresos, las leyendas etílicas que caracterizaban este tipo de lugares.
Después de cinco años de vida de exilio en Serbia, J. decidió regresar, con su mujer e hijo, al pueblo. Abrió el bar, y con él la vida social del pueblo. O, por lo menos, la hizo parecer más visible. El bar funcionó bien, y con que el pueblo se iba reanimando, (especialmente en los días de verano, cuando llegaban a pasar las vacaciones los familiares de los vecinos que habían regresado), la vida se parecía a los tiempos de antes de la guerra.
Era una racha buena…
Eran las tres de la madrugada cuando S. entró por la puerta del único bar, del pequeño pueblo en el norte de Dalmacia en el que recientemente la vida acaba de regresar. Llevaba una barra de hierro en la mano, y mucho alcohol en las venas para echar el coraje a la única idea que tenía en la mente.
J. estaba sentado en la barra de espaldas a la puerta cuando recibió el primer impactó. Pronto cayeron más. Muchos más.
J. murió por una hemorragia cerebral tres días después en el hospital. El bar ha cerrado. El pueblo es más triste, y parece ser más grande por las distancias que hay entre la gente que no tiene un lugar donde cortarlas.
Un asesinato siempre produce daños colaterales.
Este verano hablé con mi padre sobre M., el hijo de J. de 8 años. “Es una lastima. Es el mejor alumno de su clase. Ha sido elegido el mejor jugador de un torneo interescolar de fudból, y hasta ha ganado un concurso de canto... Eso del canto me extraña mucho, teniendo en cuenta que los Matijas no tenemos ningún talento musical”, me dice mi padre bromeando para despejar la dureza del triste suceso. “Pero, para que veas ¿¡qué es la vida!? El hijo del asesino de su padre va a la misma clase que él. Y son muy amigos. V. (su abuelo) no lo sabe… Nadie se atreve a decírselo…”
“Un suceso es la unidad espontánea de muchas diferencias/contrariedades mutuamente opuestas”, creo recordar las palabras de J.P. Sartre que leí una vez. El destino es su circunstancia.
Comentarios
Me recordó a una película... "El ladrón de orquídeas", la has visto?
Suceden una serie de circunstancias que terminan demostrando mas y mas cosas.. y todo es un cambio de mirada constante. Me refiero a q tienes una idea, una estructura armada sobre una persona pero luego los accidentes o lo que sea, demuestran otra...
buen fin de semana,
Agente_99
un abrazo
en algún bar parecido a aquel bar al norte de Dalmacia.
Muy fuerte la historia, pero ya sabemos, al realidad supera al realismo. Me queda dando saltos en cabeza la idea de la rueda, la rueda, la rueda
así puede llegar a ser no crees?.
hasta pronto amigo Boris
AT. daniela
necesito en verdad tratar un asunto muy delicado contigo. quizás tu seas quien pueda ayudarme por tu experiencia fuera de tu país. para dejarte una razón te diré que desde el 2003 trabajo en la CNDH(Comisión nacional de los derechos humanos) en mi país México. estoy ayudando en un proyecto de inmigración pero no puedo darte más detalles de manera pública, si estás interesado en ayudarme aúnque sea un poco escribeme a mi correo electronico.
poo_daniela@yahoo.com.mx
es una fortuna haber encontrado un croata que hable y escriba fluida y correctamente el español.
en verdad te agradezco de antemano tu atención gracias y espero tu respuesta.
LIC. Daniela Saavedra
(hasta el 17 de sept)
dame una seña a mi correo raraya(arroba)gmail.com