Entro en los juzgados. Busco el juzgado penal desde el cuál solicitaron un intérprete de inglés. Me presento a los agentes del tribunal. Apunto el número de procedimiento y el nombre de la persona a la que tengo que hacer la interpretación, y me siento en el pasillo a esperar que llegara. Unos minutos después se presenta acompañada de su hermana y abogado quien me explica brevemente de que su clienta está acusada de falsificación del documento público.
Se llama J.O. Es nigeriana, de piel oscura, y unos 25-30 años. Esta tranquila y parece ser que la acusación y la sentencia no la asustan. Puede ser que en comparación con otras malas experiencias que podría haber tenido esta la resultara poco peligrosa. Quizás. No lo sé. Y por ello me pongo en mi papel de “Yo estoy aquí para prestar el servicio”.
Normalmente, la interpretación la hago traduciendo las palabras del acusado (testigo, victima, etc.) en tercera persona, tratando de mantenerme a la margen del dialogo que se establezca entre las partes en el proceso. Pero, hoy decidí traducir las palabras de J.O. en primera persona. No sé por qué. Quizás porque llevo unos días raros, llenos de preguntas existencialistas. Quizá por eso de repente decidí hablar desde la posición de una joven nigeriana que llegó a España traída por una gente que me ofrecieron trabajo y futuro. El trabajo era ser prostituta y el futuro era el miedo que me metieron para que trabajara para ellos y así pudiera pagar la deuda que decían que tenía con ellos. ¡¡¡Yo no quiero trabajar en la calle!!! Un día conocí un chico. Se llama Jordi. Me prometió ayudar a escaparme de España. A Londres. Allí tengo casi toda mi familia. Jordi me dio un pasaporte con mi foto y otro nombre. La policía inglesa me detuvo en el aeropuerto y me deportaron a España. Aquí estoy.
Diciendo sus palabras en primera persona entendí el agobio de la calle. De la noche. Del miedo. Siempre allí,… en la calle,… por la noche. Si yo fuera ella también quisiera irme a Londres. Pasé lo que pasé.
Se llama J.O. Es nigeriana, de piel oscura, y unos 25-30 años. Esta tranquila y parece ser que la acusación y la sentencia no la asustan. Puede ser que en comparación con otras malas experiencias que podría haber tenido esta la resultara poco peligrosa. Quizás. No lo sé. Y por ello me pongo en mi papel de “Yo estoy aquí para prestar el servicio”.
Normalmente, la interpretación la hago traduciendo las palabras del acusado (testigo, victima, etc.) en tercera persona, tratando de mantenerme a la margen del dialogo que se establezca entre las partes en el proceso. Pero, hoy decidí traducir las palabras de J.O. en primera persona. No sé por qué. Quizás porque llevo unos días raros, llenos de preguntas existencialistas. Quizá por eso de repente decidí hablar desde la posición de una joven nigeriana que llegó a España traída por una gente que me ofrecieron trabajo y futuro. El trabajo era ser prostituta y el futuro era el miedo que me metieron para que trabajara para ellos y así pudiera pagar la deuda que decían que tenía con ellos. ¡¡¡Yo no quiero trabajar en la calle!!! Un día conocí un chico. Se llama Jordi. Me prometió ayudar a escaparme de España. A Londres. Allí tengo casi toda mi familia. Jordi me dio un pasaporte con mi foto y otro nombre. La policía inglesa me detuvo en el aeropuerto y me deportaron a España. Aquí estoy.
Diciendo sus palabras en primera persona entendí el agobio de la calle. De la noche. Del miedo. Siempre allí,… en la calle,… por la noche. Si yo fuera ella también quisiera irme a Londres. Pasé lo que pasé.
Comentarios
Gracias
SOBREVIVIR O LO DE LA VIDA SIGUE Y A MÍ NI PLÍN...
HAY MUCHA HIPOCRESÍA EN RELACIÓN CON LOS EXTRANJEROS...