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Biće svega

“Biće svega, ali neće biti nas” (“Habrá de todo, pero nosotros no habrá”) siempre me decía B., un buen amigo de ojos grandes y húmedos como si los tuviera así para no perder ni un segundo de vida parpadeando. Es de los pocos que sigue fiel al “Carpe Diem” como el plan de futuro. Belgrado de los tiempos en los que nos conocimos (hace unos diez años) tampoco nos dejaba más margen. En esta sociedad aterrorizada y controlada por la violencia tanto directa como indirecta nuestra única ambición era la casualidad.

B. vino a Belgrado como refugiado de Bosnia cuando tenía 16 años, después de que la tragedia familiar le dejara como el mayor de la familia de la que desde entonces se hacía cargo. La innata fuerza de voluntad le llevó a través de varios episodios dramáticos (que quizás un día escriba) hasta convertirle en director de una agencia de viajes. La paradoja, como siempre en los balcanes, es que B. no tiene el pasaporte y desde el comienzo de la guerra (1991) no ha salido fuera del país. El único documento que tiene es el cartón blanco que certifica que es refugiado inscrito en la ACNUR. “Y Koffe (Annan) es mi presidente” bromea B..

El domingo pasado hemos quedado Djole, él e yo para tomar un café y leer los periódicos. En un momento B. interrumpió nuestra lectura diciendo:
- ¡Coño! La tía esta se esta forrando.
- ¿Qué tía?
- Esta Natascha. La secuestrada… se ve que la pagaron un millón de euros para la entrevista.
- ¡Joder! ¡¿Te parece poco para estar encerado durante ocho años?!
- ¡Ocho años! Pero yo llevo encerrado quince ¡¿y, qué?! – dijo riéndose, igual que nosotros.

Y, nada.
B. es solo un punto negro en el zulo oscuro de las vidas secuestradas.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Cuenta más historias sobre Serbia, por favor.
Vuestro humor negro siempre me sorprende.
Saludos
/Lisa

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