Desde que vi la película “Lisbon story” del maestro Wenders sabía que esta ciudad tenía algo. Y ahora lo siento. Es esta húmeda suavidad que ablandaría cualquier corazón. Es el fado. Es la lluvia por dentro. Andar solo por Lisboa no es estar solo sino estar con la Soledad
Anoche salí por el Bairro Alto para cenar y encontré un bar pequeño que ofrecía “Filetes de pescada con arroz do gaellos” por un precio más que razonable. Me senté en la mesa al lado de la puerta para estar más cerca de la ciudad y mientras esperaba mi plato picaba pan con paté de olivas y mantequilla con ajo. Mi plato no llegaba pero el vino me entretenía y mi libreta se quedaba sin páginas en blanco. Unos veinte minutos o media hora más tarde entendí por qué tardaba tanto. Los platos rápidos alimentan, los platos buenos seducen. Mientras comía escuchaba el diálogo entre mi paladar, que decía: “Joder, qué bueno. ¿Nos podríamos quedar a vivir aquí? ¿Ehhh?”, y mi razón, que le contestaba “Primero habrá que ver cómo son los trámites”.
Anoche llegué a entender la razón de mi indecisión nacional. Es la comida. Soy gastronómicamente promiscuo. Si algún día, aunque sea por un segundo, logro sentirme nacionalista, sé que mi estomago me traicionará en cuanto huela un buen plato del “enemigo”.
Anoche salí por el Bairro Alto para cenar y encontré un bar pequeño que ofrecía “Filetes de pescada con arroz do gaellos” por un precio más que razonable. Me senté en la mesa al lado de la puerta para estar más cerca de la ciudad y mientras esperaba mi plato picaba pan con paté de olivas y mantequilla con ajo. Mi plato no llegaba pero el vino me entretenía y mi libreta se quedaba sin páginas en blanco. Unos veinte minutos o media hora más tarde entendí por qué tardaba tanto. Los platos rápidos alimentan, los platos buenos seducen. Mientras comía escuchaba el diálogo entre mi paladar, que decía: “Joder, qué bueno. ¿Nos podríamos quedar a vivir aquí? ¿Ehhh?”, y mi razón, que le contestaba “Primero habrá que ver cómo son los trámites”.
Anoche llegué a entender la razón de mi indecisión nacional. Es la comida. Soy gastronómicamente promiscuo. Si algún día, aunque sea por un segundo, logro sentirme nacionalista, sé que mi estomago me traicionará en cuanto huela un buen plato del “enemigo”.
Comentarios
"Brisa de Alfama y de mar". Me alegro mucho, me parece que te gustará, no solamente eso, te cambiará, te influirá.
ptrecioso relato
obrigada
siloam
y
"los platos seducen"
Llena muchas libretas. Estamos esperándolas.
Un beso
Lisa