Hace cuatro meses que escribo esta bitácora y la mayoría de las historias son de aquí. Con las historias que siguen os quiero presentar una parte de la realidad de mis tierras. Digo una parte porque como implicado en la historia reciente de los Balcanes no me creo capaz de asumir que la realidad que yo conozco sea la única. De hecho hasta que me fui de allí no era capaz de escribir sobre lo que pasaba a mi alrededor.
La siguiente historia la escribí para el www.cafediverso.com :
Krajina
“Lo que más echamos de menos es oír llorar a un bebé en nuestro pueblo”, decía mi amiga Inga, citando las palabras de una anciana serbia que había vuelto a su pueblo natal en Croacia central, tras años de vivir en un campo de refugiados en Serbia.
Regresó a Krajina, el montañoso corazón de Croacia, habitado predominantemente por serbios ya desde que las primeras tribus eslavas llegaron a los Balcanes. Durante muchos siglos, esta zona ha hecho de frontera entre dos imperios: el austrohúngaro y el turco. Para inducir a la población serbia a permanecer allí, la corte vienesa les otorgó cierta autonomía a cambio de lealtad militar al imperio. Estaban exentos de impuestos a condición de que aseguraran la frontera y la defendieran de los constantes ataques turcos. De este modo, se permitió a los serbios cultivar sus propias tierras y vivir con cierta autonomía administrativa en Krajina.
Nikola Tesla, físico famoso y pionero en la investigación de la electricidad, nació allí y una vez afirmó: “Estoy orgulloso de mi origen serbio y de mi patria croata” Sus palabras no han sido entendidas. A principios de los noventa, la región se desgarró entre los nacionalistas serbios que pedían la independencia respecto de Croacia, por un lado, y los nacionalistas croatas que pedían la independencia del resto de Yugoslavia. La falta de cordura y diálogo desembocó en una sangrienta guerra civil que se saldó con la expulsión de más de 300.000 serbios de Croacia. Hasta ahora, son pocos los que han regresado y la zona sigue estando prácticamente desierta. Los escasos y reducidos centros urbanos han sido habitados mayoritariamente por refugiados croatas de Bosnia, pero las localidades de los alrededores, donde antes de la guerra vivían serbios, ofrecen una desolada imagen de tierra baldía.
No hay ninguna perspectiva de futuro allí, no hay trabajo ni inversión y los jóvenes no encuentran las oportunidades que buscan. Actualmente, la mayoría viven como refugiados en Serbia o en terceros países. Los únicos que vuelven son gente mayor que quieren "pasar sus últimos días en casa", como dicen muchos al tomar el camino de regreso.
Hoy en día, viven de las ayudas que diversas organizaciones humanitarias internacionales conceden a los que deciden volver. Inga trabaja para una de esas ONG.
—La primera vez que vine a trabajar aquí, fuimos a un pueblecito cerca de Gracac y conocimos a una pareja de ancianos. Les llevábamos medicinas y algo de comida -me contó hace algunos años-. En todo el pueblo eran menos de diez personas y el más joven rondaba los 70 años. Se podía ver que eran más felices allí que en los campos de refugiados de los que habían venido, aunque no tuvieran nada. Cuando les pregunté si echaban de menos algo en particular, para poder traérselo la próxima vez... Me dijeron que lo que añoraban era a sus niños, a los vecinos y sobre todo oír llorar al algún bebé.
El mes pasado volví a hablar con Inga, Sigue trabajando en el mismo sitio y tenía curiosidad por saber qué había sido de aquella gente.
—La mayoría de ellos fueron muriéndose con el tiempo —me dijo—. Solo quedan dos ancianas viviendo allí. ¿Y sabes qué? Aunque son las únicas que viven en el pueblo, hace meses que no se han visto.
—¿Y eso?
—La autopista nueva que va del interior de Croacia hasta la costa pasa justo por el pueblo, entre sus casas. Desde que empezó la temporada alta de turismo no hay manera de que puedan cruzarla.
Mientras los coches circulan en dirección a la costa dálmata, cargados con miles de turistas de todo el mundo, a lo largo de la autopista discurre una nación que suspira por volver a oír el llanto de un bebé. Las carreteras se construyen para conectar a la gente: esta las conduce hacia el olvido a marchas forzadas.
Comentarios
Es dificil explicar con palabras lo que una guerra civil significa, por eso creo que la mejor manera es a traves de los relatos de la postguerra. Pues tras la guerra llega la postguerra, tanto o mas cruel que la guerra pues en muchos casos mata la esperanza.
En España hace mucho que olvidamos nuestra guerra civil y nuestra postguerra. y por lo visto tampoco aprendimos nada.
La "libertad" se gana con las armas, pero se pierde tras el ultimo tiro. Cuando los de siempre copan el poder y al pueblo solo le queda postguerra, miseria y desesperanza.
Un saludo y adelante con tus relatos de la realidad de tu tierra. Todos tenemos mucho que aprender de ellos.