Entristece muchísimo ver las llamas devastando miles y miles de hectáreas de bosques dejando las colinas sin vida. Y mucho más cuando se toma conciencia de que habrá que esperar muchas generaciones para volver a respirar sus aires.
Estos días todo el mundo está hablando de las medidas que habría que tomar para proteger los bosques de los incendios. Espero que la “ingenua” propuesta del principal impulsor de la filosofía del ataque preventivo, George W. Bush, no sea una de las alternativas. Cuando hace un par de años le preguntaron al presidente de Estados Unidos qué se podía hacer para prevenir los incendios dijo: “Para prevenir los incendios, hay que cortar los bosques”. No creo que esa táctica sea una solución inteligente, pero sí que estoy de acuerdo en que la única manera de evitar que ocurra un incendio es prevenirlos y tener los medios suficientes siempre en alerta por si acaso hay que actuar con rapidez.
Sobre todo creo que hay que valorar más el trabajo de los retenes. Es un trabajo paradójico, porque es uno de los pocos trabajos donde lo mejor sería pagarles bien para que no trabajaran nunca. Por ello, habría que facilitarles todos los medios disponibles y, aún más importante, recompensar mejor económicamente su sacrificio y el peligro al que se enfrentan.
Y ahora recuerdo las palabras de un amigo mío de Dalmacia y la respuesta que dio a las pequeñas provocaciones de su vecino, quien se quejaba de lo siguiente:
“¡A los retenes os pagamos un pastón y vosotros no hacéis nada!”.
Mi amigo le calló con una sola frase “¡¿Qué te parecería que tuviera que trabajar en tu casa?!”
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