El verano pasado mis dos amigas Noemí y Xènia decidieron hacer un pequeño tour por la ex Yugoslavia. En esas mismas fechas yo estaba en Belgrado, donde ya hace diez años que vive mi familia, así que vinieron a verme.
La mejor manera para estar al día sobre el presente de los Balcanes es conocer su historia, por desgracia, repleta de violencia. Realmente hay pocas ciudades que hayan sido devastadas tantas veces a lo largo de la historia como es el caso de Belgrado. Solo en el siglo pasado la “ciudad de los dos ríos” ha sido bombardeada masivamente cuatro veces: En la I Guerra Mundial por los austriacos, en la II primero por los nazis y al final de la guerra por las fuerzas aliadas. Estas mismas volvieron a hacerlo en 1999.
Todo ello ha provocado que la población cree ciertos mecanismos psicológicos por los cuales aceptan la violencia como si se tratara de unos ciclos repetitivos y naturales que se suceden del mismo modo a como lo hacen el sol y la lluvia.
Estábamos entrando en un bar, cuando de repente me di cuenta de que mis compañeras españolas se habían parado en la entrada con cara de “¡No me lo puedo creer!”. Observaban un cartel similar a una señal de tráfico en la que se mostraba una pistola en un círculo tachada con una franja roja en diagonal.
- ¡Boris! ¿Qué quiere decir esto? –preguntó Noemí.
- Ahhh, esto… Nada, que está prohibido entrar con armas dentro del local –le contesté sin darle mucha importancia.
- ¿Cómo que nada? Si se señala algo así quiere decir que la gente normalmente lleva armas por todos lados. ¡Qué fuerte!
Creo que más que el cartel lo que le sorprendió fue mi indiferencia ante su significado. Simplemente después de vivir una década durante la cual la violencia formaba parte de la vida cotidiana en todos los ámbitos sociales uno se acostumbra a no prestarle demasiada importancia. La vida y los hábitos de los individuos están predeterminados por su entorno y son éstos quienes deciden lo que será normal y lo que no.
La mejor manera para estar al día sobre el presente de los Balcanes es conocer su historia, por desgracia, repleta de violencia. Realmente hay pocas ciudades que hayan sido devastadas tantas veces a lo largo de la historia como es el caso de Belgrado. Solo en el siglo pasado la “ciudad de los dos ríos” ha sido bombardeada masivamente cuatro veces: En la I Guerra Mundial por los austriacos, en la II primero por los nazis y al final de la guerra por las fuerzas aliadas. Estas mismas volvieron a hacerlo en 1999.
Todo ello ha provocado que la población cree ciertos mecanismos psicológicos por los cuales aceptan la violencia como si se tratara de unos ciclos repetitivos y naturales que se suceden del mismo modo a como lo hacen el sol y la lluvia.
Estábamos entrando en un bar, cuando de repente me di cuenta de que mis compañeras españolas se habían parado en la entrada con cara de “¡No me lo puedo creer!”. Observaban un cartel similar a una señal de tráfico en la que se mostraba una pistola en un círculo tachada con una franja roja en diagonal.
- ¡Boris! ¿Qué quiere decir esto? –preguntó Noemí.
- Ahhh, esto… Nada, que está prohibido entrar con armas dentro del local –le contesté sin darle mucha importancia.
- ¿Cómo que nada? Si se señala algo así quiere decir que la gente normalmente lleva armas por todos lados. ¡Qué fuerte!
Creo que más que el cartel lo que le sorprendió fue mi indiferencia ante su significado. Simplemente después de vivir una década durante la cual la violencia formaba parte de la vida cotidiana en todos los ámbitos sociales uno se acostumbra a no prestarle demasiada importancia. La vida y los hábitos de los individuos están predeterminados por su entorno y son éstos quienes deciden lo que será normal y lo que no.
Comentarios
"Deje sus armas de fuego, cuchillos y navajas en su vehiculo" reza un cartel a la entrada de la oficina de trafico en donde vivo.