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Mi vecino chino (II)

Cualquier historia que cuente Li es un cuento chino. Uno de los primeros que le he oído empieza así: “España es un país en crecimiento que te permite hacer cosas”. La China de Marco Polo nos trajo la pasta y pólvora. Cuando volvió Marco Polo dijo: “No os he contado ni la mitad de lo que me ha pasado, porque no me ibais a creer”. La China de Li nos ha traído los compacts piratas y varios objetos sintéticos cuyo precio de producción es inmesurable por nuestro sistema de cálculos. La pólvora, sin ninguna duda, cambió el mundo y la pasta lo acompaño. A ver que saldrá de la piratería.

- “Me siento más francés que chino”, me dijo Li, “porque toda mi educación ha sido en Francia”.

Después, la educación francesa le produjo hartazgo y saturado del mundo en que decidió buscar sus raíces. Se fue a Shangai para trabajar en marketing. Debe ser que el marketing es una tradición china.

Como el mismo Marco Polo, Li viajo al otro mundo, a otra dimensión, para buscar algo diferente y, decepcionado de lo que allí encontró, decidió venirse para España. Por suerte, su familia no tuvo que gastar todos su ahorros para que él tuviese la oportunidad de ganarse la vida y sacrificarse por la familia. Al contrario, Li es tan vago como un europeo medio. “Los chinos no trabajan veinte horas al día porque no puedan parar o no sepan disfrutar el tiempo libre. Trabajan porque primero tienen que pagar el préstamo que pidieron para venir aquí y luego deben ahorrar para poder ayudar a los demás”.

- "¿Y por qué no se adaptan a esto?” le pregunté
- "Por el dinero”.
- "¿Qué quiere decir “por el dinero?"
- "¿Cómo que por el dinero? Quieren ganar pasta y ahorrar para poder volver a China".
- "¿Por qué?"
- “Porque son comunistas” -me respondió.

Eso es lo bueno del comunismo, pensé. Es transnacional y común.
El nuevo Ulises es de educación socialista y navega por un mar de tinta, marcado por su acento y rollo de primavera.
Estábamos borrachos en un bar de nuestro barrio y era un día tranquilo, sin fútbol y sin elecciones.

- “¿Por qué te gusta España?”, me preguntó.

Lo mejor que podía hacer en ese momento era mirar alrededor, estar atento a lo que
veía y sobre todo oía y le dije:

- “Ruido. Me gusta ese ruido que hacen siempre.”

Y Li me dijo una cosa que me asombró:

- “Los chinos hacen más ruido que los españoles”.

¡Qué bien! Tengo que ir para allí. Debe de ser genial. Dormir en un pequeño pueblecito de 200.000 habitantes, lejos del veloz mundo industrial, y despertarte con todo un pueblo sonriente, todos te desean “Buenos días” y preguntan de dónde eres y qué coño haces allí. Además de no entender lo que les dices tampoco entienden tus razones. Tú estás buscando la paz, el camino de la verdad, de la pureza, la armonía... y ellos te intentan explicar que lo tienen en un CD Rom, y que por cada tres que compras te regalan unas bambas. Y vuelven a hacer ruido.

Por eso siempre tienen una sonrisa puesta. El ruido es lo que hacen que se sientan a gusto aquí. Ya sabía yo que había algo. ¿Y cómo puede ser que sean tantos? ¿Quién se quedará en China? ¿Quién se dedicará al futuro de la piratería? ¡Qué pregunta más tonta, son tantos que nunca se agotarán!

Y es que los chinos que nosotros conocemos son todos de una única provincia china, todos de la misma. Resulta que por razones burocráticas a un chino le resulta más fácil emigrar a otro país, en otro continente, que a otra provincia.

Haced espacio, toca nueva provincia. El maravilloso mundo de burocracia.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hola Boris. Suelo venir a leerte. Siempre me enseñas algo nuevo, algo para pensar.
Un saludo.

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