Corrían los años ‘80 allí en mi tierra que vivía sus mejores años. Dalmacia se llenaba cada vez más de turistas extranjeros, sobre todo alemanes, italianos y franceses. La capacidad hotelera aumentaba año tras año, pero la oferta turística empezaba a escasear. Poco a poco los responsables de la promoción turística se dieron cuenta que la gente buscaba cada vez más la autenticidad. Querían pasar unas vacaciones diferentes. Querían vivir experiencias locales y conocer tradiciones locales. Y como de costumbre, cuando la Ley de Oferta&Demanda no encuentre resistencia alguna en el sentido común y la cordura, llegó un aprendizaje embarazoso. Uno de aquellos que, nada más hayan sucedido, generan un consensuado: vaya, esta nos la podíamos haber ahorrado. Pues la cosa fue que el hambre y las ganas de comer se encontraron por allí a mediados de los años dorados del socialismo moribundo y decidieron ofrecer a los turistas la experiencia de las tradiciones locales. En ...
Diario de un emigrante balcánico en la Península Ibérica