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Las bicicletas son para el verano, y los sobres,… para el dinero



Desde su invención, la función principal de los sobres ha sido de ocultar la información que contenía su contenido. Desde entonces ha evolucionado en tamaño, peso, medidas, colores pero nunca ha variado esta función suya primaria de esconder de los ojos ajenos (a los ojos del remitente y receptor), el contenido de su interior.
Cada vez que me llega un sobre me sudan las manos, el corazón me late a más velocidad y las cejas se me curvan ante la expectativa de conocer su contenido. Esta reacción se debe a una conducta autosugestiva basada en la experiencia de ligar el sobre con el gasto.
En otras palabras, cada vez que recibo un sobre el saldo de mi cuenta bancaria disminuye.
Pero ahora, leyendo la prensa, me doy cuenta que el problema no es el sobre. En fin es un simple objeto que dispara el síntoma. 
El problema son los remitentes del sobre.
Leyendo La Contra de hoy me pareció encontrar un posible tratamiento: "integrarme en las juventudes de los partidos, hacer carrera y vivir en ese mundo de la lealtad y sumisión durante muchos años."
Los sobres al cambiar de remitente, cambiarían de contenido y los síntomas desaparecerían milagrosamente; igual que están haciendo los fondos públicos, las zonas naturales protegidas de la costa (y otras zonas atractivas para el tocho) y la dignidad de los políticos.  
Igual que lo harían todos mis principio morales, éticos y humanos. 

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