Sentado en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, el
astrónomo alemán Karl Scwarzschild, se entretenía pensando en los grandes
cuerpos celestes, como el Sol o los Planetas, y se dio cuenta que: “si un
objeto muy masivo ocupara un espacio muy pequeño, causaría una curvatura tan
colosal que, dentro de cierto radio – bellamente denominado el horizonte de
sucesos-, nada podría alcanzar la velocidad de escape necesaria para salir de
allí, ni siquiera la luz” (Un gran físico como cualquier otro, El País,
Babelia, 19-05-2012)
Creer que el único sistema que hay, es el que han montado
los “Chicago Boys” y otros seguidores de la doctrina de Milton Freedman, es
equiparable a ver La Crisis como el mayor objeto dentro del sistema socio-económico que tenemos.
En tal caso, no hay escapatoria. No somos más veloces que la
luz, y mucho menos tenemos líderes capaces de alcanzar estas velocidades.
Se acabó. Nos atrapa el agujero negro. El futuro se acaba.
Este sería el horizonte de sucesos, únicamente si aceptásemos
la idea de que no hay alternativa y que el único sistema posible es el que
tenemos.
Por muy abstracto que pareciera, nuestra mente tiene la
capacidad de crear horizontes inimaginables. Tenemos una
enorme capacidad, pero falta la visión. Y la visión no se consigue viendo
la tele. Se consigue sumando miradas.
Para un horizonte de sucesos buenos.
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