Nada más llegar a Neónia, la Crisis se puso manos a la obra. Los neonianos ya la habían engañado tantas veces antes que no quería perder ni un sólo segundo escuchando otra vez sus falsas promesas. Esta vez estaba convencida quedarse mientras hiciera falta.
Esta vez era algo personal. Simplemente se la partía el corazón viendo como lo que antes era un jardín precioso, único e irrepetible en toda Galaxia, lo convirtieron en un enorme supermercado.
Cada cosa y persona llevaba pegada una etiqueta con el precio. Únicamente se escapaban las cosas que no pesaban lo suficiente para llevar una etiqueta puesta. Cosas consideradas “insignificantes”, como el aire, o el alma.
En Neónia, la investigación médica y farmacéutica ha avanzado tanto que ya no quedaba nadie sin algún tipo de “enfermedad”, “trastorno” o “síntoma”.
147 empresas controlan el 40% de la riqueza.
La calidad de educación han aumentado con la misma pauta que el abandono escolar.
Los pobres saben que hay más pobres que ellos, pero los ricos solamente ven los que son más ricos que ellos.
Las casas son más grandes, y familias más pequeñas.
Los ordenadores están enredados para comunicarse a través de las personas.
¼ parte de planeta no tiene acceso al agua, mientras ¾ partes usan 2,4 litros de agua para conseguir un litro de refrescos.
¡¡¡¡….!!!!
“¡¡¡Pero que han hecho!!! - Suelta el grito de desesperación la Crisis – Creía que los neonianos fueron creados para ser amados. Y los objetos para ser usados. Ahora todo está al revés. Las cosas son amadas y las personas usadas. ¡Juro por lo más sagrado, que me quedaré aquí hasta que el último neoniano dejara de tratar a Neonia como un supermercado y todos vuelvan a verlo como un precioso jardín!”
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