La Comisión Europea recomendará el viernes el ingreso de Croacia en la UE Y algunos amigos me comentan la noticia, pero sinceramente no sé qué decir y ni siquiera sé sí debería sentir algo, dado que desde hace casi veinte años la relación con mi país natal es puramente administrativa.
Tenía quince años cuando comenzó la guerra civil en Croacia. Desde entonces el cambio fue mi único constante. Durante todo este tiempo, he tenido una enorme suerte de confiar en mi mismo y seguir empujando los límites. He cambiado cinco países y siempre que me preguntan de dónde soy, contesto “de Croacia”. La cosa se complica con la siguiente pregunta habitual “¿y qué tal Croacia?”, pues allí ya no sé más que decir, que hablarles del bonito mar, buena comida y algún que otro logro deportivo. En fin, lo mismo que cualquier turista que alguna vez haya viajado por allí, o haya tenido el interés en conocer Croacia.
Me ha costado mucho tiempo procesar y aceptar las emociones que me despertaba el pasado sangriento de mi país. Pero ya estamos en paz. Finalmente, todo esto va en el saco de las “buenas malas experiencias”, las mismas que enriquecieron mi forma de ser y pensar, permitiéndome vivir con lucidez lo que algunas veces veía como desgracia.
Con mis treinta y cinco años, bien vividos, cada día más me estoy dando cuenta de lo extraordinaria que es la vida y lo inutiles que son las fronteras.
Es una maravillas moverse. Es una maravilla poder sentir lo que siento. Es una maravilla poder aprender constantemente. Es una maravilla saber ser libre. Es una maravilla conocer gente extraordinaria. Es una maravilla amar. Es una maravilla ser amado.
Es una maravilla ser quien soy; un irrepetible cúmulo de sucesos y experiencias. Un breve destello de lo infinito. La sombra del cambio.
Tenía quince años cuando comenzó la guerra civil en Croacia. Desde entonces el cambio fue mi único constante. Durante todo este tiempo, he tenido una enorme suerte de confiar en mi mismo y seguir empujando los límites. He cambiado cinco países y siempre que me preguntan de dónde soy, contesto “de Croacia”. La cosa se complica con la siguiente pregunta habitual “¿y qué tal Croacia?”, pues allí ya no sé más que decir, que hablarles del bonito mar, buena comida y algún que otro logro deportivo. En fin, lo mismo que cualquier turista que alguna vez haya viajado por allí, o haya tenido el interés en conocer Croacia.
Me ha costado mucho tiempo procesar y aceptar las emociones que me despertaba el pasado sangriento de mi país. Pero ya estamos en paz. Finalmente, todo esto va en el saco de las “buenas malas experiencias”, las mismas que enriquecieron mi forma de ser y pensar, permitiéndome vivir con lucidez lo que algunas veces veía como desgracia.
Con mis treinta y cinco años, bien vividos, cada día más me estoy dando cuenta de lo extraordinaria que es la vida y lo inutiles que son las fronteras.
Es una maravillas moverse. Es una maravilla poder sentir lo que siento. Es una maravilla poder aprender constantemente. Es una maravilla saber ser libre. Es una maravilla conocer gente extraordinaria. Es una maravilla amar. Es una maravilla ser amado.
Es una maravilla ser quien soy; un irrepetible cúmulo de sucesos y experiencias. Un breve destello de lo infinito. La sombra del cambio.
Comentarios