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No me doy bofetadas, para no hacerme daño en la mano - 2ª parte

Seguía escuchándole casi sin parpadear, para no perder a ningún detalle. Intentaba imaginar la vida en la calle. Ponerme en su piel. Y no lo conseguía. El siguiente fragmento del blog de Miquel
me ayudó a acercarme un poquito más a la sensación de cómo es vivir en la calle:
Harto ya de ser un guiñapo sospechoso en el escaparate de los cajeros, expuesto todas las noches a la maldad de los insensatos, soportando las amenazas y las burlas crueles de los muchachos que los fines de semana entraban a sacar dinero o bien a hacerse rayas de cocaína; tener que suplicar con una mirada implorante -nunca exagerada o fingida sino fruto de mi desesperación- para conseguir unas monedas para comprar el vino que sin ningún tipo de escapatoria posible me urgía permanentemente; expulsado, con mayor o menor consideración, por los guardias de seguridad del banco, bien fuese por la noche o a cualquier hora de la madrugada, diluviase o hiciese un frió de mil demonios, y tener que empezar a deambular en soledad con pasos vacilantes por las calles en busca de cualquier refugio incierto hasta el amanecer. Entonces, me oprimía la sensación de hallarme en un campo de combate perpetuo. Esas noches me invadía un sentimiento de rabia y desaliento por los años desperdiciados y la falta de severidad conmigo mismo; me autoflagelaba con el látigo de los recuerdos felices y al mismo tiempo maldiciendo cómo mi estúpida soberbia y el exceso de confianza en mi mismo me habían destrozado la vida.

Boris Matijas: ¿Tenías miedo?
Miquel Fuster: En la calle siempre estas pendiente de que te pueden agredir. Un día se me se me acercaron chicos bien vestidos y empezaron a hablarme. No eran delincuentes. Cuando se alejaron un poco uno de ellos me tiró un adoquín a la cabeza y me rompió la nariz. Si me hubieran dado un poquito más arriba me hubiera matado. Me caí al suelo y ellos se fueron riendo. ¿Por qué? ¿Para hacer una gracia? No lo entiendo. Igual que esa pobre mujer, la que quemaron hace poco.

B.M.: ¿Cómo te sentías cuando te enterraste de esta noticia?
M.F.: Pues, que me podría haber pasado a mi, o a cualquier otro. Eran del mismo patrón de comportamiento. Igual que los que me pegaron a mí. ¿No sé de donde salen estos? ¡¿Cuál es el caldo de cultivo de esos malnacidos?!... No lo entiendo.
¿Tú te puedes imaginar estar a las cuatro de la mañana durmiendo en un cajero automático?... Si se lo puede llamar así, porque duermes a ratos. Yo todavía, por la costumbre, duermo despierto.
Una vez un tío también bien vestido, llamó a la puerta del cajero, me levanté y le abrí. Me miró a los ojos. Se le veía que iba a tope de cocaína y me dijo: “Sabes que te voy a dar una patada en los cojones y que te voy a hacer mucho daño”. Después se dio la media vuelta y se fue, y yo me quedé pensando en que pasará si volviera.

B.M.: Esta sensación de vulnerabilidad....(?) - y antes de que yo terminara la pregunta, Miquel prosigue con la respuesta:
M.F.: ….Es permanente. Sobre todo por la noche. Llega el momento que, quieras o no, cierras los ojos y te duermes... Entonces…
Hubo una temporada que iba mucho con un chico, Manuel. Tenía una fuerza sobrenatural y cuando estaba de pie daba miedo verlo. Pero cuando se quedaba dormido lo veía indefenso, como un niño pequeño.

B.M.: ¿Cómo son las relaciones de afecto en la calle?
M.F.: Muy temporales. Pero sobre todo hay mucho “taladros”. Yo, por ejemplo, conmigo mismo no me aburro nunca, pero hay gente que se aburre y que no sabe estar en el grupo. Entonces comienzan a contar mentiras. Cómo han sufrido mucho y como nadie les entienda. No saben comunicarse.
Sinceramente, a mi me molesta cuando vea los indigentes que piden limosna sin mirar a la persona. Como si no existiera. No saben pedir educadamente

B.M.: ¿Se llegan a establecer relaciones de confianza y amistad?
M.F.: Amistad,.. Muy difícil. Primero porque coincides con las personas de diferentes orígenes y habláis de un común denominador. De vino, tabaco, mujeres,… Pero no puedes profundizar.

B.M.: ¿Tus valores personales se iban transformando con el tiempo y la vida en la calle?
M.F.: No. Los valores que he tenido yo y que han sido siempre de ser amigo de mis amigos y creer en el amor, los sigo manteniendo. La calle me ha vuelto más cauto, pero creo que no ha modificado mi manera de ser

B.M.: A mí escuchándote me da la sensación de que a pesar de la situación en la que te encontrabas, siempre te valías por ti mismo. ¿Qué te daba las fuerzas?
M.F.: Creo que fue la independencia que me daba el saber pintar, y poder ganarme algún dinero con esto.

B.M.: En tu blog escribiste: lo único que no pudieron quitarme en la calle es mi obsesión por ser libre, la vergüenza y el miedo. ¿Cómo se manifiesta tu libertad?
M.F.: Es hacer lo que quiero. Puedes pensar que he tenido muy poca paciencia, pero yo simplemente no aguanto las personas que no pueden aceptar mi forma de ser.

B.M.: ¿Cómo luchaste contra el miedo y la vergüenza?
M.F.: Contra el miedo luché con los cojones y con la vergüenza por la necesidad.

B.M.: ¿Últimamente notas que hay más gente durmiendo en la calle?
M.F.: Cada día voy viendo cada vez más gente en la calle. También últimamente veo algunas familias enteras. Me temo que la indigencia irá a más.

B.M.: El otro día me comentaste que juegas la lotería ¿Qué harías si te tocara?
M.F.: El dinero no te da problemas, solamente si llevas lo justo. Así que primero procuraría que se enterara lo menos gente posible. Imagínate a este pobre hombre en Italia que le ha tocado 140 millones de euros. Este hombre ha de estar aterrorizado por la mafia.
Pero en serio, lo primero que haría si me tocara sería reanudar el contacto con mi hijo.

B.M.: ¿Si pudieras hacer el balance de tu vida en una sola frase, qué sería?
M.F.: No me doy bofetadas, para no hacerme daño en la mano.

Alguien dijo que escribir es pasarse la hoja en blanco por el alma. Tras dos horas que duró nuestra conversación mi alma se impregnó de unos paisajes que hasta ahora mi vista, entrenada en la estética plácida, pasaba de largo. Estas hojas han pasado por mi alma más atenta. Ahora cuando veo alguien durmiendo en una caja de cartón, pienso en “el pobre hombre” que ganó 140 millones de euros, y recuerdo de la voz de Miquel y las frases como "mis bodegas de desgracia", “descarnada evidencia”, “insultante indiferencia”, “un silencio hostil y amedrentador”, “fuegos fatuos errantes sin tumba”…

La historia de Miquel se me quedó grabada en el rincón donde guardo los encuentros y conversaciones memorables.
Sus experiencias son el producto de una serie de sucesos y decisiones. Igual que las mías. O las tuyas.

#Foto de Miquel Fuster realizada por Juan Lemus - www.juanlemus.com

Comentarios

Pastruki ha dicho que…
Impresionante experiencia la que le tocó/eligió vivir, y hermoso reportaje, como siempre.

Zivili!
Boris Matijas ha dicho que…
Zivili!
Anónimo ha dicho que…
Me he quedado tan impresionada que no tengo palabras.
Ese hombre, con su lúcidez y sus cuadros desprende "algo especial"...y terrenal, real. Honesto.
(decir Auténtico /autenticidad, con lo manoseada que está esa palabra , sería autocomplacerme)
y a ti , gracias por esa entrevista y besiños
e.

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