“Para mi el pasado es el campo de batalla permanente”, me dice humedeciendo los labios que no paran de hilvanar los detalles que la memoria no supo, o no quiso borrar. Confiesa haber perdido el orden cronológico de las cosas, pero que lo podría recuperar “si no fuera tan repetitivo”. Es un hombre sincero, orgulloso, no conformista y amigo de sus amigos. Es un guerrero solitario, retirado en su última batalla; la que comenzó hace unos siete años cuando decidió dejar el alcohol y la calle. Una batalla que va por dentro, y sin tregua porque según reconoce “a pesar de que hace siete años que no bebo, sigo siendo un alcohólico”. Tiene sesenta y cinco años. De esos, quince ha pasado luchando, armado con sus pinceles, por las calles de Barcelona. 5475 días de alcohol, y noches de miedo, sin que nunca dejara de valer por si mismo. Es el primer caso, que yo conozca, de un indigente que haya sobrevivido y salido con fuerza de la calle para contar su historia expresándolo a través de lo que nunca...
Diario de un emigrante balcánico en la Península Ibérica