En el medio de una fuerte tormenta, un gran barco de ébano avanza hacía el Sur. Su firme proa penetra la revuelta superficie del mar, y las olas gigantes se trasforman en labios vaginales y deslizan sobre los costados del barco. La leche densa no para de chorrear desde el cielo cubierto de nubes pesadas en forma de grandes pechos, desde cuyos pezones caen rayos y truenos.
Las madres marineras, serenas ante la tempestad, se desplazan sobre la cubierta del barco, fijando los nudos y las alas ante los fuertes vientos. Son la única tripulación que dirige el hombre de poca estatura y mucho carácter. Delante suyo está el mapa de cuyos límites están a punto de salir. En una mano tiene agarrado el cuaderno de bitácora lleno de bocetos de mujeres y discusiones. Y en la otra mano, “Die Traumdeutung”, la guía moral de su expedición. En el horizonte el cielo se despeja en forma de un bandoleón cuyos compases acompañan el barco hasta la costa.
“¡Bienvenido, capitán Freud!”, cantan en una sola voz los nativos desde el puerto, “Le hemos estado esperando” y, ante su sorpresa, empiezan a cantar el refrán:
Y cantando suben por el tren del embarque. Al subir al bordo, las madres marineras les besan y acogen en sus senos. Son los futuros sacerdotes de la Psicoterapia ; la nueva religión que nace bajo el mando del capitán…
Dr. Freud se despierta con orgullo y anota en el cuaderno: Argentina.
*Dedicado al tópico de “argentinos psicoanalistas”, y otros tópicos simpáticos que no hacen daño a nadie.
Las madres marineras, serenas ante la tempestad, se desplazan sobre la cubierta del barco, fijando los nudos y las alas ante los fuertes vientos. Son la única tripulación que dirige el hombre de poca estatura y mucho carácter. Delante suyo está el mapa de cuyos límites están a punto de salir. En una mano tiene agarrado el cuaderno de bitácora lleno de bocetos de mujeres y discusiones. Y en la otra mano, “Die Traumdeutung”, la guía moral de su expedición. En el horizonte el cielo se despeja en forma de un bandoleón cuyos compases acompañan el barco hasta la costa.
“¡Bienvenido, capitán Freud!”, cantan en una sola voz los nativos desde el puerto, “Le hemos estado esperando” y, ante su sorpresa, empiezan a cantar el refrán:
Primero hay que saber sufrir,
después amar, después partir
y al fin andar sin pensamiento...
Y cantando suben por el tren del embarque. Al subir al bordo, las madres marineras les besan y acogen en sus senos. Son los futuros sacerdotes de la Psicoterapia ; la nueva religión que nace bajo el mando del capitán…
Dr. Freud se despierta con orgullo y anota en el cuaderno: Argentina.
*Dedicado al tópico de “argentinos psicoanalistas”, y otros tópicos simpáticos que no hacen daño a nadie.
Comentarios
Es cierto... deberias preguntar si hay algun argentino que no haya pasado por terapia... a ver si lo hay? no lo creo.. pero bueno sería divertido corroborarlo.
jajaja me has hecho reir mucho!