Yo soy.
Aquí estoy.
Son las primeras dos frases que apunté en mi libreta durante el
“curso intensivo de Aikido” que hice durante los pasados cinco días. Lo del curso intensivo de Aikido lo pongo entre comillas porque tal como suena es solo una denominación para definir la actividad principal del curso. Pero la experiencia ha sido ¡¡¡Mucho más!!!
- Si sólo habéis venido aquí para aprender las katas y las técnicas de Aikido, os habéis equivocado de lugar. Porque, yo no sé hacer el Aikido sin conciencia – nos dijo el Maestro Jordi Calvet, que durante cinco días llevó el sol y el aire fresco por todos los rincones de mi mente adormecida.
Me enseñó estar despierto y abierto a todas las experiencias de la vida porque “no existe tal cosa como un “día normal”. Cada uno es mágico e irrepetible. Igual que cada uno de nosotros.
A través de los bailes derviche y mantras budistas el Maestro me ha ayudado a entender las formas y el “Por qué” de un ikkio, un sankio y el resto de las técnicas.
- Es impresionante lo que ha progresado tu Aikido – me dijo mi amigo Txarli un día después de la clase.
- Muchas gracias, – le contesté – pero mi objetivo es mejorar como persona.
A Txarli la respuesta le ha parecido “increíble”, igual que para mí ha sido él y toda la experiencia y la sinfonía que se creó alrededor de un grupo de más de cuarenta personas reunidos por primera, y quizá la única, vez. La energía que circulaba entre nosotros se podía tocar en el tatami donde practicábamos y en la playa donde cada día saludábamos el sol naciente.
Un día después de la clase estábamos sentados en círculo cuando una libélula entró y tres veces saliendo y entrando sobrevoló el círculo completo. Como si quisiera recoger el néctar de la energía que allí circulaba.
Otro círculo que he experimentado es mi círculo vital. La última vez que había participado en una actividad colectiva fue durante la guerra en Croacia. Estuve haciendo la mili justo en las mismas fechas de 1995. Nos levantábamos cada mañana sobre las seis y durante todo el día nos entrenaban y preparaban para el combate. Machacando el cuerpo y el alma, intentaron a transformarnos en seres inconscientes pendientes de sus órdenes. Tras la ofensiva del ejército croata todo aquello perdió el sentido y yo el hogar.
Ahora trece años después me junté con un grupo de Seres Increíbles, guiado por un Ser Luminoso, para cerrar el círculo. El primer día del curso, el 1 de agosto, a las 12 y 21 hubo el eclipse solar. El Maestro sugirió estirarnos en el tatami, cerrar los ojos y retirarnos en búsqueda de lo que deseamos de la vida.
Mientras dormitaba, tenía la sensación como si un peso enorme atravesara mi cuerpo como un cubo de plomo y atravesando mis músculos y mi mente se hundía en el suelo. Al abrir los ojos y levantarme sentí como se despegaba de mi. Como un gran bloque de conciencia muerta, el bloque se quedó hundido en el suelo.
Gracias a toda la experiencia de los últimos cinco días comprendo que todas nuestras acciones tienen consecuencias y que hemos de actuar SIEMPRE como Seres Conscientes del Tiempo y el Espacio que ocupamos y aprovechar cada Experiencia para Crecer Disfrutando del Camino.
Y si, como dijo el Maestro, todo esto era una sueño, que enorme placer fue despertar en él.
A todos los Hijos del Sol dedico estas palabras:
Desde el dentro sale el Sol.
A través de los ojos ilumina el espejo.
La mirada es su reflejo.
Afila la Mente.
Aquí estoy.
Son las primeras dos frases que apunté en mi libreta durante el
“curso intensivo de Aikido” que hice durante los pasados cinco días. Lo del curso intensivo de Aikido lo pongo entre comillas porque tal como suena es solo una denominación para definir la actividad principal del curso. Pero la experiencia ha sido ¡¡¡Mucho más!!!
- Si sólo habéis venido aquí para aprender las katas y las técnicas de Aikido, os habéis equivocado de lugar. Porque, yo no sé hacer el Aikido sin conciencia – nos dijo el Maestro Jordi Calvet, que durante cinco días llevó el sol y el aire fresco por todos los rincones de mi mente adormecida.
Me enseñó estar despierto y abierto a todas las experiencias de la vida porque “no existe tal cosa como un “día normal”. Cada uno es mágico e irrepetible. Igual que cada uno de nosotros.
A través de los bailes derviche y mantras budistas el Maestro me ha ayudado a entender las formas y el “Por qué” de un ikkio, un sankio y el resto de las técnicas.
- Es impresionante lo que ha progresado tu Aikido – me dijo mi amigo Txarli un día después de la clase.
- Muchas gracias, – le contesté – pero mi objetivo es mejorar como persona.
A Txarli la respuesta le ha parecido “increíble”, igual que para mí ha sido él y toda la experiencia y la sinfonía que se creó alrededor de un grupo de más de cuarenta personas reunidos por primera, y quizá la única, vez. La energía que circulaba entre nosotros se podía tocar en el tatami donde practicábamos y en la playa donde cada día saludábamos el sol naciente.
Un día después de la clase estábamos sentados en círculo cuando una libélula entró y tres veces saliendo y entrando sobrevoló el círculo completo. Como si quisiera recoger el néctar de la energía que allí circulaba.
Otro círculo que he experimentado es mi círculo vital. La última vez que había participado en una actividad colectiva fue durante la guerra en Croacia. Estuve haciendo la mili justo en las mismas fechas de 1995. Nos levantábamos cada mañana sobre las seis y durante todo el día nos entrenaban y preparaban para el combate. Machacando el cuerpo y el alma, intentaron a transformarnos en seres inconscientes pendientes de sus órdenes. Tras la ofensiva del ejército croata todo aquello perdió el sentido y yo el hogar.
Ahora trece años después me junté con un grupo de Seres Increíbles, guiado por un Ser Luminoso, para cerrar el círculo. El primer día del curso, el 1 de agosto, a las 12 y 21 hubo el eclipse solar. El Maestro sugirió estirarnos en el tatami, cerrar los ojos y retirarnos en búsqueda de lo que deseamos de la vida.
Mientras dormitaba, tenía la sensación como si un peso enorme atravesara mi cuerpo como un cubo de plomo y atravesando mis músculos y mi mente se hundía en el suelo. Al abrir los ojos y levantarme sentí como se despegaba de mi. Como un gran bloque de conciencia muerta, el bloque se quedó hundido en el suelo.
Gracias a toda la experiencia de los últimos cinco días comprendo que todas nuestras acciones tienen consecuencias y que hemos de actuar SIEMPRE como Seres Conscientes del Tiempo y el Espacio que ocupamos y aprovechar cada Experiencia para Crecer Disfrutando del Camino.
Y si, como dijo el Maestro, todo esto era una sueño, que enorme placer fue despertar en él.
A todos los Hijos del Sol dedico estas palabras:
Desde el dentro sale el Sol.
A través de los ojos ilumina el espejo.
La mirada es su reflejo.
Afila la Mente.
Comentarios
Un abrazo y mis mejores buenas vibraciones de todo corazón, man .
http://www.elperiodico.com/galerias.asp?idioma=CAS&idgaleria=1220
Realmente es muy complejo describir las sensaciones y las vivencias que cada uno de los que participamos en el intensivo nos hemos traído con nosotros, y me alegra ver que hayas podido "bajar" las tuyas a palabras de una manera tan precisa.
Ya te comenté en su momento en el tatami, que una de las "joyas" que me he traído de caldetas fue el darme cuenta que no solo eras un "compañero de Aikido", sino que eras también un compañero de vía (o de viDa) para mi esto es tan valioso e importante que me llena de alegría.
Te mando un fuerte abrazo.
Tx.