La semana pasada tuve que hacer la mudanza y entre otras cosas echar fuera del piso la lavadora y la nevera que ya no se pueden usar. (Después de cinco años viviendo en el barrio de la Ribera (Born) me mudo a vivir en Eixample.)
El piso (ya ex) está en una de estas casas barcelonenses por cuya escalera puede pasar comodamente solamente una persona mal nutrida y experta en yoga. Desde que entré a vivir allí no entendía como en los tiempos cuando no existía Ikea se pudo entrar algún mueble allí dentro. Una de las opciones que barajaba era que primero se ponían lo muebles y luego se levantaban las paredes… En fin,… Ante este panorama, realmente me daba mucho palo tirar lo yo solo o abusar de los amigos, así que decidí buscar la “ayuda profesional”.
Si Google no existiera lo hubiera que inventar. Puse “chatarrero Barcelona” y encontré: “CHATARREROS DE BARCELONA ALBERTO - (BCN)” Había otros, pero Alberto era más barato que por ejemplo: CHATARREROS DE BARCELONA GRATUITOS 618896828 - (bcn) cuya tarifa “gratuita” valía 100 euros. Alberto lo hace, más gratuito, por 40.
En fin, para sacar la lavadora y la nevera es un verdadero lío que además requiere la logística de la cual Alberto, según lo anunciado, disponía. Para quitarme encima el marrón le llamo y Alberto toma nota de la dirección “Verdaguer y Callís, número ocho”
- Vale pues te enviaré los chicos. A las cuatro estarán en la calle Verdaguer número ocho.
- La calle es Verdaguer ¡y! Callís - le corregí yo acentuando el nombre completo de la calle.
- Vale, vale - afirma Alberto y este primer día, cómo ya me había imaginado, no vino nadie. A las ocho volví a llamarle y me dio el número de otra persona, que me dió el teléfono del chico que iba a venir a las cuatro.
- Vale, mañana estarán a las doce en la calle Verdaguer número ocho.
- “Verdaguer ¡Y CALLÍS!
- Vale, vale.
Las doce, la una, y las dos,… yo llamando. Una y otra vez. Hablo con cuatro personas diferentes.
- Es que no encuentran la dirección, estaban en la calle Verdaguer pero allí no hay nadie - me dicen.
- La calle es ¡¡¡Verdaguer y Callís!!!
- Ah vale pues ahora voy.
Y de verdad en una media hora aparecieron dos personajes. Parecían los personajes de alguna película perdida de Fellini. Dos gitanos de Badalona. El primero era de estatura media, una mirada viva y no paraba de moverse y hablar todo el rato. Este era el jefe y será por algo que había consumido, o porque yo, la escalera o mi piso le hicieran mucha gracia, se reía de todo lo que cualquier de nosotros tres decíamos, incluido él. Su compañero era gordo, fuerte y con cara de buena gente pero de una expresión de: “le faltaba diez minutos de horno”, como diría mi compañera Marta.
- Joder primo, vaya mareo. Vaya escalera. Tienes perros o gatos.
- No.
- Vale es que me dan pánico. No veas tú para encontrarte. – decía “El Jefe”
- Claro. Cómo lo vas a encontrar si tienes la dirección mal. He hablado con cuatro personas y a cada uno he tenido que repetir dos veces la dirección completa y no hay manera.
- Hombre, somos una empresa - me dice medio enfadado por mi falta de comprensión por la complicada estructura administrativa de su empresa.
Les enseño la lavadora y la nevera. La miden (con el metro que les deje y que luego cambió de propiedad sin mi conocimiento ni consentimiento previo). Nos damos cuenta de que por la escalera no cabe por lo tanto se tiene que bajar por la ventana del balcón.
- Es que yo me mareo de altura – dice “El Gordo”
- Pero si solo el segundo piso, tampoco es para tanto.
- Pues nada ponte atrás y aguanta la cuerda y yo me pongo allí.
- Vale. Tienes la cuerda.
- ¿Yo? No, pensaba que lo llevaríais. Se supone que sí ¿no?
- Pues no. Y ahora que hacemos. – pregunta “El Jefe” entre risas.
- ¿Me preguntas a mi?
- Hombre, la podemos tirar desde aquí.
- ¡¡¡¿Qué dices?!!!
- Sí, la tiramos desde aquí… Esperamos cuando no haya nadie pasando y pá bajo,… patabbuuum, en dos segundos ya está. Espero que no nos multen.
- Que no tío. ¿¡estás loco!? de aquí nadie va a tirar nada.
- Y si la tiramos en la camioneta directamente. – dice el otro.
- ¡Que no! A ver,... de ésta ventana no se va a tirar nada. Joder, ésto solo me puede pasar a mí… - yo ya veía que mi plan se estaba torciendo y si no encontrara una solución razonable me iba a quedar mucho rato con dos locos, una lavadora y nevera.
- Esperen aquí. ¡Y no hagáis nada! – les dije y me subí a la terraza donde los albañiles que hicieron la reforma del piso debajo del mío han dejado un montón de trastos y encontré un trozo de cuerda. Volví al piso pero nos dímos cuenta que era muy corta
- Creo que yo tengo algún trozo en la camioneta - dijo "El Jefe" efectivamente lo tenía. Hicimos un apaño. Y ¡voila! Teníamos una cuerda que llegaba hasta abajo. “El Gordo” se puso a una distancia lejos del peligro de mareo (y esfuerzo físico) y me quedé yo con “El Jefe” aguantando la nevera en la cuerda hasta bajarla en la camioneta. Mientras tanto "El Gordo" nos daba el apoyo telepático, cuyos efectos mis brazos y la espalda no notaban. Al llegar el turno de la lavadora le dije al “Gordo”.
– Toma. Aguanta la cuerda y no mires abajo. – se lo dije con una cara de poca voluntad de compromiso.
Sin mucha queja agarró la cuerda y junto con su compañero bajaron la nevera. Les pagué lo prometido (después de un regateo obligatorio) y se subieron en la camioneta, mientras tanto yo aproveché para tirar en la camioneta algunos restos de chatarra que quedaban por el balcón.
- Jejeje, estás loco – gritaba el jefe arrancando la camioneta.
- Sí, ¡por haberos llamado!
El piso (ya ex) está en una de estas casas barcelonenses por cuya escalera puede pasar comodamente solamente una persona mal nutrida y experta en yoga. Desde que entré a vivir allí no entendía como en los tiempos cuando no existía Ikea se pudo entrar algún mueble allí dentro. Una de las opciones que barajaba era que primero se ponían lo muebles y luego se levantaban las paredes… En fin,… Ante este panorama, realmente me daba mucho palo tirar lo yo solo o abusar de los amigos, así que decidí buscar la “ayuda profesional”.
Si Google no existiera lo hubiera que inventar. Puse “chatarrero Barcelona” y encontré: “CHATARREROS DE BARCELONA ALBERTO - (BCN)” Había otros, pero Alberto era más barato que por ejemplo: CHATARREROS DE BARCELONA GRATUITOS 618896828 - (bcn) cuya tarifa “gratuita” valía 100 euros. Alberto lo hace, más gratuito, por 40.
En fin, para sacar la lavadora y la nevera es un verdadero lío que además requiere la logística de la cual Alberto, según lo anunciado, disponía. Para quitarme encima el marrón le llamo y Alberto toma nota de la dirección “Verdaguer y Callís, número ocho”
- Vale pues te enviaré los chicos. A las cuatro estarán en la calle Verdaguer número ocho.
- La calle es Verdaguer ¡y! Callís - le corregí yo acentuando el nombre completo de la calle.
- Vale, vale - afirma Alberto y este primer día, cómo ya me había imaginado, no vino nadie. A las ocho volví a llamarle y me dio el número de otra persona, que me dió el teléfono del chico que iba a venir a las cuatro.
- Vale, mañana estarán a las doce en la calle Verdaguer número ocho.
- “Verdaguer ¡Y CALLÍS!
- Vale, vale.
Las doce, la una, y las dos,… yo llamando. Una y otra vez. Hablo con cuatro personas diferentes.
- Es que no encuentran la dirección, estaban en la calle Verdaguer pero allí no hay nadie - me dicen.
- La calle es ¡¡¡Verdaguer y Callís!!!
- Ah vale pues ahora voy.
Y de verdad en una media hora aparecieron dos personajes. Parecían los personajes de alguna película perdida de Fellini. Dos gitanos de Badalona. El primero era de estatura media, una mirada viva y no paraba de moverse y hablar todo el rato. Este era el jefe y será por algo que había consumido, o porque yo, la escalera o mi piso le hicieran mucha gracia, se reía de todo lo que cualquier de nosotros tres decíamos, incluido él. Su compañero era gordo, fuerte y con cara de buena gente pero de una expresión de: “le faltaba diez minutos de horno”, como diría mi compañera Marta.
- Joder primo, vaya mareo. Vaya escalera. Tienes perros o gatos.
- No.
- Vale es que me dan pánico. No veas tú para encontrarte. – decía “El Jefe”
- Claro. Cómo lo vas a encontrar si tienes la dirección mal. He hablado con cuatro personas y a cada uno he tenido que repetir dos veces la dirección completa y no hay manera.
- Hombre, somos una empresa - me dice medio enfadado por mi falta de comprensión por la complicada estructura administrativa de su empresa.
Les enseño la lavadora y la nevera. La miden (con el metro que les deje y que luego cambió de propiedad sin mi conocimiento ni consentimiento previo). Nos damos cuenta de que por la escalera no cabe por lo tanto se tiene que bajar por la ventana del balcón.
- Es que yo me mareo de altura – dice “El Gordo”
- Pero si solo el segundo piso, tampoco es para tanto.
- Pues nada ponte atrás y aguanta la cuerda y yo me pongo allí.
- Vale. Tienes la cuerda.
- ¿Yo? No, pensaba que lo llevaríais. Se supone que sí ¿no?
- Pues no. Y ahora que hacemos. – pregunta “El Jefe” entre risas.
- ¿Me preguntas a mi?
- Hombre, la podemos tirar desde aquí.
- ¡¡¡¿Qué dices?!!!
- Sí, la tiramos desde aquí… Esperamos cuando no haya nadie pasando y pá bajo,… patabbuuum, en dos segundos ya está. Espero que no nos multen.
- Que no tío. ¿¡estás loco!? de aquí nadie va a tirar nada.
- Y si la tiramos en la camioneta directamente. – dice el otro.
- ¡Que no! A ver,... de ésta ventana no se va a tirar nada. Joder, ésto solo me puede pasar a mí… - yo ya veía que mi plan se estaba torciendo y si no encontrara una solución razonable me iba a quedar mucho rato con dos locos, una lavadora y nevera.
- Esperen aquí. ¡Y no hagáis nada! – les dije y me subí a la terraza donde los albañiles que hicieron la reforma del piso debajo del mío han dejado un montón de trastos y encontré un trozo de cuerda. Volví al piso pero nos dímos cuenta que era muy corta
- Creo que yo tengo algún trozo en la camioneta - dijo "El Jefe" efectivamente lo tenía. Hicimos un apaño. Y ¡voila! Teníamos una cuerda que llegaba hasta abajo. “El Gordo” se puso a una distancia lejos del peligro de mareo (y esfuerzo físico) y me quedé yo con “El Jefe” aguantando la nevera en la cuerda hasta bajarla en la camioneta. Mientras tanto "El Gordo" nos daba el apoyo telepático, cuyos efectos mis brazos y la espalda no notaban. Al llegar el turno de la lavadora le dije al “Gordo”.
– Toma. Aguanta la cuerda y no mires abajo. – se lo dije con una cara de poca voluntad de compromiso.
Sin mucha queja agarró la cuerda y junto con su compañero bajaron la nevera. Les pagué lo prometido (después de un regateo obligatorio) y se subieron en la camioneta, mientras tanto yo aproveché para tirar en la camioneta algunos restos de chatarra que quedaban por el balcón.
- Jejeje, estás loco – gritaba el jefe arrancando la camioneta.
- Sí, ¡por haberos llamado!
Comentarios
como en españa ni hablar, en eso, mira, casi ni se distinguen las comunidades.
besiños