Puesto que todo el país esta constantemente en las calles y las carreteras, ser viajero en Marruecos es una buena manera de mimetizarse con el entorno. Es como si los versos de Machado (Caminante no hay camino se hace el camino al caminar) fueron el mantra colectivo, tomado muy en serio por esta gente tan intensamente agradable.
Debo admitir que el regateo constante me agota y el no saber nunca el precio de nada al principio puede resultar exótico y simpático, pero tras unos días se convierte en un verdadero coñazo. Antes de partir para Marruecos Marta, mi compañera de trabajo, me decía, “Ya verás, Marrakech es tan femenina”, y creo que he entendido el por qué es “tan femenina”: es como ir de tiendas todo el día.
Finalmente, estuvimos dos días en Marrakech, uno en Zahouira (preciosa) y después partimos hacía el este. Hacía las dunas. Una marravilla.
El cielo de Marruecos es impresionante. Si Dios existe y nosotros fuimos creados a su imagen, entonces él también tendría celos, y por ello, celoso de que el Magreb tuviera tanto cielo puso el Atlas en el medio para partirlo en dos.
Los marroquíes tienen tanto cielo que el tiempo no les importa. El tiempo es horizontal, pero su finalidad es vertical. Quizá por esto no tienen la sensación de perderlo.
Al cruzar el Atlas se abren unos paisajes que al parpadear a uno le entra el miedo de haber perdido alguna de las maravillas creadas por la impresionante paleta de colores acompañada por el uuuuuaaaaaaauuuuhhhhhh de nuestras almas encantadas....
(continuará)
Debo admitir que el regateo constante me agota y el no saber nunca el precio de nada al principio puede resultar exótico y simpático, pero tras unos días se convierte en un verdadero coñazo. Antes de partir para Marruecos Marta, mi compañera de trabajo, me decía, “Ya verás, Marrakech es tan femenina”, y creo que he entendido el por qué es “tan femenina”: es como ir de tiendas todo el día.
Finalmente, estuvimos dos días en Marrakech, uno en Zahouira (preciosa) y después partimos hacía el este. Hacía las dunas. Una marravilla.
El cielo de Marruecos es impresionante. Si Dios existe y nosotros fuimos creados a su imagen, entonces él también tendría celos, y por ello, celoso de que el Magreb tuviera tanto cielo puso el Atlas en el medio para partirlo en dos.
Los marroquíes tienen tanto cielo que el tiempo no les importa. El tiempo es horizontal, pero su finalidad es vertical. Quizá por esto no tienen la sensación de perderlo.
Al cruzar el Atlas se abren unos paisajes que al parpadear a uno le entra el miedo de haber perdido alguna de las maravillas creadas por la impresionante paleta de colores acompañada por el uuuuuaaaaaaauuuuhhhhhh de nuestras almas encantadas....
(continuará)
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