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Feliz Dos Mil Ocho

- ¿Estás seguro que lo viste caer hacía aquí?
- Sí. Joder, ¿ya no os fiáis de mí?
- ¿¡Fiar!? Lo mismo nos dijiste la última vez.
- Ostia cómo sois. ¿No lo vais a olvidar jamas? Pero esto fue hace dos mil años.
- Sí. Y menudo lío que se ha montado.
- Vale pero el niño era mono.
- ¡El niño era mono! ¡¡¡¡El niño era mono, dice!!! ¡¡¡Le mato!!! Sí, el niño era mono. Todos los niños lo son. ¡Pero no era El Niño!
- Y cómo yo iba a saberlo. Le pregunte al hombre si en casa tenían un niño nacido el 25 de diciembre.
- Claro, que listo. En vez de contestarte el hombre te pregunto por qué lo querías saber. Y tú en seguida le dijiste “Traemos regalos”. Eres un puto genio. En un pueblo perdido donde un burro era un lujo decir que traes regalos para el niño nacido entre la paja,… ¿qué esperabas que el hombre hiciera? Tenía solamente dos opciones: pensar que éramos unos tres locos perdidos y mandarnos a tomar por culo, o ser espabilado y esperar a ver si era verdad. Nada hace espabilar tan rápido como, la pobreza. Y estos eran muy pobres.
- Vale, vale, admito lo debía haber comprobado pero era de noche, llevábamos ya días viajando y los camellos apestaban,... en fin me equivoqué, pero tampoco es para tanto.
- ¡Que no es para tanto dice! ¡¡¡Flipo!!! Como si fuera que todos los días naciera el hijo del jefe.

- ¡Vale ya! ¡Dejad de pelearos de una vez! Estoy harto de escucharos. Esta es la última vez que voy con vosotros dos. Por lo menos intentad de portaros durante este viaje y luego cada uno a su lado. Yo ya estoy mayor para estos trotes. Tengo el culo hecho polvo, y no creo que la joroba de camello sea la mejor cura para las hemorroides. Así que, haced el favor de callaros de una vez…. si esta vez metemos la pata,… No, no. No puedo ni imaginarme el lío que se montaría. Menos mal que esta vez nos han contratado el guía.


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