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La verdad lejana

La semana pasada leí una noticia en El País sobre una joven albano-kosovar que amenazaba con quitarse la vida si la deportasen de Austria. Prefiere morir, que vivir en Kosovo.
Durante unos tres años yo trabajaba de fixer (guía e interpete) para diferentes medios de comunicación occidentales en Kosovo. En una ocasión conocí a M., un oficial del ejército esloveno que formaba parte de la primera misión de Eslovenia en su recién estrenada participación en la OTAN. Una noche coincidimos en una cena en Caglavica, un pequeño pueblo serbio en las afueras de Pristina. Éramos gente de tres o cuatro países y nacionalidades diferentes sentados alrededor de la mesa. M. nos contó una anécdota que ha vivido unos días antes.
"Nos fuimos a visitar un pueblo", nos contaba "reconstruido gracias a la ayuda del Gobierno esloveno y en un momento se me acercó un viejito. Me estrechó la mano, y dijo: "No sé como agradecéroslo. Los eslovenos desde siempre habíais hecho tanto por nosotros,..." Cuando el viejo se había ido", continuó M. "dije a mi compañero: "Yo les daría todo y más para que no se vayan a Eslovenia y devolvería aquí a todos los que están allí" , dijo el oficial riéndose cínicamente.
Dicen los gitanos que “Hay dos verdades en el Mundo: el Amor y el Hambre”. Los que no las han, vivido nunca conocerán la verdad, por muy “humanitarios” que se denominasen.
El amor y el hambre son la materia prima que se usa para crear, y controlar la conciencia mundial. La industria que se dedica a explotarlos procurará que los principales países y zonas que suministran la materia prima sigan en condiciones precarias para así poder asegurar el suministro continúo de Pathos a los ciudadanos espectadores que, cada vez más, carecen de estimulos naturales.

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