El pasado fin de semana estuve con Judith en Comarruga. Hacer nada es el mejor hacer de todos, y requiere mucho esfuerzo no caer en la tentación de pensar “¡¿a lo mejor debería estar haciendo algo!?” Pero, tanto yo como Judith, nos tomamos muy en serio el no hacer nada. Bueno, hay que admitir que el entorno nos favorecía. En Comarruga, salvo el hacer nada, no queda mucha cosa por hacer.
La última vez qye estuve allí fue durante un fin de semana del otoño pasado y al llegar nos encontramos con un gatito, completamente negro, de pelo suave y muy simpático. Me encantó. Era muy joven y se le veía que venía de una casa donde le cuidaban muy bien. Durante todo este día no se quiso separar de nosotros. Salíamos a dar una vuelta por la playa y volvíamos horas más tarde, nos seguía un par de manzanas y se quedaba atrás. Pero cuando volvimos le encontramos delante de la puerta esperándonos. Luego salimos a cenar fuera y el gato se quedaba en la puerta. Cuando volvimos allí estaba. Esperando. Le dejamos entrar en casa y mientras estaba sentado en el sofá me venía runruneando y se me sentaba encima. Sentía una sensación muy bonita. Me alegraba muchísimo su presencia.
El día siguiente mientras desayunamos recibí una llamada de mi padre. Mi abuelo había muerto la noche anterior.
Ahora, meses más tarde entendí que el gato era él. Mi abuelo vino a despedirse y asegurarse de que yo estuviera bien.
La última vez qye estuve allí fue durante un fin de semana del otoño pasado y al llegar nos encontramos con un gatito, completamente negro, de pelo suave y muy simpático. Me encantó. Era muy joven y se le veía que venía de una casa donde le cuidaban muy bien. Durante todo este día no se quiso separar de nosotros. Salíamos a dar una vuelta por la playa y volvíamos horas más tarde, nos seguía un par de manzanas y se quedaba atrás. Pero cuando volvimos le encontramos delante de la puerta esperándonos. Luego salimos a cenar fuera y el gato se quedaba en la puerta. Cuando volvimos allí estaba. Esperando. Le dejamos entrar en casa y mientras estaba sentado en el sofá me venía runruneando y se me sentaba encima. Sentía una sensación muy bonita. Me alegraba muchísimo su presencia.
El día siguiente mientras desayunamos recibí una llamada de mi padre. Mi abuelo había muerto la noche anterior.
Ahora, meses más tarde entendí que el gato era él. Mi abuelo vino a despedirse y asegurarse de que yo estuviera bien.
Comentarios
yo tengo una gatita, lolita, y la verdad la comunicación que se puede desarrollar entre una persona y un animal es indescriptible (ahora está durmiendo, siempre cerca)
no hacer nada es el mejor ejercicio, yo creo que el mayor enemigo del ser humano es el strés y la ambición desmesurada.
saber parar y disfrutar de una playa en buena compañía es lo mejor.
besos
siloam
¡Qué buena y conmovedora suerte has tenido Boris!
Abrazote
Juan
Decía que casualidad, a mi no se me murió nadie pero hace menos de 20 días fui a Madrid a hacer la separación de bienes con mi ex marido, y entre ellos renuncie a mi gata Lorna. Me dolió mucho y la lloré mucho. Pero hace una semana, ya en Vigo, aparecieron mis amigos y me trajeron una sorpresa, un gatito de 20 días que su mamá lo rechazaba y no le daba leche. Es un cielo, esta pasando la etapa rata, para ser gato... es gris, con ojos celeste y se llama Guevara.
Los duelos cuestan, se lloran, pero la vida siempre se encarga de darnos algo a cambio... así funciona yo creo, no?
Suerte con tu nueva compañía!
Agente 99
finalmente no me he quedado con el gato y según he oido hablar parece que ha vuelto a su casa. Supongo que solamente tenía que entregar el "mensaje"
un abrazo