Me fui a ver “El perfume” (desgraciadamente no leí el libro) y volví andando por las calles navideñas perfumadas con los deseos fríos. Las miradas removían el aire, que los cuerpos en su paso modelaban en formas que buscan ser deseadas y, parado entre dos golpes de tacones, me imaginé todo eso que veía pero diferente. Sin cultura, sin moral. Sin normas y sin reglas. Sin culpa ni castigo. Sin promesas ni ofertas. Sin nada más que los sentidos libres del poder instruido.
Era la Libertad. Pero, no la libertad proclamada por una sociedad sobresexualizada, la que nos quiere vender unas orgías como el ideal supremo del espíritu, sino la Libertad para sentir la esencia de su propio ser.
Era la Libertad. Pero, no la libertad proclamada por una sociedad sobresexualizada, la que nos quiere vender unas orgías como el ideal supremo del espíritu, sino la Libertad para sentir la esencia de su propio ser.
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