Después de más de una hora de búsqueda, no había manera de encontrar la esposa de D.J. Finalmente bajé de nuevo a los calabozos con la secretaria del juzgado, para preguntarle el nombre y la dirección del hotel en que se alojaba, explicándole que sin conseguir su pasaporte no podrá salir en libertad. “Es un hostal. En el centro. Creo que se llama “BCN Barcelona”, nos dijo. Subimos de nuevo a las oficinas y lo intentamos buscar por el Google. Pero, al teclear BCN Barcelona y al dar el “Enter” nos salió más de cuarenta hostales que contenían BCN Barcelona en su nombre. Volvimos otra vez a los calabozos. Eran las ocho y media de la tarde y D.J. era el último detenido que quedaba.
- ¿Te acuerdas del nombre de la calle? – le pregunté a D.J. que hace poco había tomado un tranquilizante que le había dejado la forense porque sentía mucha ansiedad y presión en el pecho.
- No. Pero está cerca de la Rambla. Hay que subir por la Plaza Catalunya y luego a la derecha. Espera, espera. Creo que la calle empezaba con d,… dep, dip, dipa....
- ¿Diputación?
- ¡Sí! Diputación, xxx - (por motivos de privacidad no pondré el numero de la calle que me dijo D.) – ¡Eso es!
- Bien – volví arriba en la oficina y encontré el hostal BCN "X" - Barcelona a través de google, pero, en la página web no había ningún número de teléfono. Solamente la dirección de e-mail para las reservas. La mujer de D. no aparecía, no teníamos su pasaporte, los funcionarios ya cumplieron sus horas y a las nueve se iban.
- Voy a llamar a la juez para que me diga que tengo que hacer, porque no puede ser que se marcha así y me deje a mí con el marrón – decía la secretaría evidentemente estresada. Marcó el número y con un tono mucho más humilde explicó a la jueza lo que estaba pasando. Al terminar de escuchar la respuesta del otro lado de la línea, con cara roja de frustración, dijo: - ¡Yo flipo con esta mujer! ¡Pero tú te lo puedes creer! – decía a voz alta dirigiéndose a todos que estábamos presentes. – Ahora me dice que no hace falta que entregase el pasaporte está noche y que le citara para que viniera mañana por la mañana a entregarlo… ¡Flipo! ¡Llevo dos horas aquí corriendo arriba, abajo, y ella tan tranquilamente me dice que no es necesario que depositara el pasaporte esta noche! ¡Habérmelo dicho cuando se iba! ¡Joder! – Esperé a que dejara de echar fuego y que se tranquilizara un poco, y nos fuimos a citarle a D. para mañana.
Los ojos de D. cambiaron de color, como si la luz que reflejaban saliera por dentro. Cuando se enteró de que iba a salir lo primero que me preguntó fue si sabía algo de su mujer, y si ella estaba bien. Le explique que no la hemos podido a localizar, pero que suponía que estaba bien y esperándole en el hostal. Firmó la citación para entregar el pasaporte el día siguiente y otra para la Clínica Médico Forense donde un día después le iba a examinar un psiquiatra. Yo, ya me iba a despedir de D. cuando la secretaria me dio otra citación con mi nombre. También tendré que estar allí.
No creo en casualidades y confío en que todo lo que nos pasa tiene un sentido por descubrir. Alguien me habló de que en Talmud, el libro sagrado judío, pone que, cuarenta días antes de que nazcamos, el Yahvé nos destina todas las personas que vamos a conocer a lo largo de la vida. Así que el sorteo divino y el Departamento de la Justicia decidieron que los camino de D. y el mío todavía no se tenían que separar.
Como D. no sabía donde se encontraba, ni como llegar al hostal, me ofrecí a acompañarle hasta allí. Los dos estábamos cansados y por el camino no hablábamos mucho. Le dije que soy de Croacia, y que he vivido la guerra.
Lo poco que nos decíamos era para callar el silencio que alborotaba las preguntas…
Las distancias son irrelevantes cuando olvido es el destino.
(continuará)
- ¿Te acuerdas del nombre de la calle? – le pregunté a D.J. que hace poco había tomado un tranquilizante que le había dejado la forense porque sentía mucha ansiedad y presión en el pecho.
- No. Pero está cerca de la Rambla. Hay que subir por la Plaza Catalunya y luego a la derecha. Espera, espera. Creo que la calle empezaba con d,… dep, dip, dipa....
- ¿Diputación?
- ¡Sí! Diputación, xxx - (por motivos de privacidad no pondré el numero de la calle que me dijo D.) – ¡Eso es!
- Bien – volví arriba en la oficina y encontré el hostal BCN "X" - Barcelona a través de google, pero, en la página web no había ningún número de teléfono. Solamente la dirección de e-mail para las reservas. La mujer de D. no aparecía, no teníamos su pasaporte, los funcionarios ya cumplieron sus horas y a las nueve se iban.
- Voy a llamar a la juez para que me diga que tengo que hacer, porque no puede ser que se marcha así y me deje a mí con el marrón – decía la secretaría evidentemente estresada. Marcó el número y con un tono mucho más humilde explicó a la jueza lo que estaba pasando. Al terminar de escuchar la respuesta del otro lado de la línea, con cara roja de frustración, dijo: - ¡Yo flipo con esta mujer! ¡Pero tú te lo puedes creer! – decía a voz alta dirigiéndose a todos que estábamos presentes. – Ahora me dice que no hace falta que entregase el pasaporte está noche y que le citara para que viniera mañana por la mañana a entregarlo… ¡Flipo! ¡Llevo dos horas aquí corriendo arriba, abajo, y ella tan tranquilamente me dice que no es necesario que depositara el pasaporte esta noche! ¡Habérmelo dicho cuando se iba! ¡Joder! – Esperé a que dejara de echar fuego y que se tranquilizara un poco, y nos fuimos a citarle a D. para mañana.
Los ojos de D. cambiaron de color, como si la luz que reflejaban saliera por dentro. Cuando se enteró de que iba a salir lo primero que me preguntó fue si sabía algo de su mujer, y si ella estaba bien. Le explique que no la hemos podido a localizar, pero que suponía que estaba bien y esperándole en el hostal. Firmó la citación para entregar el pasaporte el día siguiente y otra para la Clínica Médico Forense donde un día después le iba a examinar un psiquiatra. Yo, ya me iba a despedir de D. cuando la secretaria me dio otra citación con mi nombre. También tendré que estar allí.
No creo en casualidades y confío en que todo lo que nos pasa tiene un sentido por descubrir. Alguien me habló de que en Talmud, el libro sagrado judío, pone que, cuarenta días antes de que nazcamos, el Yahvé nos destina todas las personas que vamos a conocer a lo largo de la vida. Así que el sorteo divino y el Departamento de la Justicia decidieron que los camino de D. y el mío todavía no se tenían que separar.
Como D. no sabía donde se encontraba, ni como llegar al hostal, me ofrecí a acompañarle hasta allí. Los dos estábamos cansados y por el camino no hablábamos mucho. Le dije que soy de Croacia, y que he vivido la guerra.
Lo poco que nos decíamos era para callar el silencio que alborotaba las preguntas…
Las distancias son irrelevantes cuando olvido es el destino.
(continuará)
Comentarios
L.
Un beso.
la verdad es que yo tampoco sé como termina la historia. de echo mañana tengo que hacer otra traducción para D. (hoy escribiré el capitulo sobre la cita en la clínica médico forense) La mujer de D. al final no la he conocido.
Un abrazo