¡Menos mal que no está lloviendo! –decía la chica balanceándose sobre sus pies y frotándose las manos para entrar en calor en la calle donde se encuentra la representación del Ministerio de Exteriores en Barcelona. Hacía mucho frío y llevábamos ya más de dos horas esperando a que avanzara la cola.
Este último día administrativo del 2005 lo he pasado esperando delante de las oficinas del Gobierno porque resulta que para salir y volver de España necesito un documento llamado “Permiso de Regreso”, todo porque aún no me ha llegado la renovación del “Permiso de Residencia” La solicité hace siete meses y, teóricamente, el Gobierno tenía que haberme contestado durante los primeros tres meses tras mi solicitud, pero sigo sin ninguna respuesta. Encima, por culpa de su demora, me veo obligado a volver a hacer cola, pagar más tasas y rellenar más solicitudes para poder volver a España.
¡Absurdo!
Cuando llegué a la cola, sobre las nueve y media de la mañana, un policía me dio los impresos que tenía que rellenar y el formulario de la tasa que tenía que pagar. Cuando lo complimenté, la cola daba la vuelta a la esquina y medía unos 100 metros. Durante la primera hora avancé unos dos metros. Durante la segunda, unos cinco más. La tercera hora solamente repetía: “Esto es absurdo. Esto es absurdo”. Estar parado en el frío mirando lo lentas que se mueven estas colas acaba con el buen humor y la paciencia de cualquiera.
- No creo que entremos –decía la chica que estaba a mi lado–. Cierran a las dos y allí dentro está a tope.
- ¡Oh, no! –dijo la brasileña que tenía detrás de mí. –Ayer no entré. Esperaba entrar hoy porque un día más con este frío,… ¡madre mía!
Una niña de unos dos años dormida en los brazos de su madre, un chico marroquí que se iba esta noche a su país, indios, chinos, rusos, ecuatorianos… trabajadores que perdían horas de su vida, de trabajo, de salud, pendientes de los que están sentados dentro cómodamente al final de la cola, tras la mesa de los sellos. De repente, me di cuenta de que en el interior de la oficinasolo había tres personas. ¡Tres personas para atender a un par de centenares! ¡Señores!
Sobre la una de la tarde salió un guardia y nos dijo: “Ahora dejamos entrar el último grupo. Todos los que no entren tendrán que volver otro día”.
No he entrado. Tampoco lo han logrado la chica con el bebé, ni el marroquí que se iba esta noche, ni la brasileña en su segundo intento ni muchos, muchos más que “tendrán que volver otro día”.
Este último día administrativo del 2005 lo he pasado esperando delante de las oficinas del Gobierno porque resulta que para salir y volver de España necesito un documento llamado “Permiso de Regreso”, todo porque aún no me ha llegado la renovación del “Permiso de Residencia” La solicité hace siete meses y, teóricamente, el Gobierno tenía que haberme contestado durante los primeros tres meses tras mi solicitud, pero sigo sin ninguna respuesta. Encima, por culpa de su demora, me veo obligado a volver a hacer cola, pagar más tasas y rellenar más solicitudes para poder volver a España.
¡Absurdo!
Cuando llegué a la cola, sobre las nueve y media de la mañana, un policía me dio los impresos que tenía que rellenar y el formulario de la tasa que tenía que pagar. Cuando lo complimenté, la cola daba la vuelta a la esquina y medía unos 100 metros. Durante la primera hora avancé unos dos metros. Durante la segunda, unos cinco más. La tercera hora solamente repetía: “Esto es absurdo. Esto es absurdo”. Estar parado en el frío mirando lo lentas que se mueven estas colas acaba con el buen humor y la paciencia de cualquiera.
- No creo que entremos –decía la chica que estaba a mi lado–. Cierran a las dos y allí dentro está a tope.
- ¡Oh, no! –dijo la brasileña que tenía detrás de mí. –Ayer no entré. Esperaba entrar hoy porque un día más con este frío,… ¡madre mía!
Una niña de unos dos años dormida en los brazos de su madre, un chico marroquí que se iba esta noche a su país, indios, chinos, rusos, ecuatorianos… trabajadores que perdían horas de su vida, de trabajo, de salud, pendientes de los que están sentados dentro cómodamente al final de la cola, tras la mesa de los sellos. De repente, me di cuenta de que en el interior de la oficinasolo había tres personas. ¡Tres personas para atender a un par de centenares! ¡Señores!
Sobre la una de la tarde salió un guardia y nos dijo: “Ahora dejamos entrar el último grupo. Todos los que no entren tendrán que volver otro día”.
No he entrado. Tampoco lo han logrado la chica con el bebé, ni el marroquí que se iba esta noche, ni la brasileña en su segundo intento ni muchos, muchos más que “tendrán que volver otro día”.
Comentarios
"Hi ha una veu trencada que s'ofega al mig del mar
mentre torno amb tren de Barcelona;
n'hi ha que som turistes i altres només immigrants.
Un món, dues classes de persones.
Hi ha una pell suada que carrega el meu butà
per vint duros mentre faig la sopa;
n'hi ha que som turistes i altres només immigrants.
Un món, dues classes de persones.
Hi ha un marrec que esmorza
cola d'una bossa
que portava coses
que ell mai comprarà.
amb l'olor somia
que la sort canvia
i el destí no està fixat.
Hi ha al carrer una noia sola i massa jove
que a la nit tremola
per guanyar-se el pa.
I amb el pas dels dies
veu que res canvia
i que el destí està fixat.
Hi ha una llei no escrita que per sempre es complirà
tant se val d'on ets si el que ets és pobre;
n'hi ha que som turistes i altres només immigrants.
Un món, dues classes de persones.
n'hi ha que som turistes i altres només immigrants.
Un món, dues classes de persones.
Os la envió en català, lengua latina y de fácil comprensión para todos los castellanohablantes. Pues nada, gracias por dejarme este espacio, y feliz 2.005.
Por cierto, este año en lugar de las 12 uvas, me paso a los gajos de mandarina, mé gustan más y no tienen hueso!!
y gracias por las letras
un abrazo
feliz 2006
Y por lo que veo da igual el continente donde se emigre, las colas son una constante.
Un saludo!!!!