El pasado sábado leí la siguiente noticia en "El País":
Roberto Pereira da Silva, alcalde de la ciudad de Biritiba-Mirim, a 80 kilómetros de la gran São Paulo, de 28.000 habitantes y famosa por sus reservas medioambientales, ha decidido prohibir a la gente morirse. Ha enviado ya a la Cámara de Gobierno un proyecto de ley que será votado la semana que viene. En el proyecto está escrito: "Queda prohibido morir en Biritiba-Mirim. Los ciudadanos deberán cuidar de la salud para no fallecer".
El artículo de la contraportada titulado “Prohibido morirse” explica que ya no se puede dar sepultura a los fallecidos por falta de espacio en el cementerio municipal.
“La mayor autoridad de Biritiba-Mirim sabe que su ley es anticonstitucional. Él mismo lo reconoce, pero ha querido someterla a votación para llamar la atención del Gobierno central acerca de un problema grave del pueblo: el cementerio está ya desbordado de cadáveres y no se les permite construir uno nuevo, porque el 89% del territorio es zona de manantiales de agua potable y el 11% restante pertenece a la Sierra del Mar, que es también zona ambiental protegida. Al mismo tiempo, un rosario de trámites burocráticos impide al alcalde buscar una solución viable”.
¿A qué dedicará Dios tanto tiempo libre si el alcalde de Biritiba-Mirim logra convencer a sus vecinos de que no se mueran?
Roberto Pereira da Silva, alcalde de la ciudad de Biritiba-Mirim, a 80 kilómetros de la gran São Paulo, de 28.000 habitantes y famosa por sus reservas medioambientales, ha decidido prohibir a la gente morirse. Ha enviado ya a la Cámara de Gobierno un proyecto de ley que será votado la semana que viene. En el proyecto está escrito: "Queda prohibido morir en Biritiba-Mirim. Los ciudadanos deberán cuidar de la salud para no fallecer".
El artículo de la contraportada titulado “Prohibido morirse” explica que ya no se puede dar sepultura a los fallecidos por falta de espacio en el cementerio municipal.
“La mayor autoridad de Biritiba-Mirim sabe que su ley es anticonstitucional. Él mismo lo reconoce, pero ha querido someterla a votación para llamar la atención del Gobierno central acerca de un problema grave del pueblo: el cementerio está ya desbordado de cadáveres y no se les permite construir uno nuevo, porque el 89% del territorio es zona de manantiales de agua potable y el 11% restante pertenece a la Sierra del Mar, que es también zona ambiental protegida. Al mismo tiempo, un rosario de trámites burocráticos impide al alcalde buscar una solución viable”.
¿A qué dedicará Dios tanto tiempo libre si el alcalde de Biritiba-Mirim logra convencer a sus vecinos de que no se mueran?
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Un saludo.