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Los gorani

La siguiente historia también la escribí para CaféDiverso (www.cafediverso.com) y habla sobre otro grupo étnico de Kosovo que se quedó en medio de la violencia protagonizada por los serbios y los albaneses.

Esta región siempre ha sido un punto conflictivo en la complicada historia nacionalista de la ex Yugoslavia y de cierto modo fue donde se inició la crispación entre las republicas yugoslavas que abrió el proceso de las futuras secesiones. En cierto, modo era lógico que este proceso terminara allí.

Quiero remarcar que yo estuve en Kosovo solamente por cuestiones de trabajo. Personalmente no siento ninguna relación emocional con ningún grupo étnico de Kosovo. Lo único que percibo allí es el terror y un odio tan fuerte como la gravedad.

Los gorani

—Hmmmmm a ver... —Pelivan hizo una pequeña pausa antes de contestar a mi pregunta—. Los gorani somos pasteleros... Sí, eso sería lo que nos distingue.

Pelivan vive en Mitrovica, una ciudad de Kosovo dividida en la actualidad entre albaneses y serbios. El río Ibar constituye la frontera natural que pone distancia entre estas dos culturas alejando a sus habitantes, cada vez más, unos de otros. En este lugar chocaron hace muchos siglos la cruz cristiana y la media luna del Islam, dejando como herencia siglos de un odio que se pasa de generación en generación. Kosovo aún cumple esta cadena perpetua por los errores de sus antecesores. Los gorani están en medio, hacen pasteles y esperan tiempos mejores.

—En Kosovo quedamos unos 30.000 y la mayoría viven en Gora(1). Allí nací yo, mi padre, mi abuelo y todos los míos. Y allí seremos todos enterrados.

Pelivan recuerda los tiempos en que aprendía el negocio con su abuelo, quien fundó la pastelería hace casi cien años.

—En todas las ciudades de la ex Yugoslavia era muy fácil encontrar la pastelería de algún gorani. ¿Y sabes por qué?... Porque siempre están en los mejores sitios y hacen los mejores dulces. Y ahora en Kosovo ya no queda casi ninguna tienda. La gente se ha ido por la guerra y los que se han quedado no pueden mantener sus negocios. Algunos se asociaron con albaneses y siguen trabajando con un nombre albanés. Pero la mayoría cerró y se marchó.

Los gorani son musulmanes y hablan un idioma parecido al serbio, aunque a causa de su dedicación a la hostelería la mayoría también habla albanés. Todo eso me explicaba Pelivan, mientras yo no podía dejar de saborear una deliciosa baklava:

—¿Qué podemos hacer? Los albaneses dicen que somos albaneses y los serbios que somos serbios. Pero basta con probar los pasteles albaneses o los pasteles serbios y verás que ni unos ni otros tienen razón.

Con su sonrisa pastelera siguió explicándome la historia de su pueblo:

—Mira, los gorani respetamos a todos pero no nos mezclamos con nadie. Nos casamos entre nosotros y también nos enterramos nosotros mismos y siempre en Gora. Allí me casé, y allí lo hicieron mi padre y el padre de mi padre. Y allí se casarán mis hijos. No nos metemos con nadie y no nos peleamos con nadie. Es malo para el negocio. Yo hablo las dos lenguas y no sé quien empezó primero. Siempre digo: “Yo hago pasteles y te pueden gustar o no, pero no me metas mal rollo. Mal rollo, mal negocio”.

A esas alturas de la conversación, ya se estaba haciendo tarde y decidimos seguir el consejo que nos habían dado y salir de Mitrovica antes del anochecer. Pronto empezará el toque de queda y Pelivan tendrá que cerrar su tienda. Los coches de las fuerzas de la OTAN patrullan la ciudad intentando prevenir posibles enfrentamientos entre los serbios y los albaneses.

Mientras la ciudad dividida va quedando atrás miro la tarjeta que me dio Pelivan y algo mágico me sobrecoge al leer la frase que aparece bajo el nombre de Café Cake Shop Pelivan: “Somos la parte dulce de vuestras vidas.”


(1) Gora: parte montañosa en el sur de Kosovo.

(2) Baklava: pastel de nueces y miel de origen turco.

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