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Kalashnikov

Durante tres años (1999-2002) estuve ganándome la vida haciendo de guía para los periodistas extranjeros que mostraban las miserias de la guerra civil en los territorios de la ex Yugoslavia. La mayor parte del tiempo la pasé trabajando en Kosovo. La siguiente historia es de allí. La escribí para CaféDiverso (www.cafediverso.com) y es sobre los que se quedaron en medio, en ninguno de los dos bandos: los gitanos.

Kalashnikov

—¡Kusturica ! ¡Kusturica! —gritaba Pierre mientras Seifula me enseñaba su nueva prótesis de dientes.

Este periodista francés y yo nos habíamos conocimos un día antes en el centro de prensa de la KFOR en Prístina (Kosovo). Era agosto, un mes después de que la KFOR entrara en Kosovo. Ese mismo día, la mayoría de serbios y gitanos abandonaron esta comunidad autónoma del sur de Serbia.

—No quiero hacer lo que están haciendo todos los demás. Quiero algo diferente —me dijo Pierre y me contrató para que se lo encontrara.

En aquellas fechas nadie estaba tratando los problemas de los gitanos de Kosovo. Tras la llegada de las tropas de la OTAN y la ONU, los albaneses volvieron a Kosovo procedentes de Macedonia y Albania. Entonces empezó el éxodo de los serbios. Pocos se dieron cuenta de que entre todos ellos, también huían los gitanos.

Los albaneses les acusaron de tomar partido por los serbios durante la guerra y de participar en algunas de las masacres que se cometieron contra la población civil albanesa. Como prueba, alegaban que los paramilitares serbios llevaron a un pueblo gitano dos camiones de kalashnikov para que los usaran contra los albaneses.

—Quiero saber si es verdad —dijo Pierre.

Era mi primera vez en Kosovo y también la suya. No teníamos coche, así que me encargó buscar uno. Hablar serbio en Pristina es poco recomendable. Hacía poco un empleado búlgaro de la ONU fue asesinado en pleno día. Su idioma y el serbio se parecen mucho, ambos son de origen eslavo. Cuando le preguntaron en serbio “¿qué hora es?”, él lo entendió. Miró su reloj y le dispararon en la cabeza.

En cualquier caso, tenía que hacer bien mi primer encargo. Si no, debería volver a Belgrado. Así que decidí buscar un chófer de confianza. Fui al hotel donde suelen reunirse los taxistas. Todos estaban fuera de sus vehículos persiguiendo posibles clientes y sólo Millazim esperaba tranquilo dentro de su coche. Le expliqué quiénes éramos, qué queríamos y cuánto estábamos dispuestos a pagar. Lo último era fundamental para cerrar el trato.

—Aquí en Prístina no queda ningún gitano —me dijo—. Se fueron todos con los serbios. Pero hay un pueblo cercano donde aún queda alguno. Os podría llevar hasta allí, pero al pueblo no pienso entrar. Ya sabes... es peligroso.

—Ya lo sé —le dije.

Millazim nos dejó al final de la carretera diciendo que volvería en dos horas. Cuando miramos a nuestro alrededor nos pareció que aquel lugar estaba abandonado. Después de unos cien metros, detrás de una pared de piedra, salieron cuatro gitanos con cara de malas pulgas.

—Deteneos —gritó uno.

—¿Quien sois? —chilló otro.

—Este es un periodista francés y yo soy su traductor. Queremos ver cómo está la situación por aquí y hablar de los problemas que tenéis —les expliqué.

—¡Francés!.... ¡Franceses son buenos! No son como los americanos y los ingleses... Bienvenidos, amigos. Así que venís para ver cómo estamos. Jodidos, hermano, jodidos. Ya lo ves. Pero anda, vamos a ver a Seifula. Se alegrará de que hayáis venido. A nadie le importan los gitanos.

Nos acompañaron hasta la casa de Seifula, donde había bastantes curiosos. Sentado en su silla, aquel gitano de ochenta años, nos saludó con su sonrisa sin dientes. Sin levantarse, nos invitó a sentarnos a su lado. Su mujer, unos treinta años menor que él, empezó a sacar vasos y platos, y en seguida estábamos rodeados de comida y bebida.

Pierre parecía un navegante que acaba de descubrir nuevas tierras y su cara cambiaba con cada trago de rakija. Todo aquello le recordaba a una película de Kusturica.

—Boris, pregúntales lo de los kalashnikov —dijo recordando de repente que no estábamos allí para ir de fiesta, sino para escribir un artículo.

Dicho y hecho. Formulé la pregunta repitiendo las palabras tal cual las había oído.

—¿Es cierto que los paramilitares dejaron dos camiones de kalashnikov a los gitanos de Kosovo para que matasen albaneses?

Entonces se produjo un silencio, seguido de carcajadas. Seifula se estaba partiendo de risa, igual que todos los demás.

—¡¿Pero qué dices?! Lo primero que haría un gitano con un rifle sería venderlo al primero que encontrara.

Ya no era posible hacer ninguna pregunta seria y decidimos seguir con la fiesta. Entre el vino, la rakija y las chicas bailando encima de nuestra mesa, el periodismo se quedó en la carretera donde aguardaba Millazim. Nos esperó tanto como pudo hasta que el miedo le obligó a marcharse.

A medianoche, mientras caminábamos por la carretera rezando para que parase algún coche de la ONU o la KFOR, yo repetía:

—¡Maldito Kusturica!

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Lo malo de escribir con la memoria es que existen algunas cosas que se magnifican o no se recuerdan. Viví y trabajé en todo Kosovo despues de la entrada de la OTAN con gitanos, con romas, askalis o egipcios... y en tu historia observo algunos detalles que no concuerdan... habian armas y las "chicas" no estaban para subir a las mesas.
Boris Matijas ha dicho que…
Cuentame más, porfavor. Donde has trabajado, en que época, en que pueblos?
Gracias
Anónimo ha dicho que…
Me ha sorprendido tu comentario, Oscar. Imagino que no estais hablando del mismo dia, con lo cual no puedes apelar a los "detalles" de la historia de Boris porque no la conoces.

Una cosa es que el tuviera mucha suerte ese dia, normalmente la gente es encantadora cuando hay periodistas o posibilidad de ganar algun dinero. Entonces la gente es mas amable y baila mas encima de la mesa.

En cualquier caso, a mi no me ha parecido tan encantadora la escena. Boris dice "Su mujer, unos treinta años menor que él, empezó a sacar vasos y platos, y en seguida estábamos rodeados de comida y bebida". No se que chicas bailarian, pero la mujer debia ser muy joven y estaba esclavizada.

Tambien dice que "es peligroso" ir al pueblo. Y sobre lo de los kalashnikov a mi no me queda claro leyendo la historia. Suena al tipo rollo que te cuentan.

En lo que si coinicido contigo es en que tal vez se ha idealizado a los gitanos, porque formalmente no tomaron partido por ninguno de los dos bandos.

Un saludo
Boris Matijas ha dicho que…
A todos aquellos interesados en el tema de los gitanos les recomiendo consultar el estupendo reportaje de Kike del Olmo con fotorafías de Ima Garmendia, publicado en el Magazine del 21 de agosto. Concretamente, sobre Kosovo dice lo siguiente:
"La caída del comunismo provocó muchos cambios para todos, el desempleo aumentó considerablemente, y los roma fueron los más afectados, ya que vieron cómo se esfumaban sus esperanzas de vivir integrados a medida que aumentaban el racismo, la xenofobia, la marginación y la violencia a manos de neonazis y skinheads. Casas quemadas, analfabetismo y la imposibilidad real de conseguir empleo regular por falta de formación han sido la norma en la última década. En algunos lugares como la antigua Yugoslavia, donde el comunismo no fue tan duro con las libertades, los roma habían conseguido un lugar en la sociedad, algunos tenían carreras universitarias y convivían con otros grupos sin problemas aparentes, pero la guerra los afectó de manera especial ya que la sufrieron sin formar parte de ningún bando y sin tener ninguna reivindicación territorial o nacionalista.
El caso más reciente es Kosovo, donde los roma estaban divididos e integrados con serbios o con albaneses dependiendo del pueblo en el que vivían. Ahora, ambos bandos lo consideran enemigos. Primero sufrieron la limpieza étnica bajo los serbios y, a partir de 1999, bajo los albaneses, que expulsaron a la mayoría de los más de 60.000 roma que vivían en la región antes de la guerra acusándoles de ser proserbios".

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