A continuación viene otra historia que escribí para el www.cafediverso.com .
Es sobre la historia y el problema que detectó un hombre sabio: “Las guerras modernas son la consecuencia de las investigación históricas” F. Nietzsche
Crecer entre miel y sangre
"Habrá guerra", dijo mi abuelo, que murió justo antes de que empezara.
El principio de los años noventa le trajo a la memoria del principio de los cuarenta. La historia se repetía y la paranoia colectiva, que condujo a los hechos de 1991, aumentaba con mucha rapidez. Era el fin del proyecto multinacional, multiétnico, multicultural y multireligioso llamado Yugoslavia. Un proyecto formado por 6 republicas, 5 naciones, 4 lenguas, 3 religiones, 2 alfabetos y 1 partido político. Había sido construido sobre la sangre vertida durante
6...5...4...3...2...1... ¡Despegamos!
Yo también podía olerla pero no sabía qué era.
Más tarde, ese mismo día, le pregunté a mi padre qué había querido decir mi abuelo con aquello de "habrá guerra". "A ti eso no tiene por qué preocuparte", fue su respuesta.
Mi padre había nacido poco después de que acabara
La historia en la que me educaron era parcial y muy subjetiva. Una historia de círculos viciosos y de inconsciencia colectiva. Dentro del experimento llamado Yugoslavia lo bueno y lo malo se mezclaron cuidadosamente.
Durante mi infancia no se hablaba de serbios, ni croatas, ni tampoco de religión, solo de Tito. Reinaba la paz y también la utopía. Luego, de repente, aparecieron todos con sus religiones y empezaron a dispararse unos a otros en nombre de sus padres, abuelos y bisabuelos, de sus libros sagrados y sus libros de historia. Los líderes comunistas se convirtieron en líderes nacionalistas de la noche a la mañana y antes del amanecer todos llevaban algún uniforme.
—¿Cuál es tu apellido? —me preguntaron unos amigos en la escuela.
—Matijas —dije.
—Mmm...Aquí no sale.
Estaban mirando un libro. Luego lo cerraron y dijeron, refiriéndose a mí:
—Pero él es guay. Seguro que es serbio.
Teníamos doce años.
No lo capté. Primero pensé que era algún tipo de broma sobre la locura que se había apoderado de toda la nación, pero después vi a otro amigo con el mismo libro en la mano. Apellidos Serbios, se titulaba. Mi apellido no estaba en el libro.
Para entonces ya había supuesto que mi padre y mi madre son serbios y croatas. Igual que yo.
Al fin y al cabo, la guerra, como todo, está hecha de muchas coincidencias que chocan entre si. La mía se daba por supuesta con "Él es guay. Seguro que es serbio". Hubiera sido mucho más fácil si también mi familia croata y mis amigos croatas hubieran podido ser guay, pero entonces hubieran sido demasiadas coincidencias y se hubiera parecido a los últimos cincuenta años de utopía. Y parece ser que en aquellos tiempos la gente prefería la realidad. La realidad era que, de pronto, habían descubierto que el enemigo vivía en la casa de al lado, escondido tras la máscara de la fraternidad. La nueva clase de historia estaba a punto de empezar.
Impacientes por empezar a 'estudiar', los croatas se pusieron a matar serbios, los serbios a matar croatas, los croatas a matar bosnios, los serbios a matar bosnios, los bosnios a matar serbios, los bosnios a matar croatas, croatas y serbios a matar bosnios, bosnios y serbios a matar croatas, bosnios y croatas a matar serbios... Todos gritando, igual que hace cincuenta años: "¡Ellos empezaron primero!".
En lo que se conocía como Yugoslavia, millones de personas huyeron de su hogares, convirtiéndose en refugiados. Murieron a millares. Mientras tanto, mi generación y yo fuimos creciendo.
La etimología de la palabra Balkan viene de dos palabras turcas que significan 'miel' y 'sangre'. Nací en tiempos de miel y crecí en tiempos de sangre.
Si alguna vez os preguntáis a qué sabe... os lo puedo decir: ¡sabe a historia!
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