La siguiente historia también la escribí para www.cafediverso.com y para un tema específico, que era “Blanco y negro”.
El otro día leí un texto en el que un estimado colega blogger expresaba su curiosidad por mi identidad. Le parecía que la estaba ocultando por algún motivo. Creo que con la historia que sigue quedará bastante claro quién soy y sobre todo de dónde vengo.
Un abrazo
Blanco y negro
Mi madre es croata y mi padre serbio. Perdieron la guerra los del lado de mi padre así que, junto con mi madre, dejamos la patria. Cinco años después volví a Dalmacia. La última vez que había estado allí llevaba puesto el uniforme del enemigo.
A parte de algunas fachadas pintadas, unos cuantos bares y tiendas nuevos, nuevos graffiti, nuevas caras y la nueva bandera, no han cambiado demasiadas cosas
Nuestro apartamento ha sido ocupado por un importante agente de la policía croata por lo que me quedo en casa de mis abuelos. Mi abuelo regresó cuando yo y todos sus vecinos serbios se marcharon. Ahora intenta acostumbrarse a los nuevos vecinos que son refugiados, como yo en este momento y como mi abuelo antes de que pudiera volver a casa. Son croatas, refugiados de Bosnia y de la parte continental de Croacia.
Dice mi abuelo que no tienen mucho de que hablar, aunque él pone todo de su parte.
—No tienen nuestras costumbres —añade mientras jugamos a briscula* en el porche. Nosotros dos y nuestro juego: como si nada hubiera cambiado, como si no hubieran pasado unos cuantos años desde que nos vimos por última vez, como si la guerra jamás nos hubiera separado. Él parece saber las respuestas y no tiene nada que preguntar.
Pero mi tío sí.
—Bueno ¿por qué te fuiste? —me cuestiona, refiriéndose a mi experiencia militar durante la guerra civil en Croacia.
—Tuve que hacerlo. No tenía elección —respondo.
—Siempre se puede elegir.
—Sí, claro. Si elegir implica esconderse y no poder mirar a mis amigos a los ojos.
Sé que no lo entendió y comprendo que no tenía por qué hacerlo. Después de todo, con la distancia del tiempo, ahora yo tampoco lo veía tan claro. Durante los días que pasé allí no volvimos a tocar ese tema, aunque siempre estaba presente entre nosotros.
Y es que el pasado se hace muy presente una vez acabada la guerra.
A los pocos días regresé a Serbia, donde nadie juega a briscula y donde mi acento delata mis orígenes. Mi madre se interesa por su padre y su hermano y le digo que todos están bien. Mi padre me pregunta por los políticos y le digo que son los mismos.
A los nuevos amigos que había hecho en Serbia no les conté demasiadas cosas sobre el viaje a mi casa. Presentí que no lo entenderían muy bien. Igual que no entendían cómo me sentía realmente el día que seguí al convoy de los 250.000 refugiados serbios que dejaban Croacia, nuestra patria. Tal vez era mi culpa que no me entendieran, por ser incapaz de describir la larga cola de más de
Les pregunté a algunos de mis nuevos amigos de Serbia cómo se sentirían si tuvieran sólo 10 minutos para empaquetar todas sus pertenencias y meterlas en un coche o en un tractor donde, naturalmente, no cabe la vida de una persona. "Supongo que hay que vivirlo para poder contestar", fue la respuesta de algunos. Yo sólo dije que sí y cambié nuestro tema de conversación por otro menos candente.
Pensé que mis amigos de Dalmacia lo entenderían mejor. Uno de ellos era un viejo amigo, no demasiado íntimo pero a quien le tenía un gran respeto. Sin embargo, después de unos cuantos tragos de más, nuestros ánimos se alteraron y el pasado se unió a nuestra mesa en aquel bar de Belgrado. Entonces mi amigo me preguntó:
—Dime ¿por qué has ido? —refiriéndose al viaje a casa.
—No tenía elección. Tenía que ir —respondí. Pero incluso antes de que pudiera explicarle que la mitad de mi familia aún vive allí, ya estábamos peleando: me tenía agarrado por el cuello en una demostración de su soberbio entrenamiento militar.
—Quizás en nuestra próxima vida… —fue nuestra frase de despedida.
No quiero sentirme obligado a elegir. Ésta es una de las razones por las que dejé mis dos países. Todavía no sé cual debería ser la elección. Para mucha gente es muy simple: blanco o negro. Pero no para mí. Aún hoy, cuando oigo predicar "Con nosotros o contra nosotros", me pregunto qué será de los colores…
(*) Briscula: Juego de cartas popular en toda la costa croata del Adriático. Su origen es italiano.
Comentarios
no entiendo eso de que ocultas tu identidad. Que yo sepa, el blog se llama "Los papeles de Boris" y bajo tu foto pone tu nombre y dirección electrónica, con todas las letras, Boris Matijas. No sé qué más deberías poner, ¿tu NIE?
Entiendo que no quieras publicar tu foto actual (probablemente estás más mono de pequeño, es ley de vida) y que tampoco escribas el nombre del hotel donde trabajas actualmente. Sería bastante absurdo hacerlo.
Lo que sucede es que a medida que uno te va leyendo quiere saber más cosas de ti, pero eso es otra cosa distinta. Ahora mismo sabemos más de ti que de cualquier autor extranjero publicado al castellano. Pero sobre todo sabemos mucho de lo que implica un proceso de "legalización". Para la mayoría de nosotros eso es un proceso desconocido y por eso sentimos más curiosidad de lo normal, a veces parece que nos habla un extraterrestre.
Además, tu visión de los nacionalismos y de las consecuencias de las guerras es muy interesante para alguien que vive en España, el Estado Español o "la península Ibérica". Pero también puede resultar incómoda. Y sobre todo hace pensar, lo cual es muy recomendable.
Gracias por el blog
Gracias por contarla
Y por tus acciones y tus escritos se te conoce cada dia mas segun se te lee, Boris.
En mi vida he visto mucho y comido tambien bastante mierda y he aprendido a diferenciar a las personas por lo que son ellas mismas, sin mirar nada mas.
Eres buena gente...
Un abrazo.