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Felicidad sostenible

Al ver el cartel publicitario de una nueva campaña de vuelos baratos de una compañía alemana que ponía “No bromeamos, somos alemanes”, me di cuenta de la enorme importancia que tiene el humor para la identidad nacional. El sentido del ridículo es una de las cosas que más dicen sobre una cultura determinada y para mí ha sido muy importante ver que, a pesar de la distancia, hay bastantes puntos en común entre el sentido del humor en mi cultura y la española.

Tanto el cine yugoslavo como el español siempre llevan hasta el absurdo la burla sobre lo peor de nuestras culturas. Esta similitud se ve en el modo en que recibimos las películas unos y otros. Como ejemplo basta ver lo bien que conectó “Torrente” en su pase en Belgrado, donde fue uno de los filmes más vistos durante varias semanas. Almodóvar y Bigas Luna ya llevaban años siendo más que bien recibidos. Por otro lado, las películas de Kusturica son siempre muy bien acogidas aquí.

Hay cierto punto de encuentro entre el sentido del humor ibérico y el balcánico. La diferencia es que el nuestro resulta más satírico y antepone los hombres al destino, cuyo rumbo no pueden cambiar pero sí ignorar. Uno de los mejores ejemplos se vio en una secuencia de la película bosnia “Tierra de nadie”, ganadora del Oscar, en la cual se ve a dos soldados sentados en una trinchera. Al fondo se oyen las continuas explosiones y un soldado, leyendo el diario, le comenta a su compañero: “¿Has visto la mierda que hay en Ruanda?” Algo parecido dijo el vecino Pinjo en Knin, mi pueblo natal, cuando al principio de la guerra una granada cayó en su casa destrozando buena parte de la misma. Pinjo salio salvó y sano, medio cubierto de polvo, mirando el desastre y dijo: “Pa ti zivi ovdje!” Lo que traducido en castellano sonaría algo como: “Aquí no hay quien viva”.

El cine es uno de los principales medios para expresar la mentalidad de un país y mi primer contacto con la cultura española fue, precisamente, su cine. Por eso, cuando llegue aquí tuve dificultades para aceptar mi nueva realidad, ya que mis referencias culturales básicas eran las películas de Almodóvar. Realmente imaginaba y esperaba que aquí todo fuera muy absurdo. Por otra parte me di cuenta de que muchos de mis amigos de aquí identifican mi país y su cultura con las películas de Kusturica.

Tal vez la mejor descripción de la diferencia entre nuestras culturas sean las palabras de mi amiga Magda: “Vosotros tenéis la alegría, pero no habéis conocido la felicidad.”

La felicidad es un proceso en el que la alegría representa sólo un instante. Los brotes de violencia e intolerancia han impedido siempre que esos instantes perduren y dejen paso a la felicidad. Espero que un día la felicidad sea sostenible en mis tierras.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
No dejo de asombrarme por las ocurrencias que tenéis los exyugoslavos…imagino que circunstancias tan extremas deben provocar que afloren las aristas más insospechadas, tales como el humor absurdo o poder reírse del espanto…. Nunca me ha tocado vivir situaciones como la de tu vecino Pinjo ni nada parecido a vivir en un país en guerra, por lo que mis suposiciones sólo son eso: hipótesis, castillos en el aire a raíz de deducciones paridas de mis vivencias. Supongo que en una circunstancia similar han de existir dos grandes reacciones (y muchas más, pero menores): volverse loco de espanto (“Si miras al abismo, el abismo te devuelve la mirada”, que dijo Nietzsche), o aprender a tratar de reírse aún a pesar de las circunstancias: no recuerdo quién, dijo una vez “río para no llorar”. Con esto no pretendo llegar a la filosofía o psicología fácil de tantas revistas, que pregonan aquello de que la risa lo cura todo: puede ser para casos no tan terribles como lo descrito en tu entrada del día, pero sí creo que una risa en tales vicisitudes es admirable.
Esto me recuerda a un atentado que sufrió Norman Briski, actor argentino, durante la última dictadura militar argentina; éstos le pusieron una bomba que hizo estallar el techo de su casa, a lo que él comentó, asombrado, a su esposa: “Vieja, mirá, ahora podremos ver las estrellas”…

En cuanto al ejemplo que das sobre la mirada que uno recrea sobre un país a raíz de lo que conoce, en este caso el cine, no puedo más que darte la razón y pensar, una vez más, cuan aguda y filosa es tu inteligencia. A raíz de haber visto algunas películas de Kusturica, me había formado una idea sobre tu país, pero ésta se vió cambiada a raíz de conocerte e ir hablando contigo (¡¿Cómo, no sois todos gitanos?!)

Yo soy argentino, y si bien las crisis forman parte de nuestra historia, las realidades de nuestros países difieren bastante, pero creo que todos perseguimos el mismo fin: la sostenibilidad de la felicidad.
Creo que no existe mejor utopía.

Un abrazo muy grande, seguí así.
Nacho
Anónimo ha dicho que…
Hola, Boris,

recuerdo esa frase. Fue un día que quedamos para ver la película de Kusturica "El tiempo de los gitanos". Es muy alegre, muy vital, pero como casi todas las películas firmadas en esa parte del mundo tenía un final dramático que anunciaba un nuevo ciclo de violencia.

También en este país tenemos episodios de violencia periódicamente y el gran escritor Miguel de Unamuno hablaba del "sentimiento trágico de la vida". Pero quizá la diferencia es que no lo vivimos como algo cíclico, que necesariamente tiene que pasar, como ese fenómeno meteorológico del que tú hablas, como un monzón o algo similar.

Recuerdo que aquella tarde dije esa frase refiriéndome sobre todo al cine y después la conversación se volvió más filosófica. La alegría no es lo mismo que la felicidad, pero es un buen ingrediente para cocinarla, ;-)

Saludos a todos

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