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Los cuarteles de Sant Andreu (y II)

Estábamos en el segundo piso y en la puerta había unos cinco o seis georgianos muy grandes. Prefería saltar por la ventana, pero no sabía si esta opción también les iría bien a Magda y Xavi.

Esto es lo que te provoca el miedo. No te deja escuchar nada más que a tus pensamientos y tus pensamientos no son siempre tu mejor ayuda. Si hubiera podido concentrarme mejor habría notado que aquellas caras serias nos estaban contando sus historias personales al tiempo que nos pedían consejos prácticos sobre su estado legal. No tenían nada de documentación, trabajaban en la construcción y llevaban ropa de marca.

Por alguna razón pensaron que Magda, como periodista, les podría ayudar y creo que por esta razón empezaron a contar la historia de su país. Era una estrategia muy interesante, y hasta el final no nos dejaron ver por dónde iban.

Como georgianos son uno de los primeros pueblos cristianos. Su país tiene una historia larga, rica y en todo alineada con el mundo occidental. A medida que el narrador explicaba esta historia, los demás soltaban voces de afirmación. Él seguía, y como los buenos narradores, no se dejaba influir por su compatriotas. Como estos ya sabían la historia, les dejo que hicieran el papel de coro en el teatro griego para animar su protagonismo y dramatizar la historia.

Sobre un papel iba apuntando signos que servían para explicarnos la misión de su país en la cruzadas, las peleas con sus vecinos, el establecimiento de las fronteras y sobre todo la gran cultura de Georgia. En ese momento hizo una señal mímica a uno de su amigos para que le pasara una hoja de un diario. Por lo que pudimos ver no se trataba de ningún diario español sino de un periódico georgiano. Nos lo pasó para que lo veamos, no se por que, ninguno de nosotros leía o hablaba georgiano, pero examináramos y pudimos distinguir unos símbolos que estaban claramente destacados y marcados en el centro de la página.

Debe ser algo importante y él nos lo explicará, pensé. Y no tardó mucho en hacerlo. Dijo que era un articulo que explicaba las raíces de los vascos. Junto a estos símbolos se listaban otros que se les parecían mucho, los suyos propios.
Realmente nos sorprendió, pero ninguno de nosotros hablamos ni vasco ni georgiano y, por lo tanto, no tenía ningún sentido opinar. ¿De qué va esto ahora? ¿Qué tienen que ver los vascos con los georgianos y porque nos lo cuenta? Tal vez piensa que si demuestran la relación entre vascos y los georgianos, podrían decir que si los vascos son españoles entonces los georgianos también lo son. Un lío, pero nada que un buen abogado, suficientemente estimulado, no pueda resolver. Seguramente este proceso sería mucho más fácil si contaran con la ayuda de medios de comunicación. Por alguna parte hay que empezar y creo que decidieron empezar por Magda. Pero tendrán que intentarlo otra vez, porque, por mucho que la historia es interesante, La Vanguardia no estaba interesada en la Antropología.

La primera pausa en la clase de Historia de los pueblos de nuestros amigos la aprovechamos para despedirnos diciendo que nos queda mucho por hacer y que volveremos. Hubo un silencio, como si se estuvieran pensando si debían dejarnos ir o no, y al final Magda les dio su tarjeta de visita diciéndoles que la puedan llamar para cualquier cosa. Éramos libres y salimos de allí rápidamente.Tal vez apostar por los vascos no sea la mejor idea para convertirse en español, pero si no queda más remedio... Y ahora recuerdo las palabras que le oí por primera vez a Javi Clement: “Los de Bilbao nacemos donde queremos”. ¿Por qué no en Tiblisi?

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Tu Magda...es Magda Bandera?

Hace tiempo que leo tu blog, y me encanta como escribes. Sigue asi.

aklis
Anónimo ha dicho que…
Hooola, Aklis,

soy Magda Bandera, y como tú, también soy asidua del blog de Boris. Muchas de las historias que explica me suenan porque me las ha contado personalmente.

Sobre el tema de los cuarteles, escribí un reportaje para La Vanguardia. La primera visita que hicimos fue en domingo. Boris nos hizo de traductor al fotógrafo Xavi Cervera y a mí. El búlgaro y el serbocroata son muy similares. (Con el georgiano no pudo ser, ;-).

Me ha hecho gracia recordar ahora ese episodio. Lo reproduzco aquí como ejercicio para comparar cómo se escribe la información en un diario y cómo en un blog. En una bitácora siempre aparecen detalles "antropológicos" y descripciones que no tienen cabida en un artículo. Aun así, cada cual intenta "colar" lo que puede.

Es un reportaje un poco largo, pero creo que tiene algunas historias interesantes para quienes siguen el tema de la inmigración.

(Por cierto, en mi artículo en lugar de escribir Bob puse que el nigeriano era Mike, porque así me lo pidió. Tiene varios nombres inventados, pero últimamente utiliza Bob más a menudo y por si acaso...)

NMIGRACIÓN
El cuartel de las 200 historias

MAGDA BANDERA - 05:00 horas - 29/12/2002

Unas señoras rusas vestidas con sus mejores abrigos y los labios pintados con esmero se preparan para salir. Antes de marcharse, cierran con candado las puertas de sus improvisadas viviendas, situadas en los antiguos cuarteles abandonados de Sant Andreu. El domingo por la mañana los pabellones que conforman este antiguo complejo militar están silenciosos. Buena parte de sus 200 ocupantes, procedentes de lugares tan distantes como Chile, Ghana y Georgia, están trabajando. Los festivos son laborables para los músicos y los vendedores ambulantes, y estas actividades son algunas de las pocas que pueden desempeñar mientras gestionan un permiso de trabajo.

El resto de esta cosmopolita comunidad, en la que conviven actores argentinos y un coronel que decidió desertar de la guerra de Chechenia, se divide entre quienes duermen hasta pasado el mediodía y aquellos que, escobón en mano, quitan el polvo a los suelos de cemento y a los patios donde brotan las malas hierbas. “El domingo es el ‘cleaning day’”, explica Hamis, keniano de 28 años. Para hablar con él hay que atravesar una puerta donde se lee “Ocupado todo”.

Mientras Hamis barre al ritmo de Bob Marley, su novia, Rikka, friega los platos en una palangana. Esta okupa noruega de 27 años lleva algunos días preocupada porque alguien le ha contado que su ciudad natal, Trondheim, ha sufrido un gran incendio. Pero todavía no ha podido llamar a casa. Además, ha estado demasiado nerviosa desde que la policía entró en los cuarteles hace unos días y detuvo a 44 inmigrantes sin papeles.

Por lo demás, Rikka no se siente desconectada del mundo. En el “loft” que comparte con su pareja y Boris, un alemán de 19 años, tienen hasta televisión. El nigeriano Mike ha conseguido corriente eléctrica empalmando varios cables, pero la antena es demasiado vieja y les llena la pantalla de nieve. Pero el sonido es bueno, y el “manitas”, que está limpiando el cuarto de al lado, reconoce la música de los Simpson.

“Son los mejores”, afirma. Boris asiente. Este músico nacido en El Sarre dice estar maravillado con la experiencia en Sant Andreu: “Aquí hay gente de todo tipo, con historias y problemas muy distintos, artistas, okupas, africanos, europeos del este, del norte... Algunos están de paso y otros llevan meses, pero todos convivimos y nos ayudamos”. Como muestra, un jamón, el que les ha regalado su novia brasileña. También los mazapanes, que ofrece a todo aquel que se le acerca.

Igual de hospitalaria se presenta Snezana, una búlgara de 56 años que al descubrir nuevos visitantes corre a ofrecerles un cuarto contiguo al suyo con dos colchones libres en el suelo. Snezana y su marido llevaban días durmiendo en un cajero automático cuando conocieron a un búlgaro que vivía en Torras i Bages y les recomendó el lugar. En su nuevo hogar, haciendo fuego en el patio, cocina una sopa que su vecino peruano alaba, aunque ella sólo puede entender que le gusta por la expresión de sus manos. Tampoco comprende a los jóvenes marroquíes que viven al lado y que le traen unas garrafas de agua.

“Miseria, miseria”, pronuncia Snezana repetidamente: “Miseria en Bulgaria y miseria aquí. Si mis hijos nos vieran en estas condiciones, se morirían”, dice señalando a su alrededor y llevándose las manos a la cabeza. Sueña con lavarse el pelo “como una persona normal”. La falta de agua es el principal problema de los cuarteles. Hay que recogerla en una fuente pública. A veces usan carritos de supermercado para transportarla; otras, sus cabezas.

Por eso, Snezana aprovecha la mínima ocasión para preguntar dónde hay duchas y comedores públicos. El sueldo de acordeonista callejero de su marido no les alcanza: “¿No hay restaurantes que necesiten músicos para bodas y fiestas?”. El habitáculo de los búlgaros no está tan bien preparado como el de Mike, pero también tiene luz. “A ver si logro que haya teléfono”, bromea el nigeriano. “He visto que quedan algunos cables de los de antes. Si lo consigo monto un locutorio. Dos horas a África, un euro”, anuncia el nigeriano.

Mike no existe oficialmente. Es un sin papeles crónico, porque cada vez que solicita permisos sale a relucir que cumplió condena por tráfico de drogas: “Tengo un hijo con una española. Quiero trabajar y pasarle dinero, pero no tiene arreglo, siempre voy a ser un ilegal. Si uno no puede trabajar hace lo que sea para comer. No se puede dejar a la gente sin oportunidades. Cuando alguien está desesperado hace cualquier cosa, y lo malo es que pagan inocentes”. Al ver que sus palabras producen cierto espanto, Mike sonríe conciliador e intenta explicar la raíz del problema. Como sus vecinos subsaharianos, lo tiene muy claro: “Los europeos se preguntan por qué tantos africanos venimos al Norte. Y es muy fácil de entender. Sus gobiernos apoyan a nuestros dictadores para quedarse con nuestro petróleo y los diamantes. Y venden armas para que nos matemos entre nosotros. No se puede vivir en un país donde se droga a los niños para que maten. Por eso venimos. Queremos vivir como personas normales y para eso necesitamos papeles”.

No papeles, no trabajo

“No papeles, no trabajo”, es la frase más repetida en los cuarteles. En el pabellón sur, ocupado mayoritariamente por ciudadanos de Georgia, explican el “desastre” de su país: “Allí todo es mafia”, se queja una docena de hombres reunidos en un saloncito, presidido por una alfombra roja que ventilan a diario en el balcón. Uno de ellos se siente asombrado por las dificultades para conseguir papeles, teniendo en cuenta que “tenemos mucha cultura y que georgianos y españoles son hermanos”. Para demostrarlo, enseña un artículo publicado en un diario soviético hace 26 años en el que se compara un alfabeto de la zona de Tiblisi con otro del País Vasco. “Son idénticos. También coincide nuestro ADN”, concluye en un español balbuceante.

Quien no tiene problemas con los idiomas es uno de los niños de la familia, que se pasea en bicicleta por el recinto y que está contento con su colegio y sus amigos, que “son de todas partes”. Precisamente, el hecho de que haya niños viviendo en estas condiciones ha despertado la soli-daridad de los vecinos. “Cuando visitamos los cuarteles descubri-mos decenas de personas en un estado de pobreza que nos impactó”, explica Alberto Acón, vicepresidente de la Associació de Veïns de Sant Andreu Nord. “Hacemos lo posible para ayudarles. Les buscamos piso, trabajo, comida y mantas, pero las demandas nos sobrepasan. Y no es nuestra función.”

Ante el problema creciente, la entidad contactó con la subdelegación del Gobierno y “en noviembre se llegó a un acuerdo con Benestar i Família, Caritas y Cruz Roja. La idea era que esta gente pasara aquí el invierno”, añade Acón. Paralelamente se buscan soluciones para cuando se produzca el desalojo, un plan similar al de los sin papeles que en el 2001 se encerraron en varias parroquias barcelonesas. “Por eso no entendemos la actuación policial del otro día que, cuando menos, fue desmesurada”, concluye el portavoz vecinal.

Ayuda de los vecinos frente a la inhibición oficial

LA VANGUARDIA - 05.00 horas - 29/12/2002
“En el barrio están apareciendo algunos brotes xenófobos”, explican con preocupación los representantes de la Associació de Veïns de Sant Andreu Nord. “La condición de emigrante ilegal suele asociarse injustamente a la de delincuente. Hay gente que promueve este tipo de mensajes. Aquí, por ejemplo, hay una banda que se dedica a ir de tienda en tienda diciendo que los inmigrantes son un peligro. Y eso es falso, salvo algún pequeño hurto, hasta ahora no ha habido problemas.” Los miembros de la entidad temen que este tipo de actitudes provoque “alguna desgracia”. Por ello, insisten en denunciar la falta de apoyo institucional: “Nos sentimos desbordados y abandonados por las administraciones. Aquí aún no ha venido nadie a ayudar, excepto Caritas, que ha traído ropa. Creu Roja canceló una visita en el último momento. Y, para colmo, nos consta que desde algunas entidades se está aconsejando indirectamente a los sin techo que se alojen aquí durante el invierno. Ahora mismo la población de los cuarteles es muy diversa: hay okupas, emigrantes legales e ilegales, personas sin hogar y drogodependientes”, añade un portavoz vecinal.

Creu Roja alega que la reunión se canceló “por problemas de agenda, pero se celebrará tras las Navidades”. Por otro lado, desde esta entidad se promueve la atención individualizada, “según el modelo catalán, que no cree en los centros de acogida. En el sur de España se alquilan grandes naves y se homogeneiza el servicio, pero nosotros creemos que cada persona tiene unas necesidades específicas”, explican desde Creu Roja.

Por su parte, el Ayuntamiento de Barcelona y la Conselleria de Benestar i Família defienden el mismo modelo de atención y argumentan que no tienen prevista “ninguna actuación específica para los cuarteles porque carecen de competencias” y, además, son propiedad del Ministerio de Defensa. Ante la pregunta sobre qué sucedería si los 200 refugiados se presentaran en los servicios oficiales admiten cierto colapso, pero se les buscaría “una salida indivualizada”. Mientras, los vecinos siguen atendiendo a los habitantes de este centro de acogida de hecho.
Anónimo ha dicho que…
Y ahora que lo pienso... No sé cómo podía estar tan tranquila ese día con los georgianos. Debe de ser que soy una inconsciente, porque aquellas moles humanas tenían una pinta de gangsters... Pero yo estaba tranquila, sobre todo y PRECISAMENTE, porque estaba con Boris y Xavi. Luego ambos me confesaron que pensaban que no las teníamos todas con nosotros. ;-)

Así que me limité a escucharles, a mirar fijamente al líder y no girar la cara (ni hacia los otros, ni hacia la puerta, ni hacia la ventana de Boris).

Los chicos se fijaron en los zapatos relucientes y en las miradas de los "protectores". Yo, más femenina, en los cacharritos super coquetuelos que tenían en la mini cocina y lo limpia que estaba la moqueta que acababan de sacudir.

Cuando volví, un par de días después, también estaban ventilando la moqueta...

Saludos a todos,
/Magda
Anónimo ha dicho que…
Encontré este articulo con casualidad :-) soy Georgiana estudiando aquí en Barcelona. Lo siento mucho por estos Georgianos grandes :-) que habéis encontrado , aquí viven muchos y todos trabajan en construcción. Lo de los vascos y los georgianos eso que si es verdad, es una teoría que aún no pueden justificar.
saludos
tiko...

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