“Aún la lloro” nos dijo Eleuterio, en medio de su relato, del recuerdo de sus viajes a “54 países”, sus mujeres, sus puertos, sus noches, sus bares, sus poemas, sus olores. Eleuterio nos contaba su vida y a mí me daba igual que lo que dijera fuese verdad o no. Lo que me emocionaba era la belleza de sus palabras, la expresividad, la melodía, el ritmo, la fuerza, la emoción con que se dirigía a nosotros.
Para mí esto es España. Es esta necesidad de expresarse que mueve a todo el país y la belleza del idioma castellano que lo fomenta. Creo que no hay muchas lenguas que te permitan tanta libertad de expresión. Por lo menos yo la aprendí así, improvisando, jugando (eso también tiene que ver con mis primeras lecturas, cuentos para niños de 3 a 5 años).
Cuado llegué todo me parecía un gran juego y así lo acepté, como un gran interactivo donde las reglas y la narración dependen de ese gran dicho: “Al mal tiempo buena cara”. Eleuterio nos contaba cosas tristes, cosas divertidas, cosas vivas, pero todas con “buena cara”. Por eso no me importaba si eran verdaderas. Si tengo que imaginar a un inglés, un alemán o un sueco contando las mismas historias algo no me encaja. Y ese algo es España. Ese algo es como la expresión “saleroso”, que no se puede traducir, sino que sólo se puede entender cuando se conoce.
Para mí esto es España. Es esta necesidad de expresarse que mueve a todo el país y la belleza del idioma castellano que lo fomenta. Creo que no hay muchas lenguas que te permitan tanta libertad de expresión. Por lo menos yo la aprendí así, improvisando, jugando (eso también tiene que ver con mis primeras lecturas, cuentos para niños de 3 a 5 años).
Cuado llegué todo me parecía un gran juego y así lo acepté, como un gran interactivo donde las reglas y la narración dependen de ese gran dicho: “Al mal tiempo buena cara”. Eleuterio nos contaba cosas tristes, cosas divertidas, cosas vivas, pero todas con “buena cara”. Por eso no me importaba si eran verdaderas. Si tengo que imaginar a un inglés, un alemán o un sueco contando las mismas historias algo no me encaja. Y ese algo es España. Ese algo es como la expresión “saleroso”, que no se puede traducir, sino que sólo se puede entender cuando se conoce.
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